Capítulo 27

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Texas, Estados Unidos

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Texas, Estados Unidos

Austin, Texas

Circuito de Las Américas


Cuando los tres pilotos subieron al podio, recibieron sus trofeos los dos primeros y por último fue el turno del piloto del primer lugar. Todos quedaron eufóricos, aplaudiendo y vitoreando cuando vieron aparecer a Fiorella con el trofeo para entregárselo a Luka. Aunque estaba cohibida y con nervios, avanzó hacia el hombre para otorgarle el premio.

―Felicitaciones ―expresó con una sonrisa.

―Muchas gracias, Fiorella ―dijo él aceptando su mano como saludo y dándole una sonrisa también.

Ni siquiera durante las prácticas, la clasificación y hasta el final de la carrera se habían arreglado y a pesar de todo, Cassiragghi había demostrado un buen desempeño en la pista pero no le importaba su trabajo y el dinero que ganaba en cada carrera si no tenía a la única mujer que quería a su lado.

Cuando la joven felicitó a los otros dos integrantes del podio, se retiró de la plataforma para volver a ocultarse entre los técnicos de la escudería y junto a su padre, quien luego fue llamado para recibir un trofeo como el jefe ingeniero de carrera del piloto.

La muchacha salió del lugar y se quedó sentada en uno de los bancos del pasillo, apoyando los antebrazos sobre los muslos y con la cabeza gacha. Las lágrimas no tardaron en emerger y la barbilla a temblarle. Se odiaba a sí misma, se odiaba y mucho porque supo bien que había terminado actuando como una estúpida.

Después de toda la celebración arriba del podio y que todo comenzara a volver a la normalidad para la próxima carrera, Fiorella le avisó a su padre que se quedaría para intentar hablar con él.

―Me parece bien que aproveches en conversar con Luka, creo que lo necesitan los dos ―confesó con afirmación.

―Espero que aún quiera dirigirme la palabra, a pesar de que ya lo estoy dudando ―apostilló con la voz quebrada.

―Yo creo que estará dispuesto a escucharte ―la reconfortó dándole un abrazo.

―Fui una idiota, pensé por días, semanas y después de todo, no vi nada más sospechoso o que pudiera dudar de él ―estalló en lágrimas estando los dos dentro de la oficina personal de su padre.

Su progenitor la abrazó para calmarla un poco pero luego se separó un poco de su hija y la miró detenidamente a los ojos.

―Si vas ahora, seguramente ya estará en su vestuario ―comentó mirando su reloj pulsera―. Ve tranquila, estoy convencido que no te echará ni mucho menos, te daré la copia que tengo de la llave de su vestuario porque siempre lo cierra ―respondió y le hizo entrega de la llave, y luego apoyó sus manos sobre las mejillas femeninas mientras quitaba sus lágrimas debajo de sus ojos―, anda... ve, nos vemos mañana ―le dijo besando su mejilla y dándole una palmada cariñosa en esta también para darle ánimos.

Noches de Tormenta ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora