XIV

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Mientras la línea de espera sonaba, aferré mis manos al celular como si mi vida dependiera de ello. Tenía un agujero negro en mi estómago, sentía el dolor intenso que causaba al tragarse toda mi felicidad. Estaba desahuciado.

― ¿Qué quieres?― aunque sonaba molesto, escuchar su voz fue suficiente para detener aquel vacío persistente.

―Mikey...― agradecí que desde siempre hablábamos telepáticamente, pues mi voz estaba destrozada. Tenía los ojos empapados en lágrimas. Lo escuché suspirar.

―Voy para allá, ¿sí?― colgó. Aún estaba temblando, pero pude juntar fuerzas para levantarme e ir a mi cuarto a cambiarme de ropa. Cuando fui al baño a quitarme el maquillaje me vi al espejo: a pesar de que Frank no tenía ni cinco horas de haberse ido, yo ya era un desastre, tenía los ojos hinchadísimos.

Fui a la cocina y preparé dos tés de manzanillas, regresé a la sala y me quedé esperando a Mikey, moviendo la cuchara de mi tacita sin apetito mínimo para darle un sorbo. Mi hermano entró con su llave, me vio y volvió a suspirar, me levanté y fui a abrazarlo, me recibió sin decir nada.

―Perdón.

―Mejor cállate― me dijo, después me envolvió en sus delgados brazos, dándome toda la seguridad que necesitaba en ese momento. ― ¿Hace cuánto pasó?

―Hace ratito ―ni siquiera me separé, él negó, lo supe aunque no lo veía.

― ¿Y ahora?

―Perdóname por enojarme contigo ―me separé para limpiarme las lágrimas. Él barrió el comentario.

―Déjalo, somos hermanos, enojarnos todo el tiempo viene en el folleto ―solté una risita. Tener un hermano era una especie de regalo que apreciaba un montón. ― ¿Cómo pasó?

― ¿De verdad tengo que contarte? ―lo vi a los ojos, él asintió.

―Necesito saber cómo la cagaste para que puedas ir a explicarle todo con calma.

― ¿Qué?, no voy a ir a disculparme, ¿y si me rompe la cara? Creí que el plan era tragedia y luego fin ―me senté en el sofá, Mikey tomó su taza de té y se sentó al lado mío.

― ¿De verdad crees que vas a sobrevivir otro lapso de depresión así?― quise decir que sí, pero no creía poder sobrevivir más de un mes sin él.

―Pude una vez.

―Gerard, tal vez yo también me equivoqué, ¿quién te dice que diciendo la verdad todo va a salir mal?

―Pero tengo miedo ― me estiré por mi taza de té. Nos quedamos en silencio un momento, después Mikey chasqueó la lengua, saboreando su té.

― ¿Te parece ir el lunes? ―solté un suspiro, mi hermano era un necio sin remedio.

―Ya qué.

tacones |frerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora