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Al octavo mes él se destruyó.

El cambio había sido tan sutil, tan lento, que Chenle no había logrado notar lo grave que era. Nadie, en realidad, fue capaz de darse cuenta.

Los lentes de sol, el beanie, la chaqueta, las vendas en sus muñecas, el uso de colores, los zapatos en sus preciados pies, la posición de la mesa en la cual se sentaban... Detalles tan pequeños que pueden parecer insignificantes, pero que definitivamente marcaron una gran diferencia en el pintor.

El día inició como lo hacía desde el mes anterior: con Chenle entre los brazos de Jisung.

Fue un día bastante normal. Tatuajes, pinturas y situaciones comunes se hicieron presentes.

Nada anunciaba el desastre que se acercaba.

Ya cuando Whiplash Tattoos había cerrado, Jisung y Chenle seguían allí. Tenían varios botes de pintura entre manos, y la pared esperaba pacientemente un pequeño cambio. Ambos sonreían al pensar en el resultado.

—Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida de antemano, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final pase lo que pase —Leyó el pintor con un suspiro.

Había algo en esa frase que parecía conmoverlo ese día más de lo habitual.

—¿Estás bien, Jisung?

Chenle esperaba, nunca rindiéndose, que él algún día le respondiera.

—Si. Es solo que... ¿Realmente quieres que pinte en tu pared?

—Por supuesto —Asintió el tatuador con una sonrisa—. Allí retrato a las personas más importantes en mi vida, y tú eres una de ellas. Sería un honor que nuestro amor estuviera allí también.

Jisung suspiró antes de besarle la frente. Estaba callado, tal vez demasiado, pero Chenle pensó que solo se estaba concentrando.

Jisung pintó en aquella pared un unicornio y un dragón que se besaban con amor verdadero, tal y como ellos lo hacían. Sus trazos eran delicados, cariñosos, casi melancólicos. El resultado fue maravilloso, artístico, sublime.

Y doloroso.

—Somos nosotros, Lele.

Lo fueron.

Hicieron el amor esa noche.

Jisung gimió contra el cuello de Chenle, el tatuador enterró sus uñas en la espalda de su novio, los chirridos de la cama despertaron al vecino de la planta inferior y un casto beso finalizó todo de forma perfecta.

Fue una buena noche. Una buena última noche.

—Te amo —Susurró Chenle al recostarse contra el pecho de Jisung.

Los latidos de su corazón, en ese momento, tocaban la más romántica melodía del amor.

—Lo sé —Admitió—. Y yo te amo a ti.

—Lo sé —Imitó.

Y la risa de Jisung rebotando contra su frente mientras se dedicaba a plantar un beso allí se sintió como el mismísimo paraíso.

—¿Recuerdas el día en el que vine a tu departamento por primera vez? —Preguntó Chenle luego de unos momentos.

—¿Hablas de la vez en la que me desnudé?

Chenle rio y golpeó su hombro juguetonamente. Sí, se refería exactamente a ese glorioso día.

—Te di mi abrigo esa vez... ¿Aún lo recuerdas?

El pintor respondió con un susurro avergonzado.

—Por supuesto. Me abrazo a él cuando no te quedas a dormir conmigo.

El Tatuador De Libélulas |CHENSUNG|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora