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Advertencia: depende

—1936—

Steve se encuentra en la biblioteca en un sábado, estudiando todos los libros que la señorita Johnson les ha dejado, le gustan tanto que ni siquiera se da cuenta que pasó todo el día sentado tomando notas sobre la anatomía del cuerpo humano y su relación con el arte hasta que siente su trasero demasiado entumecido y se levanta para poder estirar su delgado cuerpo, escucha el sonido de sus huesos crujir, apenas y tiene dieciocho años pero su cuerpo se siente como si tuviera cien años, Steve dudaba que con su historial de enfermedades llegara a por lo menos los treinta.

Y es cuando se da cuenta de que el cielo de Brooklyn está gris y se avecina lo que parece una fuerte tormenta por cómo los árboles azotan con el viento.

Rápidamente toma sus cosas y guarda los libros como le es posible, su mochila seguro pesa más que él pero tiene que salir de ahí.

Y cuando sale hacia la calle le sorprende ver que la gente busca refugio, salir inmediatamente de la calle es prioridad de todos, empieza su camino tan rápido como sus dos pies lentos le permiten, correr no es una opción para el pobre hombrecito que siente el aire calar en sus mejillas, correr significaba que un ataque de asma lo asaltaría inmediatamente en la calle y había olvidado su inhalador en casa.

Maldición...—soltó cuando las primeras gotas mojaron su rostro.

Abrazo más su mochila para evitar que se mojaran los libros que había sacado de la biblioteca.

Siguió y siguió caminando hasta que tuvo que detenerse puesto que la lluvia se intensificó, estaba empapado, el aire no ayudaba en nada, su cuerpo empezó a temblar cuando sintió el ventarrón venir por él, aun le quedaba muy lejos su hogar.

Trató de refugiarse en algún lugar pero todo estaba desértico y no había donde quedarse.

Voy a morir... Aquí...—dijo después de saber que si no salía de la lluvia en los próximos minutos sus enfermedades se manifestarían.

Un claxon lo sacó de sus
pensamientos oscuros.

Forzó su vista para mirar a través de la lluvia y mirar que el conductor del carro le hacía señales.

«Tal vez si no moría por sus molestias clínicas lo haría a manos de un asesino...» se dijo así mismo.

—¡Vamos Rogers, te estás empapando ahí!...—escuchó esa voz.

Esa voz la conocía, la escuchaba de lunes a viernes y le hacía sentir remolinarse algo en su estómago.

Esa voz.

Entonces se acercó hasta el auto y la puerta se abrió y puedo ver a la conductora.

La señorita Johnson...

—Chico vamos deja de tontear...—volvió a apresurarlo.—¿Quieres morirte?—le reprochó.

Steve parpadeó varias veces antes de negar y rápidamente se subió a lado de ella.

—Gracias al cielo...—suspiró la mujer.

El chico no dijo nada y la observó de reojo, la mujer llevaba como siempre un vestido ajustado al busto y cintura con el cabello tan bien recogido como siempre.

Gra-cias...—logró pronunciar y se abrazó así mismo el frío lo iba a matar.

Ella le dió lo que pareció ser una sonrisa a medias.

||𝙎𝙏𝙀𝙑𝙀 𝙍𝙊𝙂𝙀𝙍𝙎 ||𝙊𝙉𝙀 𝙎𝙃𝙊𝙏𝙎||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora