Capítulo 35: Fresas

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Mis ojos iban de un lado a otro, inquietos

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Mis ojos iban de un lado a otro, inquietos. Kihyun había ido a casa por mí, y yo no fui capaz de relajarme desde que entramos al distrito de Gangnam.

El lugar más exclusivo de todo Seúl.

Y mucho menos cuando, al llegar al edificio de veinte pisos donde vivía, estacionó su auto.

El sótano del lugar funcionaba como estacionamiento, y albergaba autos que probablemente costaba más dinero del que alguna vez tuvieron todas las personas de mi árbol genealógico.

Mientras subíamos hasta el piso diecisiete, tallé mis ojos. La noche anterior había sido un poco difícil, después de lo de las píldoras. Me deshice de ellas. Pero aún así, no había podido dormir tranquila, sobre todo porque sabía que vendría a casa de Kihyun.

De cierta manera, me sentía un poco fuera de lugar. Todo ahí era lujoso, brillante y nuevo. El sistema de seguridad, el elevador, los pasillos. Ni siquiera quería imaginar la sala recreativa y el gimnasio que Kihyun mencionó que había.

Mi sudadera blanca, mis jeans viejos y mis converse raídos no hacían juego con la suntuosidad de ahí.

Caminamos hasta una puerta con el número ciento diecinueve. Tenía una cerradura digital,  y después de que Kihyun presionara varias teclas se escuchó un pequeño sonido. El seguro se había desactivado.

—Después de ti, Nabi —dijo él, al abrir la puerta del departamento.

Lo miré, insegura, mientras me dejaba espacio. Mi pulso se aceleró cuando di unos cuantos pasos y él me siguió, cerrando la puerta detrás de nosotros.

Traté de disimular el asombro en mi expresión mientras veía el recibidor de su departamento. Había armarios a los lados que parecían hechos de caoba, y llegaban hasta el techo. La lámpara encima de nosotros era un pequeño y elegante candil. Y el piso y paredes era de granito color marfil; podía ver el reflejo de las cosas claramente.

—Bienvenida a mi casa.

Kihyun me regresó a la realidad cuando pasó a un lado mío y abrió uno de los armarios. Mis ojos se expandieron al ver la cantidad de zapatos que había dentro, probablemente había más de treinta.

Guardaba tenis, mocasines, sandalias, botas y más zapatos a montón. Y no quería saber cuántos más debía de tener si los demás armarios también alojaban calzado.

Yo con suerte era dueña de algunos cuatro pares de zapatos, si contaba mis botas para la nieve.

—Mira, Nabi. Te compre éstas —murmuró, tomando unas pantuflas del armario, y mostrándomelas—. No sabía que color te gustaría más, así que escogí las blancas.

from zero » yoo kihyunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora