Capítulo 4

141 33 192
                                    

KRISTAL

Con la cabeza levantada y muerta de miedo, miro con temor al chico peliblanco que está ante mí. Sosteniendo su espada con fuerza, veo su intención de hacer otro ataque, pero esta vez verticalmente.

—¡Que haya paz! —grito poniendo mis brazos ante mi cara con un intento de protegerme. Al estar nerviosa y asustada, hablo con demasiada rapidez sin dejar un segundo para respirar:—. Te juro que no era mi intención escuchar vuestra conversación, no tengo la culpa de que habléis tan alto. Además, por si no te has dado cuenta, yo estaba en el interior de la cueva, por lo que yo estaba ya estaba allí para cuando habéis llegado, ¿qué significa eso? Pues que vosotros sois quien habéis entrado a un lugar que ya estaba ocupado para hablar de cosas que no queríais que nadie más oyera. ¡Yo soy la verdadera víctima aquí! ¿Qué culpa tengo yo de tener orejas?

Me atrevo apartar un poco mis brazos para mirar al joven quien se ha mantenido quieto escuchando mis palabras, como si estuviera pensando si tengo o no la razón, y obviamente lo tengo; es algo que no me puede negar. Pero, cuando la esperanza comienza a florecer en mí, un movimiento suyo hace que todo se derrumbe.

Extiende su brazo derecho señalándome con la punta de su espada y el cuerpo un tanto de lado junto a la barbilla levantada ligeramente. Una imagen muy bonita para cualquier persona con ojos, pero para mí es lo peor que he visto en mi vida.

—¿Qué es lo que has escuchado? —pregunta sin cambiar su expresión. Parece un bloque de hielo.

Tengo la ligera sensación de que si le digo que no he oído nada, esa espada será lo último que veré en mi corta vida; sin embargo, tampoco estoy que le digo: "Ey, lo he escuchado todo perfectamente, pero tranquilo, confía en esta desconocida de que no se lo dirá a nadie". Básicamente estoy ante dos caminos que me guían a un mismo destino, la muerte.

Creo que ya no tengo nada que perder.

—¿Me creerías si te digo que sé guardar un secreto? Y, aunque no lo supiera, no tengo a nadie a quien contárselo.

Esa es la triste realidad, estoy más sola que la una. Adaliah se encuentra demasiado lejos como para contarle nada y el único amigo que he tenido tampoco sé cómo buscarle. Y, para colmo, antes de que pueda conocer a gente nueva, el chico me quiere muerta.

—Los muertos no hablan y son los mejores guardando secretos —responde dispuesto a cortarme, otra vez. En su rostro no veo rastro de expresión que no sea la de una persona que mata sin ni siquiera pestañear.

En el momento en que hace un movimiento con el fin de terminar conmigo, extiendo ambos brazos con la palma abierta y digo lo primero que se me pasa por la cabeza.

—¡La Mazmorra! —grito cerrando con fuerza los ojos.

Después de estar así durante unos dos segundos y al notar que sigo de una sola pieza, abro los ojos al mismo tiempo que bajo mis brazos atrayéndolos hacia el pecho. La espada del joven me apunta, pero a una distancia lo bastante segura como para saber que su intención de matarme ya no son tan fuertes. En su cara se forma una expresión entre la seriedad y la duda, frunciendo levemente el ceño.

Bien, ahora que he conseguido captar su atención, debo de pensar en algo para poder salir entera de ésto.

—Emm... —comienzo a hablar balbuceando sin saber muy bien qué decir.

Enfoco mi mirada en él y, no sé si es porque él se encuentra de pie y yo en el suelo, su figura me intimida demasiado.

—Como ya sabes, he oído vuestra pequeña conversación en la cueva, a la cual yo llegué antes sin saber que vendríais —recalco para dejar claro las cosas—. Bueno, sé cómo encontrar la Mazmorra —explico bajando cada vez más la voz.

Order and Chaos©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora