Mientras el día de Narancia fue cuesta arriba, Fugo era quién transitaba la cuesta abajo.
Luego de destruir la oficina de su psicólogo y sufrir la vergüenza más grande de su vida, llegó a casa y limpió esta compulsivamente. Era una de las tantas formas que el doctor Yoshikage le recomendó para desahogarse.
—Mierda, y pensar que luego tendré que pagar todo eso.— se tiró de los cabellos fastidiado.
Pensó que sería un buen momento para despejarse e ir a hacer las compras.
Estaba solo, y eso significaba poder comprar lo realmente necesario sin tener a Narancia pidiendo que le compre todo aquello que pase por sus ojos.Se arregló un poco el cabello que despeinó anteriormente y salió como si no hubiera desgastado sus guantes de lo fuerte que frotaba los muebles al quitarles el polvo.
Una vez en un supermercado, leyó su lista mental y esperó en la fila a cobrar aquello que llevaría a casa.
A unas cuantas personas delante de él había una anciana, a la cual le temblaban de sobre manera las manos y se movía muy lento.
Aquello le dió un pequeño tic en el ojo, no estaba siendo su día y esperar no era precisamente algo que le gustara.Luego, la anciana a punto de pagar sus compras, se le cayó todo el dinero al suelo.
Esta se agachó a recogerlo y Fugo sintió que viendo eso el mundo se veía en cámara lenta.
Rechinó los dientes, el chico delante suyo mascando chicle de forma ruidosa no ayudaba.—¿¡Soy una broma para ustedes!? ¡Aquí hay gente queriendo ir a casa, no a una fila de idiotas molestos que no tienen nada que hacer en sus malditas vidas!— gritó sin siquiera pensarlo, los nervios le pudieron.
Todos se voltearon a verlo, sorprendidos.
Sintió sus mejillas encenderse a rojo vivo y tiró todo aquello que pensaba comprar para comenzar a correr fuera del lugar, deteniéndose unas calles más adelante.—¡Aaaaarrgh!— gritó golpeando un poste, cuando su zapato se salió y le dió a este de lleno con el pie.
Gritó nuevamente, pero ahora de dolor mientras se retorcía en el piso.
—¡Mierda, mierda, mierda!— maldijo una vez el dolor se disipó un poco. Buscó su zapato y dignamente se retiró, bajo la mirada y risas de algunas personas.
Definitivamente, no era su día.
Si no moría de vergüenza, moriría del golpe que estaba a punto de darle a la pared con su cabeza.Finalmente decidió ir a su casa. Algo le decía que el destino de ese día era quedarse encerrado a limpiar y comer sin parar mirando películas.
——————
Narancia llegó, después de ayudar al chico de cabello rosa, a su hogar.
Le dolían los pies y tenía mucho sueño.Una vez entró, un Fugo desaliñado y rodeado de productos de limpieza lo recibieron alegremente.
—Ven aquí, te limpiaré.— dijo Fugo acercándose rápido y pasando un paño por su cara.
—Tuviste una mancha de dentífrico todo el día, tonto.— le besó los labios, escupiendo luego al sentir sabor a desinfectante por limpiarlo antes.—Ugh, no sabe tan bien como huele.— Narancia solo suspiró viendo a su novio limpiar y limpiar.
Luego se tocó la cara, ¿por qué nadie le dijo de la mancha? Que vergonzoso...
—¿C-como te ha ido hoy?—preguntó Narancia, no muy seguro realmente.
La mirada de Fugo se ensombreció, mirando por encima de su hombro al pelinegro.
—Debo una multa por daños a la vía pública, hice el ridículo haciendo las compras y le debo todo mi sueldo a David Bowie con obsesión por los gatos.— chasqueó la lengua y se sentó en el suelo, apoyando su espalda contra la alacena.
—Y... ¿Qué tal el tuyo?Narancia se acercó hasta él y se sentó a su lado, apoyando la cabeza contra el hombro del contrario.
—Trabajé doble turno e hice una buena acción. Nada mal, supongo.
Se quedaron en esa posición sin decir nada por un buen rato, hasta que ambos explotaron en una carcajada al mismo tiempo.
Vaya día más raro.—¿P-por eso le estás haciendo agujeros a los muebles?— preguntó Narancia entre risas, recuperando su respiración.
—Resultó ser una buena forma de quitar el estrés.— respondió Fugo de la misma manera, levantándose y ofreciendo su mano al azabache para ayudarle a levantarse.
—Ven, veamos películas mientras comemos hasta reventar.— le ofreció aquel plan tan romántico.
—Con gusto, mi linda Cenicienta.— bromeó el mayor y comenzaron a reírse a carcajadas otra vez.
Aquellos momentos eran los que más apreciaban.
Narancia debía y sabía aprovecharlos. Eran su gran consuelo cuando algo malo sucedía.
Aquello le animaba a confiar en su pareja, y en seguir a su lado a pesar de todo.
Sabía que no debía soportar ciertas cosas, pero el amor que sentía por él lo alentaba a hacerlo. Quería estar con él, y quería que estén bien.
Confiaba en su relación, y en que todo iba a estar bien.
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Aprendiendo a amar(te)
Hayran KurguNo lo podía controlar. No era tan simple como eso. Sabía que sus amigos tenían razón, lo estaba maltratando. Maltratando a la persona que más quería proteger en el mundo Que ironía, pensar que el pequeño Narancia seguía justificando aquellos golpes...