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— alejate — Carl estaba arisco, cual gato furioso y encrispado que protegía lo suyo — vete de aquí, ahora — miraba al otro desafiante, sin atisbo de ir a moverse en ningún momento.

Aquello solo sucedía por una razón, para hacerle perder la paciencia y agotarlo.

— umh..~,¿Porque debería?, Ante tan linda señorita — aquel se atrevía a tomar la mano de su creación, haciéndole enrojecer de ira y encrispar.

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Lo que había sucedido era, que días siendo fuera del cumpleaños de Joseph, Aesop le había llevado a comprar ropa, y su querida obra de arte había decidido probarse un vestido, con el hecho de reírse un poco.

Más sin embargo...

— ¿Como me veo? — río el albino, pretendiendo ser gracioso.

Pero a él no le causo nada de gracia.

Sus mejillas se calentaron, mientras la perfecta complexión delgada era cubierta por el largo telar de una falda y decoraciones adorables.

Iba a darle un cumplido, hasta que llegó aquella rata.

— oh~, pero que tenemos aquí — se acercó un chico, alto y con marcas de quemaduras, una ocupando un lado de su cara, ojos claros, cabello negro y piel ligeramente afectada por el sol, mientras a su cuerpo ya de por sí agradable a la vista se le sumaba la musculatura — no le había visto antes por aquí, lady — sonrió el canalla, atreviéndose a dar un paso más hacia Joseph — déjeme decirle que es la flor más bella que he visto, me tiene cautivado — elogió, mientras el albino como podía escondía las marcas que definían que era todo menos humano.

Sintió como le hervía la sangre.

No tardó en colocarse entre ambos, impidiendo el toque ajeno a toda costa para luego recibir una mirada totalmente fría.

— Hm..~  — miro por sobre el hombro, atreviéndose a mirar al albino nueva vez con una sonrisa, desde su vista, asquerosa — ¿Su amigo? — Carl gruñó, tenía harta gana de romperle la cara allí mismo — su padre,¿Tal vez? — se atrevió a reír, haciéndole enojar cada vez más.

— Norton... — se escuchó una voz profunda y aterradora, llegando con ella un hombre muy alto, de tes extremadamente pálida, delgado y de ojos filosos cual reptil, mientras que su cabello rojizo se trensaba variadas veces de manera elegante — ¿Que estás haciendo? — le interrogo, a lo cual el dicho Norton respondía con una sonrisa, por sobre todo y bien oculto, nerviosa.

— ¡Luchino!...¡Que grata sorpresa! — rió, cosa que hasta ese punto le dio muchas ganas de reír, ¿Y como no hacerlo?, Lo había notado por completo.

Aquel tipo era una zorra de mucho cuidado.

El pelirrojo le miraba frío desde su altura, examinando la situación con la mirada. Hasta posar la mirada contra la suya, ámbar oscuro y gris opaco chocando.

La dura expresión se suavisaba, mientras afilados dientes se daban a la vista acompañados de la sonrisa más falsa que pudo alguna vez presenciar.

— disculpe si mi amigo, le ha causado alguna molestia, señor Aesop — ¿Le había llamado por su nombre?,¿De donde le conocía?

— ¡¿Aesop?! — chillo el pelinegro con quemaduras, más sorprendido que otra cosa mientras el de ojos ámbar oscuro le bloqueaba el paso colocándose delante.

Veía atento como la delgada mano del más alto de ambos intrusos, se posaba en el hombro del de cabellos negros apretando disimuladamente.

— seguramente no me conoce, déjeme presentarme — hizo una pequeña reverencia, atrayendo al más bajo haciéndole reverenciarse a la fuerza — soy Luchino, el nuevo funcionario del lugar — se enderezó, siendo más alto de lo que era — me han comentado de que usted tiene unas grandiosas manos para crear maravillosas piezas — miró por sobre el hombro hacia Joseph, cosa que luego impidió colocándose delante — espero ver su arduo trabajo y que me permita comprar.

— no aceptaré ningún encargo proveniente de alguno de ustedes dos, clientes tengo muchos, pero ninguno tan grosero como su amigo — le fulminó, mientras que el pelirrojo miraba al dicho Norton con ferocidad y espectante — ya aclarará usted la grosería de su lacayo. No los quiero cerca de mi, ni cerca de mi tienda, ni cerca de mi acompañante. — habló, mientras miraba con odio al pelinegro y este le sostenía la mirada — si me permite — allí fue cuando decidió tomar la mano de su querida obra de arte para marcharse, pero aquellos dos tipos tenían otros planes.

Un jalón lo detuvo, cosa que le hizo soltar al albino y chocar contra algo duro. Al abrir los ojos, se encontró con el pecho del pelinegro y con que este le tomaba del brazo con fuerza, mientras llevaba la otra mano a su cintura presionando y haciéndole enrojecer en irá.

— con que el grandioso Carl Aesop — pronunció con lascivia y las mejillas enrojecidas, presionandole más — tan difícil de encontrar en el pueblo — rió en coquetería, acercándose peligrosamente a su cara.

Carl tuvo muchas ganas de hacerlo mierda en ese momento, pero su reputación estaba en juego.

Una mano firme y de madera apresó la del pelinegro, apretando con fuerza hasta hacerse notorio un sonido de algo romperse.

El de quemaduras jadeo mientras hacía una mueca de dolor y le soltaba, solo para mirar al albino, quien le sostenía con más fuerza cada vez y le miraba de una manera que le aterró hasta a él.

— nunca — se acercó, apretando y obligando al pelinegro a arrodillarse — nunca vuelva a ponerle las manos encima a mi señor — pronunció, escupiendo cada palabra con alto odio.

Sacudió la cabeza despertando de su transe, mientras se acercaba para tomar al albino de los hombros.

Estaba tan tenso...

— vámonos de aquí — pronunció con delicadeza para que este se calmase, no funcionó en lo absoluto, más sin embargo si logro que soltase a quien se arrodillaba de dolor.

Salieron de allí de inmediato, claro que, tuvo que arreglárselas para sacar al albino con mirada asesina de ese lugar.

Ya fuera, Carl se dispuso a sonreír, llevando al albino a cambiarse.

Aquella reacción tan potente

Lo afirmaba, cada día.

Joseph nunca dejaría de sorprenderle.

քօʀċɛʟaɨռ °•ıԀєňţıţʏ ν•°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora