–¡pALOMITAA!
–Por dios, no.
El mexicano corrió hasta el peruano, hasta llegar a él y abrazarlo como si no lo hubiera visto en años.
El más bajo, por pocos centimetros, solo suspiraba resignado correspondiendo de mala gana aquel abrazo.–¡Ay chiquito como te extrañé, cholito!
–Si, si, yo igual, ahora suéltame.
Lo soltó, para luego poner cara de perrito triste, intentando dar pena al otro.
Aunque parecía que no iba a resultar.–Ya, déjate de hacer esa cara que quedarás más feo que la mierda, ya vamos con la ONU que nos va a joder por llegar tarde.
Tomó de la mano del otro para caminar rápido, no estaban muy lejos del lugar ni era muy tarde, pero era solo una tonta excusa para tomarle de la mano.
México no se dió cuenta de eso, solo se quedó embobado y en su mundo al sentir la suave y tan cálida mano del otro.
–Ay virgencita, me va a dar algo...
–Tus manos están frías, deberías traer guantes, está que hace frío por acá, mongol.
–Ah caray, te preocupas por mi~
–Cállate o te meto cuchillo.
El mexicano solo rió tan escandalosamente como siempre y no dijo más, no quería que el otro se molestará y dejará su mano.
El deseaba que ese momento durará por siempre, aunque, no era el único.
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