《 D E U X 》

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Mathieu miraba nervioso aquella puerta de la que salían berridos y golpes sonoros, provenientes de como no, aquellos niños. Niños los cuales ahora se convertirían en las personas más cercanas con las que pasaría el resto de sus días de momento. 

En un gesto de valentía, agarró con fuerza su maletín, echó una última mirada al pasillo y cerrando el puño, abrió aquella puerta. Caminaba deprisa, decidido, pero mientras más se acercaba a la puerta del aula, más alto se escuchaban a los niños con complejo de animales, cosa que llegó al punto de hacerle parar de inmediato. Si antes estaba decidido, ahora estaba más indeciso que alguien perdido en un laberinto de más de tres kilómetros de recorrido. ¿Debería abrir esa puerta? ¿Estaba seguro de que su destino era trabajar ahí? ¿Era Fondo del Estanque su sitio? 

No pudo contestar ni una pregunta más ya que uno de los niños que revoloteaba por la clase, tal y como muchos otros, en una mirada perdida a la puerta lo vio frente a esta. 

-¡Atención! -Exclamó el infante exaltado. -¡Viene cabeza huevo!

Angeline dejó de tirar aviones de papel con sus bocetos sucios dibujados, Morhange se bajó de la mesa al instante sentándose de brazos cruzados, Corbin dejó de lanzarse utensilios escolares con un par de compañeros más y el resto igualmente, dejó de hacer barullo. El silenció reinó en la sala. 

Mathieu abrió la puerta seguido del orden que colmó en esos míseros segundos, observando al acecho todos los alumnos que en su frente se prestaban. 

-Señores. -Cerró la puerta tras de sí. -Señorita. 

Y de un ligero vistazo al esqueleto educativo de la clase de biología, Mathieu cayó en cuenta de que un cigarro colgaba de sus plásticos dientes. Todos los alumnos rieron por la travesura de Angeline. Ella no fumaba, pero le gustaba robarle los cigarrillos a los profesores y después ver como los buscaban desesperados. 

-No se fuma en clase. -Recalcó. -Eso va para todos, incluso para usted. -Señaló al esqueleto como si de una persona real se tratase. 

"Tiene chispa" Pensó sorprendida. Nunca pensó que se lo tomaría con humor a pesar de su seria expresión. 

Mathieu dio un par de pasos para intentar subir el pequeño escalón de madera, y narro "intentó" porque en un paso en falso, tropezó con este, al punto de casi caerse al suelo, provocando que el maletín que portaba saliera despedido de su lado. 

Un niño de la primera fila, aprovechó aquella oportunidad y las risas de sus compañeros para levantarse, robar el maletín ágilmente y comenzar a pasárselo con ellos. Corbin fue el primero que lo cogió quien se lo pasó a alguien de la cuarta fila, este a su vez se lo pasó a Le Clerc y este a Nembrant. 

-¡Devolvédmelo! -Exclamaba el pobre Mathieu entre las carcajadas de los alumnos. 

Y cuando Nembrant se lo pasó a Angeline y esta a Lequerrec, "cara huevo" logró pillar por el hombro del jersey a este, recuperando así su maletín. 

La puerta se abrió por completo sin previo aviso, dando paso a Rachin, el director. El silenció volvió a gobernar la sala y solo se escucharon por un par de milésimas los niños levantándose de las sillas para colocarse de pie y brazos cruzados. 

Mathieu sujetaba inmóvil a Lequerrec, quien estaba asustado por lo que fuera que fuese a pasar, aunque él, al igual que muchos otros, ya suponía que el calabozo sería su hogar para el resto de la semana. 

-Empezamos bien. -Comentó sarcásticamente. -Enhorabuena Mathieu. Siéntense. 

Y todos los niños obedecieron en silencio tras la imponente orden del temido Rachin. 

《Fond de l'étang》| Pierre MorhangeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora