Capítulo 15

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   Remus Lupin había llegado a la casa y Severus no pudo más que dejarlo pasar, sabiendo que era mucho más peligroso dejarlo deambular por fuera de las protecciones llamando la atención, que permitir que entrara y hablara con Harry. Que se llevara a Harry…

   Ese era un asunto que no debería molestarle más de la cuenta, que el chico se fuera no debía ser asunto suyo más allá de que el Enlace les castigaría el haberlo hecho, pero no quería que lo hiciera. Realmente no quería que Harry se marchara.

   Por un lado era (no se lo podía negar a sí mismo) por el patético sentimentalismo de no estar tan solo, algo con lo que hacía mucho se había acostumbrado a vivir por los peligros que representaba tener una familia por su situación de espía, pero que ese último tiempo supo que cuando el peligro acabara y pudiera decidir por sí mismo (no como en esa oportunidad que la convivencia con Potter había empezado de manera forzosa) le gustaría que cambiara. Bueno, en realidad, ya había cambiado: tenía un hijo, y esa sería una realidad con la que viviría el resto de su vida. Una realidad que no le pesaba en lo absoluto, pese a la manera en la que había llegado a su vida.

   La otra razón por la que quería que el chico se quedara, era porque resultaba evidente que no estaba bien psicológicamente y el marcharse sólo le haría peor, ya que ese sería el primer lugar que afectaría la separación por ser el más sensible. Severus aún se reprochaba por no haber hecho nada antes para sacarlo de esa burbuja en la que estaba viviendo, y eso que le había visto caminar indiferente por la casa, como si fuera un zombi sin destino fijo, creyendo que tarde o temprano lo superaría. Ahora veía que no.

   Sus cambios constantes de decisión (al estar firmemente convencido de marcharse, para inmediatamente después cambiar de idea diciendo que no lo haría) le decían que no había superado aun su depresión.

   Y ahora Remus Lupin había llegado y se había ido, dejando tras de sí una casa silenciosa, como abandonada, cuando Harry, finalmente, se había decidido por él…

   Severus suspiró (algo que hizo simplemente porque el único testigo del hecho era Gideon, pero que negaría completamente si llegaban a preguntarle), y sacó a su hijo de la bañera para secarlo y vestirlo. El niño se removió mostrando su disgusto de haber sido retirado de esa manera del agua que tanto le gustaba, tirándole del cabello y gritando.

-Silencio –le ordenó Severus, la voz autoritaria y la mirada fija en los ojos verde musgo de Gideon, mostrándole que no estaba jugando.

   El niño dejó de gritar al instante y le soltó lentamente el mechón de cabello que había sujetado, como si pensara que si lo hacía de otro modo habría malas consecuencias.

  >Bien, así me gusta –dijo, satisfecho de no dejar que su hijo se volviera un niño malcriado que podía salirse con la suya ante un mínimo lloriqueo o grito, como muchos padres sin autoridad permitían. Él, en cambio, haría de Gideon una persona educada, respetable de las normas pero sin llegar al extremo de ser un mojigato, tendría carácter y no se doblaría ante nadie. Ese era el sueño que tenía para su único hijo...

   Se estaba convirtiendo en un sentimental padre de familia, se reprochó Severus a sí mismo, bufando al darse cuenta del camino que habían tomado sus pensamientos mientras vestía al niño.

   Gideon hizo un sonido extraño que sonó también como un bufido, el gesto serio y concentrado imitado del que tenía su padre, aunque su cara llena de saliva al intentar bufar lo convertía en algo más bien tierno. Severus no pudo más que sonreír, limpiándole la cara con un pañuelo suave. Realmente se estaba convirtiendo en un sentimental.

-Creo que debería pasar más tiempo con él para evitar que se vuelva una pequeña copia de usted.

   Severus levantó la cabeza, en el umbral de la puerta de la habitación estaba Harry, observándoles atentamente, pero sin animarse a entrar.

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