–¡Tu si que estás bien pendejo mijo!
Escuchaba la escandalosa voz del mexicano, mientras cocinaba algo para los dos.
Se le notaba lo animado y divertido que estaba al hablar con Argentina, después de todo eran buenos amigos.
Perú no decía nada y tampoco hacía notar nada, pero tenía algo de celos.
El nunca haría un drama ni reclamaría nada, no es como si fueran algo para hacerlo y aunque lo fueran no quisiera ser tóxico, pero nada le quitará esa molestia.No odia al argentino, se lleva bien con el, pero no puede evitarlo.
Cuando México habla con el deja de perseguirlo y hacerle esas bromas tontas, deja de tener toda su atención en el peruano.
Eso le molesta "un poco".
Pero le hace sentir más triste que otra cosa, por el miedo de que tal vez México se enamore del argentino.
Tendría más razones para enamorarse del otro, tal vez sería mejor correspondido.
Oh dios, como odiaba sentirse así, culpaba a México por ser tan malditamente el, detestaba todo lo que sentía por el más alto, pero detestaba más su actitud y el no querer demostrar todo su cariño al amante de los tacos.
–Si, si, a la verga, ya.
Perú escuchó que terminaba la llamada.
–Mucho rato con ese wey, ya debo seguir pendiente de mi palomita~ —Se dirigió al peruano para abrazarlo por detrás, dejando su cabeza en uno de los hombros del más bajo— Que rico cocina mi futura vieja~
–No me trates de mujer, animal.—rodó los ojos y siguió con lo suyo, haciendo como si ignorara al otro—
Nunca lo admitiría, pero se sentía tan bien con México, aquel abrazo tan cálido le tranquiliza a y le quitaba todos esos pensamientos que tuvo hace poco rato.
Aquellos latidos algo rápidos del corazón del más alto le daban aquella seguridad de que solo van a latir así por el.No sé lo diría, seguiría fingiendo a tener el corazón de piedra.
Porque aunque se sentía feliz con aquel mexicano, el no creía que todo en la vida sería felicidad.El solo quería protegerse.
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