Joseph estaba furioso, y no sabía el porque.
Desde que Carl Aesop y él habían salido de aquella tienda de ropa, se sentía muy molesto.
Aquellas duras manos... paseándose por la estructura de su creador...
No podía permitir tal osadía.
Apretaba la mandíbula y hacia rechinar los dientes, mientras que Aesop le revisaba la mano ajustandola.
Después de aquel apretón al hombre con quemaduras, había usado demasiada fuerza y roto una tuerca.
Las palabras de los labios ocultos no llegaban a sus oídos, estaba ofuscado en las tremendas ganas que tenía de haber destruido a aquel hombre de antes.
- Joseph - pronunció el artesano, quedando perdido en los ojos de él al momento que sentía como sus mejillas enrojecían con violencia y giraba la mirada a un lugar inexacto entre la espada y la pared. Escuchando pronto una suave risa - ya no están las personas molestas, puedes calmarte - la mano densa se paseó por sus cabellos blanquecinos, revolviendo estos con suavidad - tranquilo.
Agachó la mirada con suavidad, ¿Como era capaz de mantener tal rencor cuando estaba junto a su querido creador?, Suspiró mientras calmaba su sistema y se avecinaba a reacciones inconscientes.
Como abrazarle descaradamente.
El cuerpo ajeno se tenso, antes de suavizarse y corresponder a su descaro de la misma manera, envolviéndolo por completo en unos fuertes brazos.
- no quiero que le toquen sin su permiso, Aesop... - fue lo que salió de sus propios labios, llevándole a la vergüenza y a la irrelevancia de un recuerdo agobiante como el de aquella tienda.
Una amena risa tosca y ronca, con un toque suave llegó a sus tímpano.
- ¿Es eso que detecto celos? - alzo la mirada en confusión, encontrándose con aquellos ojos opacos y serenos de su creador, que tanto le hacían enloquecer - me haces muy feliz, Joseph - ah...y aquella tierna sonrisa, formando delicados pliegues en las mejillas de piel.
Joseph miraba maravillado, a lo que era...¿Que era?, Un... humano.
En aquel momento de duda, miles de incógnitas empezaron a inundar su cabeza mientras más miraba a su creador.
Si su creador lo creo, entonces...
¿Quién hizo al creador?
¿Había algo o alguien con manos tan magníficas como las de su Dios?
¿Como lo hizo?
Y más, cada vez más preguntas le abrumaba hasta cierto punto de perderse en los orbes grises que le observaban con detenimiento, perdiéndose entre los cálidos delirios que le hacía sentir el contacto de suaves dedos sobre su dura piel, derrumbándose ante la solemne idea de unos cálidos labios atreviéndose a tocar los suyos, frotando estos con tal sutileza y encanto que le hacía a toda su estructura estremecerse con ímpetu.
- ¿En qué piensas? - los ojos grises chocando con los suyos, siendo tan cercanos y claros como el firme deseo de sentir más, tocar aquellas pestañas, perderse entre la gran oscuridad del placer.
Jadeo suavemente, mientras los dedos del artesano se deslizaban por su piel.
- en nada - pronunció siendo sincero, pues, había olvidado sus pensamientos profundos al ser hundido en otra profundidad.
El deseo.
Sus propias manos sucumbieron al tacto, deslizándose descaradamente por los ropajes ajenos, atreviéndose estás a llevar a su imaginación lo que conocía ya bajo aquellas telas, haciéndole caer más y más contra la necesidad.
Tocame
Jadeo ante la sorpresa de lo que producía su cerebro artificial, enrojeciendo y encendiendo cada vez más mientras dulces besos se posaban en el, haciéndole estremecer en ruego por más.
Destrozame y vuélveme a armar. Solo para destruirme una vez más.
Su pulso tembló, aferrando los fuertes dedos de madera a la ropa que empezaba a rasgar en su inconsciencia, sintiendose de respiración atascada tal y como un ser humano.
Tomame, mi Dios.
Apenas cerrar los ojos, todo se volvió pasajero. Se halló a si mismo sorprendido ante la lejanía repentina y el suave vacío de frío que quedó, siendo reemplazados por el estruendoso ruido de la puerta siendo azotada contra los muros y llevándose consigo todos los trastes que podría derrumbar.
- Subedar... - el artesano permanecía enojado, con una expresión de frialdad y llamada de muerte que le hizo estremecer.
El leñador se aterró, retrocediendo con nervios hacia la entrada quedándose allí, solo para carraspear la garganta fingiendo que acababa de entrar.
- ¡amigo!...¿Estás muy ocupado? - podía notar los nervios, escuchando con claridad como Carl Aesop gruñía desde adentro cada vez más alto - ¿Eso es un no?...¿Si?,...¿Tal vez? - retrocedió mientras más cerca se ponía su creador
- espero que sea algo bueno, por qué si no - rió, mientras veía como Aesop se tronaba los dedos lentamente asustando al intruso.
Naib Subedar, como le conoció de nombre hace ya algunos años, se dispuso a contarle a Aesop algo que no le dejaba escuchar, solo para después mirarse ambos aliados fijamente en alguna clase de afirmación.
- bien hecho - pronunció su creador, mientras se removía al instante llendo por una capa y colocándose unas firmes botas
Sólo para avecinarse a la puerta dándole la espalda mientras salía, siendo acompañado del gran leñador.
Joseph abrió los ojos de par en par, viendo como este se iba fuera dejándole atrás.
Entonces este se giró, le vio con la sonrisa más suave que podía ofrecer, y habló.
- lo siento, tengo un asunto pendiente...¿Podrás cuidar del taller? - tan sólo asintió, sintiéndose atónito y con algo extraño doliendo en su pecho - confío en que podrás, no aceptes clientes - se cubrió con la capucha, mientras la pena se reflejaba con disimulo en su mirada - volveré en unos días.
Y tan simple como aquello, la puerta se cerró. Haciéndole notar por primera vez lo enorme del silencio a su alrededor, y de lo triste y sombrío que sentía la soledad.
ESTÁS LEYENDO
քօʀċɛʟaɨռ °•ıԀєňţıţʏ ν•°
Fanfiction¿Donde? ¿Donde puedo encontrar tal belleza, más allá que tu?,creado con mis propias manos e ideales. ¿tras la madera? ¿tras cada tajo de concreto? ¿Tras el suave y duro firmamento de la porcelana más bella? Allí,Allí fundaré tus planicies con mis ma...