5.

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Narancia se separó un poco del abrazo que mantenían y le secó las lágrimas del rostro con suavidad.
Cerró los ojos al sentir su delicado roce y se permitió calmarse un poco al ahora sentir sus caricias en su mejilla.

Luego, los carnosos labios de Narancia se posaron sobre los suyos, en un besito tímido que correspondió con gusto.

El pelinegro pasó los brazos por detrás del cuello de su novio, profundizando más el beso, mojandole los labios con su lengua, cálida y húmeda

Fugo se sentía arder.
Lo tomó suavemente por la cintura. Quería hacerlo sentir bien, querido. Justo como el pequeño lo hacía sentir todo el tiempo a él.

Lo sentó sobre sus piernas y acarició su cuerpo de arriba hacia abajo, sin despegarse de sus labios y el beso tierno que mantenían.

Metió las manos bajo la ajustada camiseta del pelinegro, delineando su delgado y firme cuerpo.
Subió poco a poco, llevándose consigo la prenda hasta hacerla desaparecer.
Separaron sus labios en ese momento y Fugo miró la belleza de su pareja, mordiendo su labio al verlo sobre él agitado por el beso y sonrojado por la excitación.

—Eres tan hermoso, mi pequeño.— susurró suavemente despejando un par de mechones del rostro del mayor, pasandolos por detrás de su oreja.
Se acercó a besar su cuello, pasando ahora sus manos a su trasero, apretando este y atrayendolo más cerca.

Sentía escalofríos ante las manos de Narancia tocando su torso y bajando hasta su pantalón, rozando sutilmente su creciente erección. Más sus jadeos y gemidos apenas audibles que le provocaban al mayor sus besos.

Suspiró cuando Narancia desabrochó su pantalón, liberando la presión que sentía.
El pelinegro tocó lentamente, sintiendo la humedad de la ropa interior de Fugo. Se lamió los labios ante esto, y decidió quitarle la camiseta, deshaciendo luego su corbata.

Fugo hizo lo mismo y desnudó a su pareja.
Cambió de posición, acostando a Narancia sobre el colchón con suavidad, poniéndose encima de él.
Comenzó besando su pecho, suave y lento. No había prisa de nada, solo quería disfrutar de la suavidad de su piel y el sentir está contra la propia.

Acariciaba sus piernas, subiendo por estas hasta su cintura y luego hasta su cuello, presionando este sutilmente escuchando los jadeos del contrario.
Podía sentir contra la yema de sus dedos la piel erizada de Narancia.

Bajó un poco más los besos sobre su cuerpo, arrodillándose ahora delante de él y llevando una de sus piernas hasta su hombro, dejando besos y mordidas suaves en esta, mirando fijamente a la carita de su pareja, viéndose tan precioso.

—Te amo.— dijo llamando la atención de Narancia, haciendo que este abra sus ojos llorosos para mirarlo y sonreír dulcemente.
Abrió sus brazos, en una clara invitación a qué Fugo se envuelva entre estos.

Se besaron otra vez, un poco más salvaje.
Se sentían ansiosos, calientes. Necesitados el uno del otro.

Narancia abrazó la cadera de Fugo con sus piernas, haciendo que sus erecciones rozaran, provocando que ambos suspiren.

—Fugo, por favor...— rogó el pelinegro.
El más alto amaba ver a su pequeño de esa manera. Amaba escucharlo rogar por él, por su toque.

Obedeció, acercando sus manos a su erección para masturbarla lentamente de arriba hacia abajo. Solo quería desesperarlo más, lo cual logro fácilmente viendo a este temblar de excitación.

Llevó tres dedos de su mano libre hasta la boca del contrario, sintiendo como su lengua los recibía y lamía con gusto. Jadeó ante la vista, sintiendo como su pene se movía expectante.

A su pesar, sacó los dedos y rozó estos por su cuerpo hasta llegar a su trasero.
Tocó la entrada con sutileza, mirando a Narancia en busca de su aprobación.
Este asintió, sonriéndole dulcemente.

Entonces, Fugo metió lentamente el primer dedo, el cual entró sin problemas.
Lo movió suave, sacándole jadeos al pelinegro bajo él.
Metió dos más de la misma manera, hasta que ya no podía aguantar más.

Sacó los dedos y se acomodó entre esas largas y tersas piernas, acariciando estas mientras entraba en él, gimiendo al sentir como la estrechez lo recibía con gusto, dándole escalofríos.

Una vez su erección estuvo del todo dentro, se recostó sobre Narancia. Este lo abrazó fuerte cuando la primera embestida llegó, gimiendo de placer.

Fugo acomodó su rostro en el cuello del pelinegro, besando este mientras embestía lento y profundo.

—Te amo...— repetía Fugo en el oído de su novio, le haría saber cuánto lo hacía esa noche. —Te amo.—

Narancia era incapaz de emitir palabra, esas embestidas lentas, profundas lo volvían loco y llenaban su cuerpo de placer.
Solo gemidos salían de su boca y lágrimas de sus ojos. Sólo quería que esa noche no acabase nunca.

Aprendiendo a amar(te)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora