Capítulo 7 | quinta parte

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Él me martirizaba lamiendo mi clavícula y hundiendo las yemas de sus dedos en mi muslo. Un pequeño gemido de satisfacción se escapó de mis labios, y ese fue el primer gesto directo que hice para animarlo a continuar. Y su respuesta a ello fue intensa, pasando la lengua y mordisqueando suavemente mi piel, haciéndome hincar las uñas en sus brazos. Apretó mis piernas alrededor de su cadera y en ese momento comprobé que ambos estábamos en el mismo ciclo. Mi cerebro solo fue capaz de enviarme un ultimátum: tenía dos opciones. Ser la mujer adulta que era con los hombres que me gustaban, continuar con ese juego y desaparecer con Benjamín de ese comedor para dar rienda suelta a mis más bajos instintos (y que la reacción natural de su cuerpo me dejaba claro que él también quería hacer). O dejar que me acaparara el resentimiento, detenerle y evitar darle la satisfacción de tenerme a su merced aunque aquello supusiera irme con un buen calentón a casa. Y cada vez era más difícil tomar una decisión en mis cinco sentidos.

—Camila... — murmuró aún contra la piel de mi cuello, cada vez más cerca de mi oreja, una zona que para mí era particularmente sensible. La forma en la que pronunció mi nombre me aceleró el ritmo cardíaco y me hizo cerrar los ojos momentáneamente. Su mano soltó mi nuca y acarició toda mi espalda hasta llegar al coxis, donde apretó para intensificar el roce de nuestros cuerpos.

No contesté. Quería decirle que se dejara de tonterías, que me arrastrara a alguna de las habitaciones y me besara de una vez por todas antes de que yo tomara la riendas y lo sometiera. De otra manera, corría el riesgo de que reaccionara e hiciera caso a mi orgullo. Mis manos se colaron debajo de su camisa, permitiéndome deleitarme al masajear su torso. Si no me ponía un freno, sabía que acabaría arrepentida por comenzar a desnudarlo y besar cada centímetro de su piel en un lugar con público a escasos metros.

Pero se sentían tan bien sus manos acariciando mi cuerpo y su boca... esa que se atrevió a atrapar con los dientes mi labio inferior por sorpresa, enviándome descargas eléctricas por todo mi cuerpo. Subí ambas manos hasta abrazar su cuello y abrí mis labios cuando su lengua me pidió paso tan seductoramente. No era un beso suave, tampoco dulce. Era fuego. Intenso. Mi lengua se adueñaba de la suya, lo saboreaba, como si quisiera grabármelo en mi memoria. Subió un poco mi falda de tejido recio para que pudiera entrelazar mis piernas alrededor de su cintura, y eso hice. Gemí contra sus labios al sentir su notable erección contra mi. Él también jadeó mientras su mano acariciaba la cara interna de mi muslo y devoraba casi como un demente mi boca. Estaba al borde del infarto, sentía la furia sexual corriendo por mis venas.

«Estás loca si crees que puedo tener algún interés en ti», me dijo aquel día, cuando había bajado del remise. Mierda. Mierda. ¿Por qué justo ahora tenían que abordarme esos recuerdos de mierda? ¿Por qué no podía permitirme disfrutar?

Porque era una orgullosa y tenía demasiado control sobre cada aspecto de mi vida.

Aproveché que Benjamín me dio un poco de espacio para respirar, a pesar de que sus manos siguieron recorriéndome y se metieron debajo de mi jersey. Apreté los labios al rememorar en bucle y nítidamente sus palabras, con esa actitud chulesca, ninguneándome, a pesar de que intentaba no hacerlo. «No eres el tipo de mujer que me interesa». Suficiente.

Para —exigí, apartando mi boca de la suya. Él protestó con un sonido gutural e intensificó el agarre en mi cintura, buscando mis labios de nuevo. Ahí estaba el insoportable peso de mi guerra interna.

—¿Qué intentas probar, idiota? —espeté de pronto contra sus labios, ladeando el rostro. Él se detuvo en ese momento. Quería sonar convincente, pero aún tenía la voz temblorosa del deseo— Que puedes tener a cualquiera cuando se te antoja —No pregunté, afirmé, y puse mis manos en su torso empujándole lejos de mí —Conmigo no ampliarás esa lista, espero que lo tengas claro desde ya.

Él me miró completamente confundido, como si no entendiera cómo había conseguido librarme de él o cambiar de opinión cuando poco antes estaba demostrándole lo mucho que lo deseaba. Y en eso no lo juzgaba, yo tampoco sabía de donde había acopiado el valor para hacerlo. Benjamín estaba con las pupilas extremadamente dilatadas y los labios enrojecidos. Su pecho subía y bajaba de forma desacompasada. Imaginaba que yo estaba igual, solo que mi ceño fruncido también evidenciaba mi enojo. Con él. Pero sobre todo conmigo misma.

—No te entien...

—No quiero que vuelvas a besarme nunca —le repetí interrumpiéndolo con desdén, como si así pudiera convencerme a mi también de aquello —Esto no es una telenovela, querido. Es la vida real.

—No he hecho nada que tú no quisieras y lo sabes —su voz más ronca de lo habitual y los mechones de su flequillo despeinado le daban una aura todavía más sexy de lo que me esperaba.

Desvié la mirada hacia otro lugar, a cualquier otro punto que no fuera él. No quería arrepentirme de mi decisión y viéndole aun excitado, tanto como yo, solo me iba a mortificar.

—Que sea la última vez que te acercas así a mí, imbécil... —dije humedeciendo mis labios hinchados— Aprovechaste mi guardia baja, yo ni loca te daría bola —añadí, parafraseándolo como el viernes que nos conocimos.

Volví a empujarlo para darme más espacio, me separé de la mesa y me acomodé la ropa. Joder, como pesaban las prendas sobre un cuerpo excitado.

—¡No te entiendo! —volvió a decir, pero esta vez sin duda o ofuscación en su tono, solo crispación— ¡Ni tú misma te entiendes! —me acusó, y sentí que estaba diciendo una verdad como una catedral.

—¿Qué culpa tengo yo de que no sepas encajar bien la negativa de una mujer? No todas estamos para tu deleite, grábatelo en esa cabezota.

Resopló y se pasó las manos por la cara —Me has calentado solo para reírte en mi cara, como puedo ser tan idiota... —dijo casi en un siseo, pasando por mi lado como alma que lleva el diablo, golpeando mi hombro al hacerlo.

—No sé porqué te ofuscas tanto: ¡ni siquiera soy tu tipo! —Le grité a la defensiva, mientras lo observaba irse por un pasillo de la cabaña. Tomé una bocanada de aire que se escapó de mis labios en un gran suspiro.

«Muy bien, Camila. Enojada, orgullosa, victoriosa... pero bien caliente», pensé resoplando.


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🔥🔥🔥
Aquí la segunda parte 😉 ¿Quieren matar a Camila? ¿O están de acuerdo con ella? Porque es evidente que la chica tiene debilidad por el rubio pero le puede el orgullo... Y a Benja, ¿qué creen que le pasa?

Las leo en los comentarios 🥰

Emma ♥️

Señales; una historia #BenjamilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora