7. Por un día.

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A Kyle le costó dormir esa noche.

Quería confiar en Craig, realmente quería. Pero no entendía por qué Craig no podía explicarle que le pasaba. Son almas gemelas, ¿No debería confiar en él?

La alarma suena y se da cuenta de que no ha dormido absolutamente nada. Hace mucho tiempo que no le pasa eso.

Se levanta de la cama, se ducha, se viste y desayuna. Son las siete y cuarto, entra a clase a las ocho, pero aún así decide salir de casa. Camina por las calles solitarias, escuchando música en sus auriculares.

Necesita hablar con Craig. Pero como era de esperar, no ha llegado aún. Kyle se sienta en la entrada del instituto mientras espera a que abran las puertas. Empieza a mirar su página de Instagram; no hay muchas cosas interesantes, solo memes y fotos de sus amigos.

De repente, le llega un mensaje. Es de Craig:

Lo siento mucho por no contestarte anoche.

A Kyle no le da tiempo a contestar, porque Craig manda otro mensaje seguido a ese.

Pero te dije que haría que la espera valiera la pena. ¿Nos salgamos las clases hoy? Por un día no pasa nada.

Kyle se lo piensa. No le gusta saltarse clases porque sí, es un estudiante de dieces y le gustaría seguir siéndolo.

Quiero estar a solas contigo. Espérame en el parque detrás del instituto.

Ahora voy.

;)

Kyle no puede evitar sonreír. Aunque la idea de saltarse un día de clase sigue sin parecerle lo más sensato, pasar esas horas con su alma gemela suena más que bien. Así que de dirige al parque detrás del instituto, tal y como Craig le ha dicho. Diez minutos después, Craig llega con una sutil sonrisa en su rostro.

— Lo tengo todo planeado, ya verás.

Y no miente. Ha planeado hasta el último detalle para que la situación fuera lo más ideal posible. Le debe unas buenas disculpas a Broflovski, después de todo.

Craig la tiende la mano a Kyle. El pelirrojo no acaba de entender qué quiere conseguir con eso.

— Dame la mano anda.

Kyle se sonroja; por la vergüenza del acto y por no haber entendido las intenciones de Craig antes.

Mientras caminan por la calle, Craig saca su teléfono y le da un auricular a Kyle. Escuchan música mientras la brisa les acaricia la cara con suavidad. Kyle descubre que a Craig le gusta mucho el rock pero que también escucha algo de pop, y no tiene problemas en admitirlo, al menos no delante de Kyle.

— Esta es mi casa.

Kyle se sorprende. Craig le ha llevado a su casa, sin dudarlo ni un momento.

— Mis padres no están y mi hermana está en clase así que... Estaremos solos.

No puede negar que las palabras de Craig le ponen nervioso.

Craig abre la puerta y le invita a pasar. Kyle pasa, aún dudando de si la alarma le sonara en cualquier momento y todo eso resultará en un bonito sueño.

— Vamos a mi habitación, tengo algo que enseñarte.

Kyle sabe que es imposible que Craig tenga ninguna intención secundaria —es muy pronto aún—, pero aún así se sonroja ante la idea, y espera que Craig no lo haya notado.

Cuando entra a la habitación de Craig, ve como el moreno se le adelanta y le enseña una jaula de metal. En su interior, había una cobaya marrón y blanca, que se acercó corriendo a los barrotes en cuanto su dueño hizo acto de presencia.

— Se llama Stripe.

Craig abre la jaula, sacando al animal, y lo toma en sus brazos con todo el cariño que Kyle nunca pensó que vería emanar de Tucker.

— Ven, siéntate. —Craig se sienta en su cama y Kyle se sienta al lado suyo; y ahí es cuando el moreno pone a Stripe en su regazo. El animal se muestra nervioso al principio, pero rápidamente se acomoda sobre él y cierra los ojos— Me parece que le caes bien.

— Es demasiado adorable, creo que voy a llorar.

Craig deja escapar una risa. Acaricia a Stripe, haciendo que el animal produzca sonidos de felicidad —a Kyle le recuerdan a la risa de Stan cuando está ebrio, es decir, más a menudo de lo que le gustaría—.

— Y creo que tocas la guitarra, ¿No?

Kyle se sorprende cuando ve a Craig cargar una guitarra eléctrica. Sí, toca la guitarra desde hace años. Pero no tenía ni idea de que Craig también lo hace.
Craig toma a Stripe entre sus manos y lo devuelve a su jaula.

— Deberías hacerme una demostración.

— Bueno, si insistes.

El pelirrojo se encoge de hombros y agarra la guitarra de Craig. Es una Gibson Memphis azul. Kyle empieza a sospechar que el color favorito de Craig es el azul, y no se equivoca.

Comienza a tocar un par de acordes al azar, intentando acordarse de alguna canción en concreto. Hasta que una se le viene a la cabeza.

Kids these days de KONGOS. Era una de sus canciones favoritas, no solo por la letra y por los recuerdos que le traía, si no porque fue una de las primeras canciones que aprendió en guitarra. Le tiene un cariño especial.

Está demasiado concentrado como para notar que, mientras hace sonar cada nota e inconscientemente tararea la letra, Craig tiene una sonrisa de oreja a oreja que nada ni nadie podría borrarle, no en ese momento.

Craig tiene ganas de besarle, no lo va a negar. Verle ahí, concentrado a más no poder, sacando la punta de la lengua —Craig ha podido notar que ese gesto lo repite cada vez que está profundamente concentrado en algo—, solo hace que quiera quitarle la guitarra de las manos y besarle de una vez por todas, comunicarle todo lo que siente en ese momento sin necesidad de palabras. Realmente quiere; los labios de Kyle son carnosos, rosados y siempre lleva brillo puesto. Craig se encuentra a sí mismo preguntándose a qué sabrá.

Pero no hace nada. En vez de cumplir sus fantasías, se queda observando a Broflovski. Sus gestos mientras canta cada vez con más ímpetu, como da golpes con el pie contra el suelo al ritmo de la música, como se muerde el labio inferior cuando alguna nota no le sale tan bien como le habría gustado —aunque para Craig está perfecto de esa forma—.

Y es que, ninguna sensación se comparaba a la de ver al chico por el que estaba empezando a caer, en su propia burbuja de felicidad.

A prueba de ti;; cryleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora