Capítulo 39: Manzanas

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Miré la forma en que la ropa perfectamente doblada yacía sobre la cama mientras yo trataba de procesar lo que mi madre acababa de decirme

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Miré la forma en que la ropa perfectamente doblada yacía sobre la cama mientras yo trataba de procesar lo que mi madre acababa de decirme.

La abuela tenía glaucoma. ¿Qué tan avanzado estaba? ¿Desde cuándo lo sabían?

Yo no tenía contacto con Sujeong. No tenía manera de saber ese tipo de cosas si mis padres no me lo decían.

El sonido del cesto de plástico ser arrastrado por el suelo llamó mi atención. Mi madre lo había acercado a sus pies. No me miró cuando tomó otra playera y dijo:

—¿Qué? ¿Estás preocupada?

Tragué saliva al escuchar el leve desdén en su voz.

—Uhm, bueno... un poco. No sabía que ella estaba enferma, yo-

—No deberías —me interrumpió. Su mirada seguía clavada en la ropa sobre su regazo—. ¿Acaso ella se preocupaba por ti?

Mis labios formaron una línea fina, dejándome en silencio. Bajé mis ojos hacía el endredón color marrón, apesadumbrada.

La escuché suspirar de nuevo.

—Siempre te preocupas por cosas que no deberías —murmuró, cansada—. A ella nunca le importaste, Nabi. ¿Por qué te es tan difícil aceptarlo?

Un nudo se apretó en mi estómago, y sentí la saliva acumularse en mi boca.

Ser consciente de la verdad era diferente a que alguien la dijera en voz alta. Hería más. En especial, si la escuchabas de tu madre.

Pero ella no siempre fue así; tan franca. Los años le había formado un caparazón muy rígido.

Ya no le daba miedo hablar. Al menos, no como antes.

Sin embargo, ahora me pregunto, ¿de que servía eso? Si terminó sembrando ese mismo temor en alguien más.

Colocó la playera que había doblado sobre la cama, y alcanzó un pantalón.

Después de un momento, vi su ceño fruncirse ligeramente. Sin dirigirme la mirada, negó con la cabeza.

—A veces siento que sigues siendo una niña.

Parpadeé, repentinamente azorada.

—Mamá-

—No puedes llorar cada vez que te pasa algo, y tampoco puedes esperar a que la gente te quiera, Nabi. Así no funcionan las cosas —farfulló, como si hablará más para sí misma—. Eres una adulta, compórtate como una.

Mi rostro se ruborizó, haciéndome sentir avergonzada.

¿Por qué las palabras de mi madre hacía mí siempre terminaban siendo duras? No importaba qué hiciera, ni cuánto lo intentara.

from zero » yoo kihyunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora