Capitulo I

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Esto era un desastre.

Esto era un completo, horrible y tremendo desastre.

No podía entender que había salido mal.

Kamek se enorgullecía de decir que era uno de los magikoopas más poderosos de su clase incluso a una edad tan corta. Su manipulación de la materia y sus hechizos de crecimiento eran envidiables, y ni hablar de sus capacidades de liderazgo.

Ahora, todo eso pareció irse al caño.

Desde que había quedado a cargo de el joven príncipe tras el misterioso fallecimiento de sus padres y  hermanos mayores, se había encargado de darle todo lo que alguna vez deseó e incluso más, ya que no quería que el pequeño se sintiera triste por el echo de que no tenía padres ni familiares cercanos que le enseñaran a ser parte de la familia real koopa, además de que se propuso en convertirlo en el mejor más poderoso, fuerte y aclamado rey que alguna vez existió en toda la historia de el reino.

Por esa misma razón, había indagado en un libro tras otro hasta encontrar un hechizo lo suficientemente fuerte como para ver no solo el futuro cercano si no que también uno muy lejano, en donde el principe se convirtió en rey.

Sinceramente, kamek espero que apareciera un reino fuerte con un rey adorado y poderoso, llenos de riquezas y tierras en donde solo podrían imaginar estar en su momento, quizá el rey casado y con un hijo o dos, e incluso un rey normal y corriente, nada espectacular.

Lo que vio lo sorprendió y enfado de una manera que no había sufrido nunca.

Sus tropas, su reino y su rey estaban tirados en el suelo frente a tres figuras, una mujer rubia con un largo vestido rosa, un hombre bajo vestido de rojo y otro muy similar a el pero vestido de verde. Los tres miraban con lástima, suficiencia y miedo respectivamente a el que en un futuro sería su regente, simplemente así.

Pero lo que más asustó a kamek fue lo que se encontró junto al rey.

Era el, el junto con otros ocho koopas los cuales no pudo reconocer. Estaba utilizando su traje azul, sus gafas y su varita, pero no veía intenciones de levantarse en esta figura futura suya, si no que permaneció en el suelo, derrotado.

La ecena fue demasiado para el, quería salir y quería hacerlo ya, por lo que levanto su mano muy alto y la bajo rápidamente contra su cabeza, efectivamente sacandolo de su trance.

Sus pensamientos lo invadieron de una forma rápida y desordenada ¿qué   va a hacer? ¿Que podía hacer? ¿Deberia comenzar a entrenar al joven maestro? ¿ Podrian sus acciones cambiar algo?

Una cosa era segura, el no dejaría que esto pasara.

Y así, comenzó su más loco y desenfrenado plan.

Habia rastreado y encontrado a los que serían responsables de la caída de el imperio. Ya mayores lograrían hazañas increíbles que no eran posibles para un humano, pero ahora eran simples e indefensos bebes.

Tras localizar el curso de la cigueña encargada de llevarlos a sus padres, realizó uno de lo actos más improbables que alguna vez pensó que llegaría a hacer.

Con una velocidad increíble montado en su escoba, voló directamente al animal y tomó de su pico a los paquetes que llevaba

-Los bebés son míos!- grito con voz chirriante al ave ahora mareada y despistada.

Kamek, satisfecho con su trabajo, voló directamente a su escondite sin echarle una segunda mirada a nada en particular, la adrenalina y la satisfacción de su buen trabajo eran distracciones suficientes como para centrarse en algo más que en llegar.

La fuerza del verdeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora