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El anochecer se hizo presente sobre el pequeño pueblo, mientras que todos se despedían e iban a sus casas para procurar pasar la noche lejos del frío y la oscuridad.

Brisas suaves se paseaban por cada hoja, aguas, llamaradas y ventanas, haciendo con ello dulces sonidos nocturnos que eran alegremente acompañados por los insectos cantores, como el grillo y la cigarra, hasta los anfibios de río, como bien era la rana.

Joseph despertaba ante esos sonidos, al tener su curiosidad marcada ante lo que llegaba a sus oídos.

Las ventanas tambaleaban por la misma brisa fría de la noche, no de manera desagradable,por supuesto, pero aún así no podía evitar el despertarse.

La luz de la luna se reflejaba en las cortinas, iluminando el oscuro taller con suavidad y más a los objetos cercanos.

Y a las personas cercanas.

Arremetía con ligereza sobre si, haciéndole sentir el pecho lleno en un calor muy suave y ameno que era realmente agradable.

Podía ver, entre las cortinas cerradas, él como el cielo se hallaba inundado de pequeños puntos de luz que siquiera sabía lo que eran, acompañados de la enorme luna, de la cual había leído en lo que no sabía era su libro favorito.

Los misterios de la vida.

Se removió con lentitud, acariciando con los dedos el colgante que llevaba en su cuello, a sabiendas que aquello se lo dio su creador.

El cual, dormía plácidamente recargado en la ventana con los labios levemente abiertos, con su nariz enrojecida y con suaves suspiros que se le escapaban al compás que se movía su pecho, una de sus manos reposaba sobre él, quién le miraba con anheló, con afecto y con devoción.

Se propuso a reincorporarse sin despertarle, queriendo mantener la serenidad en el artista y la calma que lo abrumaba allí,intacta.

Al estar mirándole de frente, se atrevió a acercar su mano a la barbilla ajena, delineando con el pulgar aquellos labios suaves que no poseía, y procuró cerrar con suavidad la boca ajena, acomodando a su creador mejor que la última vez.

Sonrió en su inconsciencia, admirando lo plácido que, bajo la descripción del mismo que descansaba,era dormir.

Se sentía en paz, más no le duró mucho al mirar nuevamente a la ventana.

Allí veía una sombra, con afilados ojos que se veían claramente como si estuvieran brillando, mirándoles, y haciéndole ahogarse en una parálisis emocional.

Arrasó con las cortinas, quitandolas de en medio de inmediato y viendo como la sombra se alejaba rápidamente, dejando el lugar despejado y un sentimiento instalado en él.

Temor

Tembló, tembló como loco, mientras la porcelana palidecia y todo se volvía frío, mientras la madera se apretaba y rechinaba, y la brisa suave y cantarina se volvía tenebrosa y en su suave tonalidad,la más salvaje.

¿Quién?...¿Que?...

¿Que habría de ser aquello?

El artesano se removió, apretando los ojos y despertando vagamente de entre sus sueños, como si nada hubiera sucedido para él.

— ¿Joseph?... — pronunció por lo bajo, mientras se sobaba los ojos despacio y le miraba, despertando más — ¿Sucede algo?

Joseph tuvo muchas ganas de llorar.

Y como no, así lo hizo.

Sin ahorrarse en el agua salada que contenía su sistema, sin palabras coherentes o completas, y sin una que no fuera un tartamudeo desgraciado que le hacía querer llorar aún más y sacar toda el agua que contenía.

— hey, hey, calma... — Aesop se acercó a él, colocándose sobre las rodillas y tomando con las manos desnudas su rostro, acallandole un poco haciéndole limitarse en simples sollozos — ¿Tuviste una pesadilla? — pregunto, mientras le acariciaba bajo los ojos con los pulgares, limpiando las lágrimas que no dejaban de salir — ya pasó... tranquilo — le sonrió, mientras sus adormilados ojos brillaban en seguridad y algo que no podía identificar más que como orgullo.

Amor.

Entonces, se permitió la osadía de acercarse al pecho ajeno, abrazando a su creador con fuerza sin llegar a lastimarlo, tembloroso, escondiendo su rostro en el ropaje ajeno mientras empezaba a soltar en llanto.

— ¡Aesop!...¡A-aesop!... — chilló, mientras trataba de detenerse, cosa que ,sin embargo, le era imposible en aquellos momentos.

Los brazos de su querido creador le cubrieron, sintiéndose cálido y en su ignorancia, protector.

Palabras suaves se desprendían de los labios ajenos, mientras las cálidas manos se deslizaban por su espalda de manera reconfortante.

Le sorprendió cuando, una suave melodía empezó a desprenderse de allí mismo, y alzó la vista sorprendido mirando le desde abajo.

Este le sonreía, mientras hacía algo que desconocía y producía un suave sonido.

Se interrumpía de vez en cuando por pequeñas risas de quién producía la melodía, y empezaba a acariciarle los cabellos con afecto, haciéndole cerrar uno de sus ojos y volver a abrirlo, incapaz de apartar la vista del artesano.

Tal como si fuera un bebé cayendo en la calma tras el dulce tarareo de una madre.

O igual que un perro encantado con su dueño.

Al terminar la dulce melodía, que hizo sonar la brisa tal y como era antes en su mente, los delicados labios se posaron sobre su frente, dejando allí algo que le hizo enrojecer mientras ya no existía temor o ganas de llorar.

Un beso.

Aquella noche el artista le acunó, mientras le hacía olvidar lo que creía el era una pesadilla, y lo que Joseph dejaba pasar como una simple ilusión.



քօʀċɛʟaɨռ °•ıԀєňţıţʏ ν•°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora