《 S E P T 》

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Pierre sonrió ténuemente al instante que se levantaba y enganchaba sus manos a los barrotes de la pequeña ventana de la puerta para asegurarse de que era ella. 

-¿Qué haces aquí? -Preguntó intentando sonar lo menos emocionado posible. Intentó sonar molesto. -Te van a pillar. 

-No seas idiota. -Angeline se cruzó de brazos. -Además te he traído esto. 

Sus delicadas manos sacaron del interior de su bolsillo aquel bollo de pan que había dejado exclusivamente para él y se lo entregó a través de los barrotes. Morhange se abalanzó a él de inmediato, dándole un gran mordisco. Angeline rió risueñamente. 

-De nada. -Comentó mientras apoyaba la espalda con la puerta del calabozo junto con un suspiro. 

-¿Qué pasa? -Habló con la boca llena acercándose a la ventanilla. 

-Es que... -Empezó. -A saber cuando te van a sacar de aquí y bueno... Yo... Bah, da igual. 

No sabía expresarse o no quería hacerlo, nunca lo sabemos. Lo que si sabemos es que Pierre entendió a la perfección lo que intentaba decir pues de una forma u otra, él sentía lo mismo. Dejó el pan a un lado y sonrió sacando una mano por los barrotes para darle un pequeño toque en la cabeza. 

-Al menos te libras de un tonto más. -Bromeó volviendo a esconder el brazo al momento que ella se dio la vuelta. -A lo mejor tienes suerte. 

-Idiota. -Volvió a repetir en susurro pero con una tímida sonrisa y sonrojo. 

Pierre miraba con ternura a la chica. Le gustaba mucho cuando estaba en ese plan, medio tímida, medio avergonzada, le parecía muy mona, no portaba ese caparazón que la protegía de todos y todo con ese gran carácter. Le gustaba que fuera ella misma, con sus dos facetas. 

-Debería irme ya. -Dijo de repente mientras miraba al suelo incómoda. -Le prometí a Leclerc que no llegaría tarde a la siguiente hora. 

-No te preocupes. -Entendió con un tono más apagado. 

-Pero no creas que te vas a librar de mí tan pronto. -Y aquí volvía ese distinguido carácter. -Pienso venir todos los días, que conste. 

-Te estaré esperando, si es que no te pillan. -Reconoció volviendo a dar bocado al alimento. 

-Nunca lo harán. 

Y con aquella escueta pero profunda conversación para ellos, cada uno volvió a la posició que debería estar, ella en clase y él en el calabozo, aunque no fuese justo. 

.     .     . 

Mathieu abrió la puerta asombrado por la belleza de carácter inexplicable que aquella mujer poseía. 

-Buenos días, señora. -Saludó con precaución. -Soy Clément Mathieu, el nuevo vigilante. 

-Buenos días. Soy la madre de Pierre Morhange. -Se acercó a él con la mirada preocupada. -Sé que no es un día de visita pero, es el único momento...

-Eh... No, no es eso. -Se adelentó Mathieu.

-Entonces, ¿le han vuelto a castigar? -Preguntó la mar de angustiada la señora. 

-No, no, no está castigado. -Mintió. -Pero... No está aquí. 

-No lo entiendo. -Agarró su bolso confusa. 

-Verá, hace una hora le acompañaron al dentista, tenía dolor de muelas. -Gesticuló con las manos. 

-¿Dolor de muelas? -La preocupación volvió a aparecer.

《Fond de l'étang》| Pierre MorhangeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora