Capítulo 8. La luna y el sol.

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Una mañana la Reina invitó a Yasley a dar un paseo a través de los jardines reales, antes de que se reuniera con Agares. 

—Escucha Yasley, ordené que tu entrenamiento se realizara en mi castillo, debido a que Agares me contó sobre las sospechas que tiene acerca de tu origen. Si está en lo correcto, provienes de un clan muy poderoso. Sobre todo, si tu sangre es pura.

—Gracias Su Majestad, me halaga mucho que quiera apoyarme, pero ¿a qué viene todo esto? Si no es descortesía.

—Existen hechiceros de todo tipo. Algunos buenos. Otros no tanto.

—Pero no soy mala— se apresuró a responder Yasley.

—Lo sé, tranquila. Es solo que debes saber algo importante—la hermosa mujer le dedicó una dulce sonrisa, estaba por hacer algo impensable.

—¿Desconfía de mí?

—No. Desconfío de los demás. Personas como tú suelen caer en la trampa de otros seres, que quieren manipularlos para obtener poder. Una vez que logran controlar todo su potencial, se convierten en blancos fáciles, sobre todo si no son conscientes de su propio poder. Es por eso que quiero pedirte un favor.

—¿De qué se trata? Su Majestad

—Prométeme que a partir de ahora cada una de las decisiones que tomes van a ser porque tú lo desees de esa manera. Eres un ser libre y siempre debes pensar primero en ti y en lo que tú quieres.— Fue muy grande el error de la Reina al pronunciar aquellas palabras, pero ella estaba consciente de lo que pasaría al hacerlo.

El sector Sur de Blue Heller siempre fue peligroso, pero antes de la llegada de Erután las cosas eran deplorables. Fue enviada por su clan para dar esperanza al lugar, sin embargo no todo podía ser perfecto. Los ángeles siempre fueron guardianes, podían verlo todo, pero ellos no podían interferir en las decisiones de los demás para cambiar el futuro. De lo contrario, perecerían lentamente, al igual que cualquier mortal que poseyera un alma, por alterar el orden sagrado de las cosas. Es por eso que cuando la Reina advirtió a Yasley, su destino quedó sellado. 

Justo en ese instante Agares apareció tras ellas, interrumpiendo aquella conversación tan importante.

—¡Ahí están! Por fin las encuentro ¡Su Majestad! Buenos días—Agares hizo una reverencia completamente exagerada—, espero que pueda acompañarnos en esta mañana tan hermosa. Hoy luce espléndida.

—Estaré encantada, Madame Agares. Puedo decir lo mismo de usted—respondió la Reina, de aquella manera tan angelical de siempre. Pero algo no estaba bien, ya comenzaba a sentirse diferente y ni siquiera había terminado de decir todo lo que quería.

—Es un honor, Su Alteza—tras otra reverencia ridícula, Agares tomó a Yasley por los hombros—, querida te he traído un obsequio que te va a encantar— de entre sus abultados pechos y su regordete cuerpo sacó una cadena de plata, decorada con un pequeño dije en forma de sol. El centro del sol estaba adornado con la piedrecita que su alumna había materializado el día anterior.

Yasley inmediatamente perdió el interés en la conversación con la Reina. No había recibido muchos regalos a lo largo de su vida, y cada que le daban alguno se convertía en algo muy especial. Fue por eso que la emoción tomó el control de sus acciones.

—¿Para mí? —sus ojos irradiaban un brillo intenso al ver aquel artilugio. 

—Claro que sí—Agares se dispuso a colocárselo—, en realidad yo solo lo decoré, tú hiciste esta pieza perfecta el día de ayer. Así ya no sentirás que extrañas a Black. Si lo llevas puesto, siempre van a estar juntas 

IMPERIUS. La leyenda de Black Dragon.  [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora