Capítulo 4- Oliver

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El temblor de los montes indicaba que algo pasaba. El alma de aquella montaña vieja parecía querer abandonar la tierra.

La aldea ardía bajo el seno de la montaña, aquello era un desastre. Una inminente amenaza se acercaba aun más. El miedo poblaba aquel lugar. Hasta el último rincón de cada hogar. Hasta la última gota de sangre que sería derramada aquel catastrófico día.

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El golpe dio fuerte y me tiró al suelo. Aun así, gracias a que el árbol estaba podrido, el golpe había sido menos duro. No lo puedo creer, el árbol de mi infancia, el árbol de mis sueños. El que siempre crecía recto indicándome hacia el cielo, ahora yacía encima de mí.

Pronto noté el dolor de mi cuerpo bajo el peso del árbol, estaba atrapado.

En un intento de liberación solo conseguí romper más todavía el árbol.

Noté un cosquilleo sobre mi cuerpo. Me imaginé a cientos de bichos utilizando mi cuerpo de nido. Asqueroso, simplemente asqueroso.

Pasaron diez minutos, lo que para mi fueron como 2 horas. Seguía notando el cosquilleo sobre mi cuerpo, era imposible que los bichos siguieran saliendo de dentro del árbol.

-¡Ayuda!

El silencio siempre me respondía de la misma manera. No había nadie cerca para ayudarme.

En un intento de desesperación conseguí mover un poco el árbol. Había algo extraño en todo.

Levanté la cabeza buscando cualquier cosa que estuviera a mi alcance para ayudarme a salir, entonces fue cuando lo vi.

El suelo estaba lleno de sangre.

Estaba empapado,  y para colmo no podia dejar de pensar que las manchas de sangre no salen bien de la ropa. Perfecto, yo muriéndome, y pensando en manchas.

Había algo que no cuadraba, ¿Cómo podía pesar tanto un árbol, que en verdad, estaba hueco? O vamos se suponía que estaba hueco, si estaba podrido...

-¡Auxilio!- Grite lo más alto que pude pues la desesperación me ahogaba, no podía morir allí, no en ese momento.

Alargué mi brazo todo lo que pude bajo el peso del árbol. Mis dedos rozaban el trozo de raíz que podría ser mi salvación.

Mis pulmones se contraían a causa del peso que tenía encima, no aguantaría mucho más. El dolor estaba presente en cada centésima de milímetro que me movía. Cerré los ojos para concentrarme y fijé mi objetivo con la vista. Yo podía hacerlo.

Toque la punta de la raíz con mis dedos índice y pulgar, y tiré de ella con todas mis fuerzas.

Ya la tenía ahora quedaba la otra parte, que me sirviera para levantar el árbol y poder salir.

La traje hasta donde sobresalía mi brazo, y con mucho esfuerzo la intente enderezar.

La raíz era mucho más gruesa y resistente de lo que en un principio me había parecido.

Casualidad pero el grosor de la raiz coincidía con una pequeña oquedad del árbol. Parecía que las cosas cambiaban a bien.

Con la velocidad de un caracol poquito a poco, conseguí dejar la raíz casi estirada. Ahora quedaba lo mas difícil, que resistiera.

El sudor reflejaba que mis nervios en ese momento estaban a punto de explotar. La ansiedad y la adrenalina me impulsaban.

Hice acopio de todas mis fuerzas y utilicé la raíz de palanca.

Mi brazo y cuerpo estaban tensos a causa del esfuerzo que estaba haciendo. Tiraba y tiraba y la raíz parecía no avanzar más. Hasta que en un último acto de desesperación, lo noté. Podía respirar sin tanto peso encima, si, el árbol se estaba moviendo. Tendría que ser hábil.

Poco a poco, el árbol me dejó respirar, por un par de centímetros que lo separaban de mí, pero un chasquido me hizo saber que no tenía tiempo para estar jugando al escondite, la raíz no resistía más.

Miré al árbol, ya sabía que no iba a salir de ahí con vida. Mi vida entera siempre ha tenido de referencia a este árbol, ''el árbol de mi abuelo''. El que nunca llegué a conocer.

Cada vez que lo veía le miraba con orgullo, y con la esperanza de que algún día nos encontraríamos.

Irónico, el árbol iba a ser mi billete de ida hacia mi abuelo.

Cerré los ojos y con calma respiré la que sería la última calada de aire en mi vida. La paz y tranquilidad sustituyeron al miedo y la angustia.

El dulce sonido de la brisa sobre las hojas me infundía seguridad. Los pájaros revoloteaban felices. Y yo los imaginaba volando por lo más alto de los cielos.

Un fuerte crujido resonó por todos los alrededores del bosque. Un árbol se había caído.

Crónicas de la LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora