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•✎↻ •あたまはさらはさ . . .
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✿*:«Vida destrozada»・:*✿

- ̗̀❛❛ 𝕺𝖍, 𝖇𝖊𝖓𝖉𝖎𝖙𝖆 𝖊𝖘𝖈𝖚𝖊𝖑𝖆, 002 ❜❜ˎˊ˗・:*˚:✧。*ೃ:

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•meses después•

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•meses después•

Clishert movía de un lado a otro el añejo cereal de mal sabor, ese mismo desayuno de todos los días. Realmente no tenía el menor apetito, y su actitud decaída lo decía todo. 

— Vamos, vamos, Clis. Tienes que comer algo, es tu primer día de clases y no puedes ir con el estómago vacío; es perjudicial. 

Oh sí, era ese bendito día después de las vacaciones de verano; regresar a la institución escolar. Clishert tenía sus razones para no querer asistir, pero no las podía dar a conocer, no quería darle más preocupaciones a Kumeko. Y si Sehung se enteraba, estaba segura de que él no mediría las consecuencias, trayendo consigo una terrible desgracia, y no estaba dispuesta a meterlo en problemas por su culpa. Así la primera comida concluyó en silencio, pronto Clishert tomó rumbo al colegio acompañada del pelinegro; y aquel lapso la hizo olvidar por un momento, porque él siempre sabía qué decir, incluso en los peores días. Pero eso le hacía pensar, «¿qué será de mí cuándo tú ya no estés? ». En mutismo, apreció la reluciente sonrisa del joven, analizando con detenimiento sus finas facciones siendo iluminadas por el abrasador sol matinal; y entonces, no pudo sentirse más afortunada de tenerlo a su lado. 

— Oye, Clis, nos vemos en la tarde. Pórtate bien, ¿está bien? — se despidió Sehung en la entrada del sitio de aprendizaje, él estudiaba en el mismo edificio, mas en otra zona apartada, por eso mismo la comunicación con Clishert dentro era imposible. 

— Está bien... — fue lo único que pudo decir. 

— Adiós, te quiero. 

Se despidió un sonriente azabache, desapareciendo entre la multitud. 

Una vez sola, Clishert contempló la enorme construcción frente a ella, y eso mismo la hizo sentir insignificante; casi por inconsciencia sus manos y piernas comenzaron a temblar sin querer detenerse, ella ni siquiera se percató de ese gesto involuntario. No era nueva ahí, sólo era el regreso a clases tras un período vacacional, sin embargo, la dosis de emoción combinada con temor inundaron por completo su estímulo sensorial; el nerviosismo pareció haber tomado el control absoluto de sus propias acciones.  Visualizó al gentío a su alrededor, la mayoría parecía tener más seguridad, aunque era lógico si estaban acompañados por sus interminables amigos y conocidos, pero, ¿qué había de ella?, estaba sola y nunca se había relacionado con nadie, ni siquiera sabían de su mera existencia, «las ventajas de ser invisible», pensó con ironía Fernsby, pero debería ser cambiado por desventaja, aquella palabra embonaba a la perfección. Reaccionó y salió de su trance, reuniendo la valentía suficiente para cruzar el portón que la conectaba a lo más odiado. Debía reconocer que se perdió varias veces, pues en verdad esa escuela era enorme, no obstante, finalmente llegó puntualmente al salón indicado. 

No hizo ruido al entrar, eso era lo que menos quería, anhelaba con todo su ser pasar desapercibida, odiaba lidiar con toda esa gente. Pese a ser temprano, allí ya se hallaban un par de niños de su edad; conversando entre sí, compartiendo sus fascinantes anécdotas ocurridas en ese trecho de ausencia, y por supuesto, recordando cuanto se habían extrañado. Clishert agachó la mirada, mirando sus manos. Y así pasaron algunos minutos, hasta que el timbre resonó con fiereza, lo que trajo consigo a la carismática profesora. 

Fernsby apenas prestaba atención a la aburrida explicación de su superior, prefería recostarse sobre la butaca y admirar el bosque, que, curiosamente, sólo estaba a unos pocos metros de allí, mas su ingreso estaba estrictamente prohibido, así que la niña debía guardar las ganas de dar un ataráxico paseo por el terroso pavimento, retener el deseo por sentir la cristalina agua del manantial recorrer sus fríos dedos. Se perdió tanto en sus ilusiones, que ignoró todas las miradas sobre ella. 

— Señorita Fernsby... ¡Señorita Fernsby!

Al escuchar esa elevada exclamación, regresó a una aburrida realidad; las clases. Era su profesora, viéndola con sumo rigor y reproche. La pequeña sólo la miró sin mostrar mucho interés. Esas miradas de sus compañeros le hacían sentir demasiada incomodidad, era capaz de sentir la mofa en el ambiente. 

«dejen de mirarme, son un fastidio todos ustedes».

— Perdón, yo no dormí bien anoche... 

— ¿Por qué eres tan pobre que ni siquiera puedes comprar un colchón dónde dormir? — agregó con escarnio un infante de mala entraña. El dichoso comentario terminó en un conjunto de sonoras carcajadas, incluso podía jurar que la profesora se burló de ella. 

— Si vuelve a dormirse en mi clase, estará expulsada. — dijo fríamente la docente, continuando la clase. 

 El resto del horario, Clishert hacía un descomedido esfuerzo por tratar de concentrase en algo que no fuese externo a lo escolar, al final, lo logró por minúsculos momentos. Perdió la orientación del tiempo, el timbre indicador del receso creó un sonido en el silencio. Una vez que todos estaban fuera del aula, Clishert aprovechó y salió rápidamente, sintiendo la mala mirada ofrecida por la maestra. Estuvo esperando a su única amiga, Jun, quien asistía en otra clase, pero se rindió al percatarse de su ausencia. Suspiró, yendo al comedor, donde tomo una bandeja y sólo se sirvió un emparedado y agua simple; debía controlar sus propios impulsos. Caminó por los pasillos, visualizando a todos sentados por grupos, nadie, absolutamente nadie, se percató de su estancia allí, se sentó en la mesa más alejada y la única que estaba completamente sola. Con todo el esfuerzo dentro de sí, se dispuso a dar un bocado a eso tan repulsivo. 

— ¿Tu amiga, la otra rarita tampoco vino hoy?, uy, que lástima. Los raritos e inadaptados siempre están solos. 

Hizo caso omiso al comentario ofensivo producido por una chica cinco años mayor que ella, Lyra, siendo acompañada por sus inseparables amigas. Siguió comiendo, lo que incrementó la furia en la opuesta, quien se hallaba de pie frente a ella. 

— Ah, Lyra, aquí estás. — era una nueva voz, voz que jamás escuchó en su vida.

Fernsby levantó la mirada, reconociendo a ese mismo chico rubio junto al tímido pelinegro. Vergüenza, eso era todo lo que podía sentir en esos momentos,  ¿con qué cara los vería, siendo que hace algunos meses Sehung los pudo haber atropellado?

— ¿Qué quieres, Nagachika?, ahora estoy ocupada con una amiga — Lyra sonrió con malicia, mirando a la menor. —, ¿cierto, Clis? 

— Ah sí, ¡sí, claro!

Sintió la pesada mirada del rubio y azabache sobre ella, lo que la puso más nerviosa. 

— Espera un momento, yo te conozco — anunció el extrovertido, — tú estabas con un chico, casi nos atropellan a Kaneki y a mí. 

— ¿Ah... ah?, ¿en serio?, creo que me estás confundiendo. Lo siento, yo... ya me tengo que ir. 

— ¡No, no te vayas, espera! — sonrió con aire amistoso, — ya no hay problema, al menos seguimos vivos. 

La pequeña sólo pudo reír con una creciente ansiedad. 

— Soy Nagachika Hideyoshi, pero puedes decirme Hide — se presentó —. Y él es Kaneki Ken, pero puedes decirle Kaneki. 

— Eh, mucho gusto, sí, sí. Yo... yo soy Fernsby Clishert, encantada. 

«Jesucristo, ¿por qué yo no soy buena en estos ámbitos de socialización como Cindy?, presentarme ya me tiene con el corazón en la boca y un temblor en todo el cuerpo».

❀ 𝐕𝐈𝐃𝐀 𝐃𝐄𝐒𝐓𝐑𝐎𝐙𝐀𝐃𝐀 ¦ 𝔗𝔬𝔨𝔶𝔬 𝔤𝔥𝔬𝔲𝔩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora