CAPÍTULO VI

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Después de aquella experiencia en el cuarto de los hermanos Zambrano, con Adrián, este me dijo que nada cambiase entre nosotros, que hiciéramos como que nada hubiera pasado, que fue cosa del licor y que no debería repetirse. Por más enamorado que me sentía de Adrián, acepté, pues no quería perder su amistad. Por su lado Adrián, me había agarrado un cariño muy especial, si bien deseaba estar íntimamente conmigo, pero no quería jugar.  Nuestra amistad siguió. Nada perturbó ese sentimiento fraterno que ya había entre nosotros.

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Era uno de esos días aburridos de fin de semana, no se me ocurría nada interesante para pasar el tiempo. En mi casa, mis padres habían salido a un compromiso, y mis hermanos estaban cada uno con sus respectivas parejas. Estaba a punto de meterme a la cama y ver tv, cuando recibí una llamada.

- Aló!!! ¿Buenas tardes, con quien tengo el gusto?

- Aló Jairo, te habla Adrián

- Hola Adrián, ¿Cómo estás? A que se debe el milagro de tu llamada, ¿Todo bien?

- Hola Jairin, si todo bien. ¿Oye que planes? ¿Tienes algo más tarde?

- Tranquilo aquí en casa, no creo salga.

- Vente para mi casa pues, el chato ha salido y hoy no trabajo. Vente, jugamos algo, vemos alguna película, o lo que quieras. Ven pues para hacer algo. ¿Te animas?

- No, mejor otro día. No estoy de ánimos para salir.

- Ya pues Jairo, no seas aburrido, ven y verás que te hago cambiar los ánimos en una.

- Jajajajaja, siempre tan gracioso. Mejor ven tú para mi casa, salimos a comer una pizza o la pedimos, podemos tomar un vino. Estoy solo, mi familia todos han salido.

- Ya amigo, me doy un baño y salgo para allá. Díctame tu dirección.

Adrián aceptó mi invitación sin pensarlo, supongo que le gustaba la idea de pasar tiempo conmigo. Yo estaba seguro de lo que sentía por Adrián. Pero a él, aún lo sentía confundido en sus sentimientos hacia mi. Por un lado, quería que tengamos sexo, y por otro lado no quería hacerme daño. Aparte que ya sabía que yo estaba enamorado de él. El trato que tenía con Iván y Adrián eran distintos. Con Iván todo fluía espontáneamente, sin embargo, con Adrián me comportaba tímido. Por eso Adrián trataba de que ese sentimiento, y esa timidez que sabía que yo tenía, no influyera en esa bonita amistad que se estaba forjando entre nosotros, así que siempre buscaba una forma de romper el hielo, ya que muchas veces que nos encontrábamos en su casa, me quedaba callado, pesar de que habíamos quedado que las cosas entre nosotros, después de ese encuentro intimo que tuvimos, iban a seguir siendo igual. A veces se encontraban nuestras miradas, y daba vuelta mi cabeza haciéndome el desentendido. Por último, cada vez que había contacto físico, era yo el que se incomodaba, por más normal que fuera el contacto, trataba de evitarlo.

Adrián llegó a mi casa con una botella de gaseosa y una pizza que había comprado en el camino. Estuvimos un momento en mi sala, y después de comer subimos a mi cuarto para ver videos.

- ¿Chibolo, tienes PlayStation? – me preguntó.

- Si, tengo el de mis hermanos, pero te advierto que yo no sé jugar, la verdad nunca me llamó la atención. En mis ratos libres prefiero leer o ver películas – le respondí.

- Tranquilo pues cerebrito. No te preocupes, yo te voy a enseñar – me dijo, mirándome con cara de palomilla y de ternura al mismo tiempo.

Estaba tan a gusto con la compañía de Adrián, que a pesar que a mí no me gustaba mucho el fútbol, ni mucho menos los video juegos de la FIFA, acepté en jugar, pues me daba mucha ilusión que Adrián me enseñase, y al parecer, a Adrián también le agradaba la idea de enseñarme. Fui al cuarto de mis hermanos, y llevé el equipo y los mandos a mi cuarto. Pasamos toda la tarde, entre enseñándome, jugando, comiendo, y tomando algunas copas de vino. Después de haber jugado bastante y que Adrián metiera el último gol, me tiré en la cama como señal de derrota. Adrián que estaba a mi costado, también se echó, me miró a los ojos, acercó su cara a la mía, y me dio un beso, un beso tierno, un beso dulce, un beso sin malicia. Yo, sin dudar correspondí, y también lo besé con ternura, después sonreímos y seguimos jugando, no dijimos palabra alguna.

TÚ ME CAMBIASTE LA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora