┊ ❧ .......¹

156 17 3
                                    

•✎↻ •あたまはさらはさ . . .
───────────────
✿*:«Vida destrozada»・:*✿

───────────────✿*:«Vida destrozada»・:*✿

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

- ̗̀❛❛ ¿𝕬𝖒𝖎𝖌𝖔𝖘?, 001 ❜❜ˎˊ˗

。・:*˚:✧。*ೃ:.✧ ⋆  •°.  。  .°•  ⋆

El recuerdo de aquella frígida umbría todavía está presente en esa alma en decadencia, que, pese a ser apenas una infante de escasez en cuanto a edad, sufrió la tragedia de haber perdido a sus progenitores en circunstancias inciertas e incógnitas,...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El recuerdo de aquella frígida umbría todavía está presente en esa alma en decadencia, que, pese a ser apenas una infante de escasez en cuanto a edad, sufrió la tragedia de haber perdido a sus progenitores en circunstancias inciertas e incógnitas, que tal vez nunca podrá saber con exactitud qué les ha pasado. 

Ocurrido aquel fatídico incidente, su custodia fue legalmente otorgada a una mujer demasiado cercana a la madre de la pequeña, mas no existía un lazo sanguíneo que los uniese. Ella era joven, de exuberante belleza y porte elegante, pero jovial y despreocupada, no estaba en condiciones de hacerse cargo por sí sola de dos niños; Sehung y Clishert. Kumeko mantenía una actitud inmadura, diecinueve años aún; nadie podía culparla de no adaptar cierta madurez cuando su crianza fue igual de insuficiente. Sin embargo, siempre ofrecía lo mejor de sí para esos chiquillos. 

Ese día, miércoles, una tarde en la que el manto azulado era teñido con tardanza por vistosas tonalidades bermellón, un indicador de que el final estaría por llegar. El único sonido en aquella sala vacía eran las manecillas del vetusto reloj, yendo y viniendo, creando un bucle casi fastidioso, en especial para la mayor del sitio, quien ignoraba lo acontecido ojeando sin mucho interés una novela romántica. Disimuladamente alzó la mirada, visualizando a una pequeña de no más de seis años, sentada en la butaca del salón escolar, leyendo en plenitud un libro bajo el epígrafe «Justine o los infortunios de la virtud», ninguna expresión o repulsión, sólo concentración y una enorme pasión. 

— ¡Llegue yo! 

 Era difícil descifrar qué había sido primero, si la cantarina voz femenina o el molesto chirrido metálico producido por la puerta. Ambas miradas se dirigieron a una azabache mujer, alta, de ropa considerada como exótica, en sus pálidas manos sostenía una botella de vino al borde de ser terminada. Clishert sonrió, mientras la docente maldijo a Kumeko en sus pensamientos. 

— Señorita Kumeko, ya llegó. Vaya... — manifestó la profesora, reteniendo sus palabras para no decir algo ilícito —, sé que tiene complicaciones para recoger a Clishert por su trabajo, pero esto es demasiado. La salida es a las 2:00 p.m. y usted siempre viene por ella a las 7:00. ¿Cree que yo no tengo asuntos personales?, además recuerde que en estas horas hay mayor riesgo de ser víctima de un ghoul y no puedo arriesgarme de esta manera por su irresponsabilidad. 

— ¡Ups! — exclamó Kumeko, sonriendo con cierta timidez y vergüenza  — ¡Prometo que no volverá a pasar, hasta luego!

Cuando menos se dio cuenta, salió corriendo de ahí sujetando a Fernsby de una mano. Una vez fuera de la institución, se encontraron con un chico de once años, Sehung, él poseía facciones similares a las de su cuidadora legítima. 

 — Aaaah, al fin llegan —, se quejó —. Por cierto, tía Kumeko, hay un hombre en un Mercedes-Benz esperándote, así que supongo que Clishert y yo nos iremos solos. 

— ¡Es él! — gritó la ruborizada adulta. 

— ¿Una paloma?

— Calla, me conviene. 

— Bah, da igual. La vida de por sí ya es un riesgo. 

— ¿Por qué eres tan amargado, Sehung? — agregó entre gestos infantiles la superior Gojo, a la par que Clishert reía en silencio de la situación. — En fin, aún hay un par de órganos en la nevera, mis niños. Nos vemos después, yo ahora debo ir con ese clase especial asociado. 

Y antes de concluir su oración, salió corriendo en dirección a ese investigador, dejando solos a ambos niños. Ellos, sin más, tomaron el solitario camino a su hogar. 

Habría sido como cualquier otro día; caminata a pie, pero esta vez hubo alguna diferencia. Sehung, sin dirigir palabra alguna, se desvío de camino hasta encontrarse en un callejón de aspecto tétrico; ahí mismo, estaba una motocicleta la cual lucía demasiado genial. Clishert miró dudosa al más alto. 

— ¿Qué es, Sehung? 

— Cortesía de algunos camaradas — sonrió victorioso. 

Él parecía tener todo bajo control, pero Clishert sólo se centraba en algo. 

« Sehung no sabe ni manejar un triciclo, creo que es momento de decirle adiós a mi preciada vida»

Ni siquiera se dio cuenta del momento en el que ya estaban en la solitaria y despejada carretera, con la velocidad al tope. Sehung disfrutaba la adrenalina del momento, mientras Clishert sentía el corazón en la boca; se aferraba con muchísima fuerza a la espalda de su amigo, pues temía caer. En algún momento, la niña tuvo el impulso de abrir sus verdosos ojos, y así lo hizo, pero se encontró con unos niños cruzando la calle, demasiado cerca. 

—  ¡Sehung, detente! — anunció en un elevado tono de voz, causando tensión en el susodicho. Él finalmente se percató de ellos, frenando al instante. —, pudiste haber causado un homicidio...

Fernsby los miró rápidamente; un niño de apariencia frágil y cabello azabache, mientras que el otro parecía más brillante y extrovertido, rubio. Antes de contemplar con mayor detalle, Sehung retomó su apresurado ritmo, hasta perderse del campo visual de esos jóvenes. 

— ¿Pero qué les sucede a esos tipos?, deberíamos denunciarlos.

— Hide, al menos seguimos vivos. Eso es lo importante. 

— Seh, lo que digas. 

El tímido e introvertido impúber sólo echó un precipitado vistazo a la dirección donde se habían marchado, finalmente regresó a la de su mejor amigo y continuó la vereda a casa sin prestarle atención a lo sucedido. 

。・:*˚:✧。*ೃ:.✧ ⋆ •°. 。 .°• ⋆

— ¡Guau!, eso si que fue extremo. Al fin he vivido una de mis fantasías. 

Sehung bajo sin cuidado alguno de la motocicleta, seguido de Clishert, quien aún parecía temblorosa. Se aproximó a su amigo, brindándole un codazo en las costillas, él sólo se quejó en un tono elevado. 

— Eres un tonto, pudimos meternos en problemas por tu culpa. 

— No te preocupes, muñeca. Si se metían en problemas nos tienen a nosotros. 

La suerte de Clishert no estaba de su lado ese día. Suficiente fue haber seguido los caprichos de Sehung, para ahora tener frente a ella al líder de una de las pandillas más peligrosas y temidas de Tokio. No es que le tuviese miedo, sino que no caía en su gracia, lo odiaba a él y  a sus secuaces, sólo le transmitía inseguridades e intranquilidad constante; ese mal presentimiento hacia él no se desvanecía, y a diferencia de Gojo, ella jamás podría tenerle confianza y menos mantener un vínculo amistoso. Fernsby rodó los ojos, retirándose de allí cuanto antes, su único destino era su diminuto piso del departamento. 

El intimidante líder encendió un cigarro, sonriendo. 

— Vaya, me encanta el carácter de Clishert. 

Murmuró el maleante, sin apartar la mirada de esa niña. Sehung se arrepintió de no darse cuenta, esa culpabilidad pronto lo invadiría. 

❀ 𝐕𝐈𝐃𝐀 𝐃𝐄𝐒𝐓𝐑𝐎𝐙𝐀𝐃𝐀 ¦ 𝔗𝔬𝔨𝔶𝔬 𝔤𝔥𝔬𝔲𝔩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora