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El amanecer para Carl Aesop fue un anochecer.

Ni bien saliendo el sol por el este, este ya se hallaba despierto y en camino al bosque, siguiendo una dirección que presumía no ser falsa.

No contaba con que el camino, aún siendo corto, tuviera sus tropiezos tras cada esquina, bien se había llevado sus buenos rasguños hasta en la cara.

Tenia que costar tanto...pensó,mientras avanzaba, nada lo detendría a aquel paso, ni los bichos, ni el frío mañanero, ni la poca luz que podía percibir con sus grisáceos ojos.

Suspiró con demasía al encontrarse frente a frente de aquel extraño lugar que tanto buscaba, confirmando las palabras de su amigo el leñador, y dándole un gracias mental que jamás escucharía.

Toco la mullida y mohosa puerta de aquella pequeña choza en sus últimos días,o eso solía aparentar.

Tuvo que llamar a la puerta unas cinco veces antes de que esta se abriera, dejando a la vista al vidente que tanto buscaba,uno que según las historias que escuchaba por ahí, podía cumplir cualquier deseo.

Extendió una grata sonrisa bajo la mascarilla que solía llevar, admirando como dicho vidente se sobaba los ojos antes de colocarse una venda sobre estos.

Justo como en la descripción.

— ¿que se le ofrece? — habló,en un tono bajo y adormilado que dejaba notar hasta la lejanía que se hallaba cansado.

Pero,¿que demonios?, le importaba poco si estaba cansado. El quería tener el alma y largarse de allí tan pronto como fuera posible para aprovechar su precioso tiempo en su obra de arte.

— quiero pedir una cosa, una simple, sencilla — sonrió con sarcasmo, mientras el otro parecía mirarle aunque no lo sabia con exactitud — deseo tener un alma para un proyecto que estoy por terminar,¿puede cumplir con eso?

El vidente ensanchó su expresión, denotando sorpresa ante tal petición.

Pero luego, para su impresión, simplemente pareció calmarse un poco y retroceder dejando la puerta abierta a su paso.

— entra — le indicó, sin abandonar aquel tono bajo que al parecer le caracterizaba.

No duró mucho para seguirle, siendo llevado a un pequeño estudio con cosas extrañas tanto como extraordinarias a la vista.

Siguió con la vista los pasos del vidente, quien deslizaba una de sus manos desnudas por sobre un escritorio, dándole la vuelta hasta sentarse al otro lado de este, y empezando a rebuscar bajo el algo lejos del alcance de su vista.

Pronto,pudo observar que tanto buscaba aquel chico, dejando ver un viejo libro algo extraño y desgastado, cerca del punto de romperse con hasta el más tierno de los roces.

Se acercó, con pasos silenciosos buscando ver dentro de aquel libro,dudoso.

Sólo pudo llegar a observar, del dichoso libro, el dibujo de un ojo dentro de un círculo condecorado.

— puedo concederte tu deseo — sonrió, más no le duro mucho su sonrisa para cuando el, al parecer más bajo de estatura, le señalo tras cerrar abruptamente el libro — sin embargo,¿que estas dispuesto a dar en cambio? — hizo un pequeño ademán, y no tardo en hacer una mueca — dime,¿que es lo más valioso para ti?,¿a que apegas tus mejores recuerdos?,¿que no puedes abandonar? — vaciló ligeramente ante aquellas preguntas, mirando a un lado pensativo, más lo devolvió el azote de dos pequeñas manos sobre la mesa — bien, ya lo tengo.

Miro al vidente,mientras este se levantaba llevando en su mano la primera mascarilla que tuvo en su vida, que alguna vez,una persona especial le llego a dar.

Se exasperó, y movió todo su cuerpo en dirección al más pequeño tomándole abruptamente del antebrazo y obligándole a voltear.

Este sonreía, alzando una de sus cejas haciendo que su venda se levantase ligeramente.

— ¿que?,¿creiste que no se iba a cobrar un deseo tan complicado? — gruño con molestia, ciertamente, se le complicaba mucho el ver como este se llevaba su accesorio más preciado.

Sin embargo...

— haz lo que quieras — rechisto, soltándole con brusquedad mientras este reía con diversión.

El vidente siguió su camino hasta un estandarte, donde eligió una pequeña pieza extraña, parecido a un collar, y dejaba en su lugar su amada mascarilla blanca.

Camino hacía él después, sin borrar su sonrisa en ningún momento y ofreciéndole aquel peculiar pedazo de joyería.

Lo tomó entre sus manos,dudoso.

— ¿que es esto? — le miro, mientras este llevaba sus manos hacia su espalda y se mecía ligeramente.

— Es un alma — pronunció, y tenía ganas de reprocharle.

Aunque...no pareciera que estuviera mintiendo.

— de acuerdo — estaba dispuesto a marcharse ya, mientras este traía la sorpresa a su expresión.

— ¿no vas a dudar de mi? — Aesop se dirigió hasta la puerta de aquel lugar,mientras se colocaba el collar y se detenía a mirarle.

— ¿porque lo haría? — el chico sonrió extendida mente, y el tan sólo decidió seguir su camino.

"Me agradas,Carl" escucho sus palabras tras salir de aquella choza, impresionado por enterarse de que este sabia su nombre.

¿como...?

Se giro sobre sus talones, más impresionado que antes al ver que la choza ya no estaba allí.

Miró una vez más el collar que ahora colgaba de su cuello, y simplemente decidió regresar a casa.

No tenía tiempo para perder en pensamientos banales e innecesarios.

քօʀċɛʟaɨռ °•ıԀєňţıţʏ ν•°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora