Capítulo 2: Revelaciones

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Hacía años que Kakashi no ingresaba en ese hogar. La última vez que lo había hecho había sido por el cumpleaños de Sarada, quien aún era una niña con cierta pureza e inocencia, entablando apenas una relación sólida y tierna con su padre. La casa ese día estaba repleta de invitados: Naruto, sus hijos, su esposa, Ino y su familia...

El ambiente era tan frívolo ahora que podía entender perfectamente por qué Sakura intentaba mantenerse tanto tiempo fuera de allí: El silencio, las sillas vacías y los recuerdos de cada rincón. Todos los muebles en esa casa tenían una historia que contar de su familia, una memoria cálida que se había teñido de oscuridad tras la muerte de Sasuke. Él estaba acostumbrado a vivir solo, a tener un departamento donde nunca había vivido nadie más que él, pero no podía imaginar a Sakura pasando de una vida llena de ruido, cenas familiares y risas, a una llena de silencios y habitaciones oscuras de un día para el otro, como le había pasado. Eso solamente provocaba más admiración de él en ella: Se mantenía de pie pese a todo, se levantaba cada día e iba a trabajar, y volvía a casa cada noche a sabiendas de que nadie estaba para recibirla.

Todo estaba limpio, Kakashi sabía que ella era muy ordenada pero imaginaba que era muy difícil encontrar desorden o polvo en una casa que estaba vacía y cerrada la mayor parte del día.

Lo primero que hizo Sakura, una vez dejó las llaves y las bolsas con mercadería en la mesa del living, fue encender la calefacción. Realmente estaba haciendo mucho frío. Luego se dirigió a un perchero de pie que tenía cerca de la puerta, observando a Kakashi, sumido en sus propios pensamientos, que todavía no había dado muchos pasos dentro de la casa.

-Kakashi-sensei, por favor, deja tu abrigo en el perchero y ponte cómodo. Quítate las zapatillas si quieres -le indicó con amabilidad mientras colgaba el suyo. Él asintió, volviendo a la realidad.

Caminó tras ella y colocó su abrigo allí, luego dejó los zapatos al lado del perchero. Después se dirigió a las bolsas con la intención comenzar a guardar las cosas de Sakura y separar lo que utilizarían en la comida.

-Oh, Kakashi-sensei -lo llamó, caminando hacia el pasillo que se dirigía a las habitaciones-, deja eso para después. Iré a cambiarme, no me gusta estar en mi casa con la ropa con la que estuve todo el día en un hospital lleno de enfermos. Tú también deberías ir a lavarte las manos y refrescarte un poco en el baño. Hemos tocado dinero y todo tipo de cosas en ese almacén -le indicó, señalándole el camino con la mirada y esbozándole una sonrisa.

-Bien -contestó él, haciéndole caso y yendo tras ella.

Sus caminos se separaron al final del pasillo, donde la habitación principal de Sakura y el baño de su casa se encontraban enfrentados, uno a cada costado del camino. Ella cerró la puerta de su habitación mientras él ingresaba a acicalarse, haciendo lo mismo.

A pesar de cómo se había defendido Sakura en el almacén, Kakashi no podía dejar de pensar en la conveniencia de que esos rumores siguieran dando vueltas por la aldea y la perjudicaran o la lastimaran de cualquier forma. ¿Estaría lista ella para lidiar con la estupidez de la gente? Él aún podía ver la melancolía en las sonrisas que trazaba Sakura cuando recordaba a Sasuke y el notorio vacío en sus ojos cuando lo mencionaba, fuera cual fuera la razón. Ella era fuerte, pero aguardaba en su corazón una fragilidad que se sostenía por pura suerte, él la conocía bien y no estaba seguro de hasta dónde iba a seguir funcionando de esa manera si algo impertinente la acechaba, como los rumores malintencionados. Ahora mismo la rutina, su trabajo y sus amistades, como él, la mantenían a flote y le hacían llevadera las cargas de aquella muerte y la ida de Sarada... pero bastaba un mínimo alfiler, un acontecimiento inoportuno para desmoronarla por completo.

RenaciendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora