3. Primer sábado.

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Desde aquella conversación, no habían vuelto a hablar. Ni siquiera habían vuelto a discutir en clase —cosa que al resto de alumnos se les hacía demasiado extraño—.

Kyle está seguro de que así es mejor, pero su corazón late adolorido cada vez que mira a Craig de reojo. Odia esa sensación. Y a veces, cree —y solo cree— que Craig también nota cuando el dolor emocional le invade los sentidos.

El sábado por la mañana, tanto Kyle como Craig llegan temprano al castigo. A Kyle le sorprende esto, pues no creía que la puntualidad estuviera dentro de las capacidades de Craig.

Para su mala suerte, están solos. Van a estar a solas durante todo el día.

— No puedo estar vigilando todo el día, así que confío en que no haréis nada.

El profesor Garrison, obviamente, les tiene demasiada fé. No es que tengan intención de hablarse o cualquier cosa, ni mucho menos, pero tampoco van a estar todo el día sentados y estudiando —aunque deberían, esa es la finalidad del castigo—.

Las dos primeras horas las pasan en silencio sin problema alguno. A veces, el silencio es tan horrible que Kyle jura que Craig puede escuchar su corazón desde la otra punta de la biblioteca.

— Oye, ¿Vas a estar estudiando todo el día?

— Se supone que es lo que debería hacer, y tú también.

Craig rueda los ojos. Kyle se fija en que sus ojos son de un azul jodidamente atrapante, que le deja sin aire. Son oscuros, de un tono cobalto y rodeando la pupila hay pequeñas estelas de marrón claro. Kyle podría perderse en esos ojos y de hecho, lo hace.

— Tus ojos también son muy bonitos.

Kyle aparta la mirada a la velocidad del rayo. No quiere sonrojarse, pero está seguro de que ya lo ha hecho por la forma en la que siente su cara arder, de forma casi febril.

— Venga, sé que nos odiamos y tal, pero la situación solo nos deja una opción y es hablar.

Odia la forma en la que Craig está intentando hacer como que no pasa nada. Quiere pegarle un puñetazo para que reaccione; pero sabe que eso le dolerá a él mucho más de lo que le dolerá a Craig, y que no servirá para nada.

Maldita alma gemela.

¿Eres virgen?

Tiene que ser una puta broma. Kyle va a despertar en su cama en breves, y todo lo que ha pasado desde la pelea habrá resultado ser un horrible sueño.

— No te importa.

— O sea, que sí.

— ¡No te importa!

Craig ríe. Esa es la primera vez que Kyle le ve con una expresión que no es el ceño fruncido o sonrisa de superioridad; también se da cuenta de que lleva brackets. Y le quedan bien, pero Kyle definitivamente no debería estar pensando en eso.

— Bueno, si te sirve de consuelo, yo técnicamente también lo soy.

— ¿Técnicamente?

— Digamos que a Tweek no le llama la atención la idea de que se la meta y a mí no me hace ni puta gracia que me la meta, así que nos quedamos en los benditos preliminares. —Craig se encoge de hombros.—

Kyle tiene la sensación de que no debería haber escuchado nada de eso. Primero, porque es su privacidad, segundo, porque los celos le están comiendo vivo desde lo más profundo de su alma —odia esa sensación, la odia con todas sus fuerzas—.

— No sé si eso es bueno o malo.

— Bueno, si sabes aprovecharlo.

El pelirrojo suspira.

— ¿Podemos hablar de otra cosa que no sea tu vida sexual? Porque no me interesa lo más mínimo.

Kyle podría acostumbrarse a ver a Craig sonreír genuinamente, sin ninguna maldad escondida.

— Yo pensaba que tú y Marsh teníais... Ya sabes, algo más que amistad.

— ¡No! Joder, no.

Stan Marsh es su mejor amigo desde que tiene uso de razón. Por culpa de las palabras de Craig, Kyle imagina como sería besar a Stan y un escalofrío —nada bueno— le recorre el cuerpo. Y mejor ni hablar de el resto de cosas que llegó a imaginar; es mejor que no sean mencionadas nunca, jamás.

— ¿Y con Cartman?

— Craig, voy a pegarte un puñetazo en la boca si no te callas.

Y ahí está otra vez, la sonrisa de superioridad de Craig.

— Hazlo. Te va a doler.

El silencio invade la conversación. A Kyle aún le cuesta asimilar que ese chico —que por muy guapo que sea, es un imbécil y no tiene remedio alguno— es su alma gemela. Y que parece que no le importa absolutamente nada.

— Si te soy sincero, no entiendo por qué nos llevamos tan mal.

— Porque eres un imbécil.

— Me lo dicen mucho, no te lo voy a negar.

Kyle no puede evitar reírse.

— ¿Ves? Si hasta te ríes con las cosas que digo. Lo nuestro es inevitable, Broflovski.

No sabe si quiere saber a qué se refiere con lo nuestro.
Seguro que es una tontería, como todo lo que dice.

Kyle no sabe bien por qué, pero ese primer sábado de castigo se sintió demasiado como un descanso de su ajetreada vida: solo él y Craig, siendo protagonistas de una comedia sin sentido.

A prueba de ti;; cryleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora