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Carl Aesop estaba agotado.

5 días, 5 días se había pasado en exploración dentro del bosque, en busca de la dicha salida de aquel pueblo, de la cual hablaba el leñador.

Odiaba explorar.

Los insectos, los animales salvajes, las alergias...innumerable montón de mierda que le tocaba presenciar, incluidas al sudor.

Subedar permanecía perspicaz y valiente, con hacha en mano y ojos al frente, mostrándose con ímpetu a la inexplorada realidad.

Al contrario de el, Naib Subedar amaba el bosque.

Aseguraba que el camino solo se le hacía "más fácil", teniéndole allí, porque vaya cantidad de aprietos en los que se encontraba cada 5 minutos.

Se encontró a si mismo siendo un manojo de arapos rotos, suciedad y ansiedad, para cuando encontraron la bendita salida de allí.

Le hubiera gustado decir que se le cayó la barbilla al suelo de la impresión, más la exageración no era parte de su lenguaje.

Allí, allí detrás estaba el mundo, explorado por el hombre e inexplicable para él.

Mantenía bien abierto los ojos ante tal magnitud de aquella salida.

— esto...¡esto es!- — miró a Subedar, ahogando en su garganta un alarido de sorpresa mientras la sonrisa contraria se daba a mostrar — ¡Podremos salir de aquí,Naib!, ¡Podremos ver el mundo! —alzo los brazos con euforia, sintiendose complacido y trayendo a su recuerdo un suave rostro de porcelana — podré mostrarle a Joseph un mundo nuevo — el leñador rió con voz rasposa, solo para acercarse y palmearle el hombro.

— yo podré sacar al vidente de su cueva — sonreía con galaneria, mientras que Aesop sólo podía pensar...

¿Cual vidente?

Enseguida abrió los ojos más y más, mirándole expectivo y con impresión.

— el vidente...¿El que me entrego el alma para Joseph? — Subedar tan sólo asintio, y esta vez el que sonreía era el, y el...no sabía cómo reaccionar — ¿Sales con ese loco?

Naib Subedar soltó una carcajada en respuesta, mientras se armaba con su hacha y daba tres pasos hacia atrás solo para girarse.

Ida y vuelta.

— ya hay que regresar, podremos acortar el camino — y no se dijo nada más, tan sólo siguió los pasos de aquel leñador.

El viaje devuelta, efectivamente había sido más corto, pues se hallaron viajando por largas horas en la noche, siendo guiados por un mapa creado por el mismo para tan solo volver.

3 días y medio fue lo que tardaron en regresar.

Sentía la piel quemada, ojeras, sudor, sentía el como sus ojos ardían y los labios secos de vez en cuando por olvidar tomar algo de agua.

Apenas llegar al pueblecito, una deliciosa brisa le recibió de ante mano, haciéndole cerrar los ojos y elevar el rostro hacia el grandioso cielo azul.

Tomo una gran bocanada de aire.

Nunca se sintió tan en casa.

Una mano se apoyó en su hombro, lo cual le hizo sonreír, sabía que era Subedar quien venía de camino con él todo aquel tiempo.

La próxima caminata fue dentro del pueblecillo, llendo directo hacia el taller ambos, pues después de allí el leñador daría su próximo viaje.

Todo un explorador se ha de decir.

Esperaba encontrar a Joseph en la entrada, en las ventanas u dentro de dicho taller.

Pero no fue así.

Entro en pánico al instante, cosa que su amigo noto de inmediato. Solo asintió con la cabeza disponiéndose a buscar con él.

¿Donde estaba el chico de porcelana?

La respuesta, se halló sobre una elegante carta sobre su mesa de trabajo, siendo está firmada con fragancia de mujer y un beso de labial.

Su pulso tembló, mientras poco a poco, la ira se apoderaba de él.

Al leer la carta solo pudo enojarse más, adorando está tras arrugarla y volverla añicos.


"Gracias por la linda muñeca, querido"

Att: Mary

Carl Aesop, mataría a esa vieja bruja a como diera lugar.


քօʀċɛʟaɨռ °•ıԀєňţıţʏ ν•°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora