Capítulo 37: Confesar

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El motor del auto dejó de sonar cuando Kihyun lo apagó

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El motor del auto dejó de sonar cuando Kihyun lo apagó. La calle del edificio donde vivía estaba casi vacía, a pesar de que no era tan tarde.

Pero era domingo por la noche, así que probablemente la mayoría de las personas estaba en casa preparándose para la rutina de la semana.

El camino a casa se sintió como un sueño bastante dulce. Mi pecho estaba lleno de alegría. Porque había pasado un día agradable con Kihyun.

Pero sobre todo, por el hecho de haberme dado cuenta de que me gustaba.

Y porque quizá... yo le gustaba a él también.

Apoyó una de sus manos sobre el volante mientras la otra la tendió hacía mí; indicando que le diera la mía. Lo hice en un reflejo, y mi corazón se alboroto cuando la apretó ligeramente.

No había mucha luz, así que sólo podía alcanzar a distinguir trazos de su rostro. Entre ellos, su sonrisa a medias.

—Hoy me divertí mucho contigo, Nabi.

La emoción mezclada con los nervios que sentía debajo de mi piel me hizo tragar saliva.

—A-ah, yo también, sunbae —murmuré, sonriendo—. Gracias por invitarme a tu casa, y por cocinar para mí.

Si dejaba de lado las cosas inusuales que había percibido mientras estaba con él, podía decir que había tenido un día bastante especial.

Se sentía muy bien cocinar, comer, reír y simplemente pasar el rato con alguien como él.

No. No alguien como él.

Con él. No podía ser alguien más que Kihyun.

—Gracias por pasar el día conmigo, sunbae. Fue muy lindo —agregué.

Su pulgar acarició mi mano, enviando mariposas directamente a mi estómago.

—No, gracias a ti —respondió él—. Soy el más feliz cuando pasas tiempo conmigo.

Parpadeé. Me sostuvo la mirada, en silencio. Mis latidos eran tan ruidosos que era lo único que podía oír.

—Puedes venir a mi casa cada vez que quieras —prosiguió, solemne—. Podemos hacer lo que tú quieras, Nabi. Solo tienes que decírmelo.

Era de noche, así que quizá él no pudo notar el brillo en mis ojos, pero asentí con un gesto.

—Gracias, sunbae.

Sin inmutarse, llevó su otra mano hasta mi cabello. Colocó con cuidado un mechón, que se había escapado de la trenza, detrás de mi oreja.

El calor volvió a subir hasta mis mejillas cuando sentí sus dedos rozar contra mi sien.

Suspiró.

—Bueno, creo que ya es hora de que regreses a casa —susurró, con pesadumbre—. Pero mañana temprano vendré por ti, ¿okay?

from zero » yoo kihyunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora