Capítulo 6- Oliver

160 15 6
                                    

Cerré los ojos y pensé ¿Un árbol me estaba tragando? No podía ser. Iba a acabar peor que aquel hombre, que había sufrido todas las desgracias existidas y por existir. Yo ya llevaba dos en un día. Estaba seguro de que estar siendo atracado por un árbol era algo trágico. 

Me noté mas liberado, si, ya me hallaba en el interior del árbol. Me había agarrado y fusionado con él con esas pequeñas y diminutas ramitas que parece que no hacen daño a nadie y la gente suele contemplar con tanta delicadeza. Desde luego un árbol normal no era aquello, el miedo me llenaba por dentro solo de pensar que un árbol me había tragado. ¿Y que tiene un árbol por dentro? Porque desde luego aparato digestivo no. Me oculté dentro de mis pensamientos, era mi única alternativa. Estaba soñando, estaba soñando, estaba soñando. Nada funcionaba. ¿Estaba loco?
Hice lo clásico. Tensé mi brazo, apreté duramente la mano y más tarde, me partí el cráneo de un puñetazo que claramente no me despertó porque ya estaba despierto. 
En el interior del árbol, el espacio no era tan reducido como pensaba en un primer momento. 
Me moví hacia atrás, uno, dos, tres pasos, podía andar. No era posible ¿Cómo podría haber tanto hueco dentro de un árbol que al fin y al cabo no era tan grande? Una sensación de vacío me recorría al pensar que en cualquier momento podría resbalar o chocar con algo.
Me giré y seguí avanzando, a tientas, porque estaba dentro de un árbol, no podría esperar que hubiera un sistema de luces mágico que funcionase cuando chasqueara los dedos. La más absoluta oscuridad me rodeaba y también un silencio sepulcral. Escuchaba mi respiración, agitada por el miedo y por la tensión vivida en apenas una hora. Y yo que quería tener un paseo matinal tranquilo. 
Las lágrimas se me escapaban llenas de rabia y miedo. Esa rabia que aquel lugar me inspiraba, mismamente era el miedo que tenía. En mi trayectoria buscando una salida choqué con algo. 
-Maldición.-pude gritar por todo lo alto. 
Me había reventado la pierna. El pico de algo del tamaño de un Pastor Alemán adulto me había hecho polvo. 
Inmediatamente después aquel lugar se llenó de luz. ¿Pero que narices estaba pasando? 
Miré a mi alrededor. Se me congeló el corazón. No podía ser. El lugar era aproximadamente lo que tres veces mi instituto. Las dimensiones del interior de aquel árbol eran desconcertantes, así recordándome al mismísimo cuento de Alicia en el país de las maravillas. Cada vez era más raro el asunto.
Lo mismo que tenía de grande aquel lugar,  lo tenía de solitario. La soledad...como la odiaba. El simple hecho de verme solo me hacía sentir como una pluma que se la lleva el viento desde lo más alto de un acantilado. Esperando a estrellarse o simplemente a caer cuando el viento dejara de soplar.
Visualicé los límites de ese sitio a lo lejos. Muy a lo lejos. Las paredes al igual que el suelo eran de un tono morado, más bien violeta que daba un ligero toque se tenebrismo y desconfianza. El techo destacaba por su blancura. No podía creer que estuviera en un árbol.
Agaché mi vista, me seguía doliendo la pierna. Había chocado con una mesita, que como lo más normal del mundo que es, estaba allí dentro de un árbol morado y blanco que se come a las personas y era más grande que tres institutos.
La mesita era de madera. De un tono claro, más bien intermedio, como el color marrón de las ceras duras que utilizábamos en nuestra joven infancia. En el centro de la mesita había un cristal, un cristal puro, sin piquetes y sin nada, limpio. 

La pregunta de ¿Dónde estaba? no cesaba de repetirse una y otra vez. No sabía si avanzar, o quedarme allí quieto esperando la muerte de soledad, o de hambre y sed. Lo que llegara antes. Pero eso fue hasta que vi que algo aparecía en el centro de la mesa. Encima de aquel limpio cristal había aparecido algo de color blanco y rectangular. Al estilo clásico, ¿Un sobre?

Desesperadamente lo cogí. Sabía que si eso había aparecido allí, era por algo. Vamos eso decía yo. Si, era un sobre. Lo abrí con impaciencia, y aun con el pulso temblándome extraje un papel del sobre. Un papel con una única palabra, prácticamente ilegible, probablemente en un idioma desconocido para la humanidad. Me dispuse a leerla.

-Ss, so, sol, Solem.

Si, ponía Solem. Que palabra más rara. Pero esa palabra significaba algo, tendría que significar algo, o directamente estaba perdido. Si esa palabra no era la clave de mi secuestro por aquel árbol, nada lo sería. Todo decidido me levanté y grite.

-¡Solem!

Por arte de magia, algo se empezó a mover. Una sensación de que me cogían de la cintura, y me arrastraban hacia atrás, nuevamente como una pluma esperando a caer en algún lugar. Estaba agobiado y se me aceleró el pulso. Cerré los ojos, tenía miedo. El suspense de estar colgando de un hilo apunto se reventar era lo que yo no podía soportar. Pero finalmente dos segundos más tarde, volvía a estar fuera del árbol. Me aparté de él, agitado y volví a ver como la rama me señalaba el cadáver. Impresionante ¿me acababa de secuestrar luego de liberar y ahora me pide que observe un cadáver?

En mi cabeza se repetía la pregunta ¿Solem? Examiné el cadáver de arriba a abajo, esta vez más detenidamente. Entonces fue cuando lo vi. El cadáver ocultaba algo bajo la chaqueta.

Con todo el asco del mundo se la desabroché, poquito a poco. Quitando trozos de sangre que se había secado, y barro. Pero no sin seguir con precaución acerca del árbol, dado que ahora le daba la espalda. Estaba preparado para salir corriendo si eso fuera necesario. Terminé de desabrochar la chaqueta, allí estaba lo que el árbol insistía tanto en señalarme. Un libro.

Lo cogí, ese hombre había protegido con su vida ese libro. Debía de ser algo importante, muy importante y estaba claro que estaba destinado para ser mío.

Leí la portada: El diario de Solem.

De momento me acordé ¡Solem, como mi abuelo! Antes de venirse a vivir aquí le llamaban Solem, me lo había dicho mi abuela.

Crónicas de la LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora