10• Conociendo tu ser

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– Marcus... Es un nombre muy bonito. Me gusta -le dice mientras lo mira a los ojos-.
– A mí me encanta el tuyo... Kate. Te queda a la perfección.
– Quiero conocerte, niño. ¿Me dejarías saber de ti?
– No.
– ¿Por qué? ¿¡Por qué no quieres que te conozca!?
– Porque soy algo muy diferente a lo que estás acostumbrada a ver...
– No me importa, yo quiero saber de ti.
– ¿Estás segura, Kate? -le mira con seriedad-.
– Sí... -responde insegura-.
– ¿Como podría empezar...? -suspira-.
No tengo amigos, no tengo pareja, ni nada. Soy un hombre muy solitario y triste a pesar de que no lo demuestre...
– No pareces ser alguien ajeno a la compañía. Te notas alegre cada que te veo.
– Porque cada que me ves, estoy cerca de ti; y estar cerca de ti, me hace sentir extrañamente bien.

Ella se sonrojó y con su rostro oculto entre su cabello, sonrió levemente. Era la primera vez que alguien le había hecho un cumplido así.

– Son palabras muy bonitas, gracias... -respondió-. Pero pienso que es imposible ocultar tanto sufrimiento.
– Las personas manejan su dolor de distintas maneras. Unos buscan refugio, otros se ahogan en silencio.
– Pero no entiendo de qué puede sufrir alguien como tú...

Kate, aunque estaba escéptica al respecto, la seriedad que Marcus le demostraba, le confundía. Pues era la primera vez que conocía a alguien así.

– Yo si he sufrido mucho, niño.
– Estoy seguro que alguien en tu condición, debe sufrir demasiado. Pero no quiero hablar más de éste tema, solo quiero hablar contigo de otras cosas que no sean penas ni desdichas.
– Pero yo quiero conocerte a profundidad...
– Entonces hay que conocernos... ¿Cuando cumples años, Kate?
– El 16 de noviembre. ¿Y tú?
– El 10 de diciembre cumpliré 19.
– Yo cumpliré 22. Eres muy joven, Marcus.
– Quizá, pero soy lo suficientemente grande para ti.

Kate quedó enmudecida, sonrojada.
Él simplemente sonrió y le tomó su mano.

– Kate, para que seas mi amiga, debes estar dispuesta a darlo todo para disfrutar de lo que resta de la vida.
– ¿A qué te refieres...?
– A que se me están ocurriendo muchas cosas “imposibles” para hacer contigo, solo debes estar dispuesta a acompañar a este hombre a hacer tales cosas.
– No sé si sentirme asustada o emocionada...
– Puedes sentirte de ambas maneras.
– Hablas muy raro para ser tan joven, niño.
– No soy raro.
– Si lo eres...
– Claro que no soy raro, soy edición limitada, que es diferente.

Ambos rieron con fuerza.

– ¿Te gustaría rodar a la heladería?
– No me molestes...
– Vamos, solo serán un par de kilómetros. Yo te empujo.
– No quiero ir. No si me lo dices de esa manera.
– Esa es la forma en que hablo... Al menos contigo.
– ¿Por qué me tratas así? Si tú me agradas mucho. ¡No lo merezco! Ya me han tratado mal mucho tiempo. No quiero que seas como los demás...

Una lágrima nublaba la vista de ella, él la miró y acercó lentamente su rostro al de Kate para darle un beso en la frente, y con su mano, secar la lágrima que él mismo causó.

– Creo que soy muy sensible...
– Tranquila, Solo vamos por un helado y la próxima vez que vuelva, me vas a enseñar tú habitación, porque realmente está llena de cosas raras.
– Me gustan las cosas raras... -respondió mientras la mano de Marcus, acariciaba su mejilla con ternura-.
– Te subiré a tu silla de nuevo e iremos por un rico helado, ¿Te parece?
– Está bien...
– ¿Algún sabor favorito?
– Está vez, no quiero un sabor en específico... Quisiera probar algo diferente.
– Entonces vamos.

Luego de subirla con mucho cuidado a la silla, él empieza a llevarla hacía una aventura sin retorno.

                               ~
– ¿Algún sabor en especial para la dama? -preguntó el heladero-.
– ¿Qué te gustaría, Kate?
– ¿Qué sabores tiene, señor?
– Tengo fresa, moras, chocolate, maracuyá, vainilla, vainilla y fresa, vainilla y chispas de chocolate y explosión de moras.
– Quiero emm... Ese de explosión de moras, nunca lo he probado. -respondió señalando el sabor escogido-.
– ¿Y que quiere el caballero?
– Chocolate está bien...

El hombre le sirvió sus helados y los jóvenes se marcharon hacia un lugar con sombra, pues todavía era de tarde y el sol no se ocultaba.
– Que hombre tan cortés -dice Kate mientras lamía su helado-.
– Ciertamente lo es -respondió Marcus-. ¿A qué sabe ese helado?
– Pruébalo...

Kate extendió su brazo y puso su helado en los labios de Marcus.

– Es delicioso. ¿Quieres probar el mío?
– Sí...

Marcus hizo lo mismo, pero cuando Kate terminó de probarlo, él limpió un poco de chocolate que quedó en su mejilla...

                               ~•~
Hay algo que Kate no sabía, es que desde el día en que conoció a ese joven, su vida se convertiría en un juego de azar, pues cada vez que se viesen; por más corto que fuese el tiempo y por más rápido que pasase, era una sorpresa, una nueva aventura que aunque para una persona normal, sucediese todos los días, para ella, verlo a él, estar a su lado, oír su voz, sentir sus fuertes brazos, reír y platicar, era un milagro de la vida, un oasis en medio del desierto...

A tus piesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora