Capítulo 5

869 103 35
                                    

Tanjirou miraba la dirección que le marcaba su móvil cada dos por tres. Estaba nervioso. Le había preparado unos pastelitos a Genya y estaba convencido de que estaban tan buenos cómo siempre, porque su familia trabajaba en una panadería. Pero no dejaba de preguntarse si al pelinegro le gustarían.

Cuando al fin llegó a su destino, cogió aire y valor y llegó a la puerta. Golpeó la madera suavemente con sus nudillos.

Detrás de esta, el pelirrojo pudo escuchar la inconfundible voz de Genia que dijo: "¡Voy yo!"

Segundos después la puerta fue abierta de par en par por el pelinegro. Ahora que no estaban en la academia, este último vestía una camiseta de manga larga de color morado y unos vaqueros negros que estaban rajados en algunas partes.

-Pasa.-le dijo Genya al otro. La casa del joven era bastante hogareña, tenía dos pisos y la decoración en general estaba muy bien cuidada. El primero ya estaba subiendo unas escaleras cuando el cabello de burdeos se quedó anclado en su sitio.

-Ay, no.-se quejó el pelinegro, rodando los ojos y bajando las escaleras de un salto.-¡Quietos ahí!

Cinco niños y niñas se detuvieron en seco al escuchar la orden de su hermano. Se iban a tirar encima de su amigo y arrastrarle para jugar con él. Y esos niños conseguían lo que se proponían, aún si eso implicaba utilizar un poco de fuerza. Pero había tres cosas que temían: Genya, su madre y Sanemi. Ese orden era de menor a mayor y aunque es cierto que el albino era muy amable con sus hermanos, eso no quitaba el hecho de que cuando estaba enfadado era difícil de controlar.

Volviendo a la emboscada, digo, a la casa de los Shinazugawa, Tanjirou se adelantó y subió las escaleras. Quería jugar con esos niños pero tenía una urgencia por entender los malditos problemas de matemáticas.

-No sabemos controlar esos malditos mocosos.-replicó el pelinegro cuando entraron a su habitación.

-No hables así de tus hermanos, Genya.-respondió Tanjirou, sorprendido al entrar en la habitación del otro. La verdad es que no podría imaginarse cómo era su habitación pero ahora lo sabía. Las paredes estaban pintadas por un color gris ceniza y decoradas por una docena de pósteres de cantantes y grupos antiguos de rock. La mayoría de los muebles eran de color negro o gris pero lo que le llamó la atención a Tanjirou fue la presencia de algo verde. Al observar más detenidamente, se dio cuenta de que era un bonsái pequeño.

-¡Increíble! ¡Escuché que cuidar un bonsái requiere mucha atención! -Al pelirrojo le brillaban los ojos, literalmente. Y ante estos, Genya no podía hacer más que apartar la mirada, porque si seguía mirándolos se iba a perder en ellos.

-Bu-bueno, tampoco es para tanto ... Por cierto, ¿qué tienes ahí? -Señaló la bolsa de papel que el otro tenía.

-Ah ... para ti.-murmuró Tanjirou, apretando la bolsa contra el pecho del azabache y apartando la mirada, mientras sus mejillas se teñían de un leve rubor.

Genya abrió la bolsa y no pudo hacer nada más que abrir la boca. Esos pastelitos tenían un aspecto delicioso.

-Muchas gracias, ¿puedo darles algunos a mis hermanos?

-¡Por supuesto! -Sus miradas volvieron a encontrarse. El rojo y el morado. Son dos colores intensos pero sus miradas estaban hechas de ternura.

Genya fue el primero en romper el contacto. Sentía con demasiada fuerza el sentimiento de que ellos dos se habían conocido. Pero hace muchos, muchos años atrás. Cada vez que veía esos orbes rojos y los pendientes de cartas hanafuda, la sensación de familiaridad le absorbe. Por no mencionar el extraño sueño de la semana pasada. El protagonista era un chico igualito a Tanjirou, con la misma cicatriz y todo. Lo único diferente era su ropa, en su sueño vestía con una especie de uniforme negro con bordados blancos y le cubría un tradicional haori a cuadros de color negro y verde. Además de que portaba una espada en su cinto.

~En otra vida te haré feliz~GenTan/InoZenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora