Capítulo 7

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°

Lo primero que noto es el silencio. Luego mi cuerpo; se siente extraño, como si flotara. Ya no hay dolor. ¿Estoy muerta? No, el del dos no me mató, yo lo maté a él. Imágenes inconexas inundan mi cabeza, hay mucha sangre y dolor. Intento tocarme la cara pero no logro mover las manos. De repente vuelvo a estar en el suelo, el chico del dos intenta asfixiarme, puedo ver el cadáver de Tyler y sentir el nauseabundo olor a hierro.

Abro los ojos. No estoy en la arena. Aquí todo tan es blanco que me resulta desconcertante. Estoy en un cuarto con paredes completamente vacías, ni siquiera hay una puerta. Mis piernas, muñecas y cintura están atadas a la cama en la que estoy acostada, intento soltarme paro no lo logro. De mi mano salen muchos tubos que se pierden dentro de la pared detrás de mí. Observo mi piel con atención, no hay ninguna marca, ni un mísero rastro de la tortura del chico del dos.

Alguien las ha borrado y eso me enfurece tanto. Debería alegrarme de no tener que vivir con la cara deforme pero no puedo hacerlo. Siento que de alguna forma me han robado, esas marcas representaban lo que viví, eran una prueba de supervivencia, de la terrible persona que soy. La simple idea de que hayan modificado mi cuerpo mientras estaba inconsciente, sin mi consentimiento, me resulta tan inaceptable que tiemblo de la rabia. ¿O del miedo?

Dejo salir un alarido de completa furia que rompe el imperturbable silencio y me rasga la garganta, lágrimas de impotencia se forman en mis ojos. Me sacudo y me revuelvo en la cama para desprenderme de las ataduras, no logro romperlas pero el desastre que hago es tal que la cama se da vuelta. Me duele todo el cuerpo pero no me detengo, tengo que salir de aquí. Escucho pisadas y voces en el cuarto, personas vestidas de blanco intentan sujetarme. Me resisto como puedo, incluso muerdo un brazo. Alguien me clava algo, grito que me dejen pero no puedo mover los labios, los párpados me pesan y el cuarto comienza a desaparecer. No, por favor, no quiero volver a dormir.


Han pasado cuatro días, lo sé porque me han traído doce comidas que solo he ingerido porque amenazaron con ponerme una sonda gástrica si no lo hacía. No quiero dormir pero siempre termino cayendo ante la fuerza de los sedantes. Hoy parece que me han dado el alta, ya no estoy atada a la cama y me han dejado un conjunto de ropa limpia. Me la quedo mirando mucho, es la misma que llevaba hace unos días. Bueno, no es la misma porque dudo que hayan podido sacar toda la sangre de esa pero luce igual. También me han dejado un pequeño espejo pero no lo miro, no creo poder soportarlo.

Una vez que estoy vestida voy hasta la puerta, sé que está ahí aunque no pueda verla, se abre en cuanto me paro delante. Salgo a un pasillo igual de blanco y vacío que la habitación. ¿Hacia dónde se supone que debo ir? En el extremo izquierdo hay una sala, una de las puertas está cerrada pero puedo ver que hay personas adentro. Camino lenta y silenciosamente hasta allí, me quedo quieta cuando obtengo una buena visión del interior. Por un momento no puedo creer lo que veo pero entonces él también me ve y sé que es real.

The Red LadyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora