Capítulo 10

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KRISTAL

El chico azabache que está de pie ante mí, suelta mi mano para después retroceder unos pasos. De un salto, se sube a la rama de un árbol sin esfuerzo alguno para después adentrarse más al bosque, ocultándose entre las hojas hasta desaparecer de mi vista.

La mano que ha besado se queda en el aire hasta que, segundos más tarde, reacciono. Lo restriego contra mi vestido frunciendo los labios. Ésto es sin duda lo más raro que me ha pasado desde que salí del castillo y sigo sin saber cómo es que parece conocerme.

El sonido de una persona toser me recuerda que el conde sigue aquí. Mi corazón da un vuelco al pensar que, con las orejas que tiene, podría haber escuchado la conversación; pero, con lo herido que está y que apenas puede mantenerse de pie, me parece un poco imposible. Veo que le está entrando un mareo causando que toda la energía de su cuerpo escape.

Corro deprisa hacia él, llegando justo cuando cierra sus ojos amarillos y se desploma encima de mí con la cabeza apoyada en mi hombro derecho. Las manos están sin fuerza, dejando caer su arma vinculada al suelo.

—O-oye, ¡oye! No te mueras ahora, conde amargado.

Alarmada, le dejo en el suelo posando su cabeza en mi regado. Golpeo su cara sin usar mucha fuerza con el fin de querer hacerle reaccionar, pero sigue sin darme señales de vida. Asustada a que de verdad haya palmado, apoyo mi mano en su pecho rezando a que siga latiendo.

"Pum-pum, pum-pum..."

Noto aún sus latidos haciendo que suelte un suspiro de alivio. Pero, teniendo en cuenta la situación y su estado, si seguimos aquí sin hacer nada al respecto, quizás dentro de poco su corazón deje de latir de verdad. Éste no es para nada un lugar seguro.

Cojo su espada y se lo guardo en su funda. Después, paso su brazo rodeando mi hombro y así aguantarlo para que se apoye en mí y le pueda llevar a un sitio donde me permita hacer algo con las muchas heridas que lleva encima.

—Me vas a deber una bien grande. Si después de ésto sigues queriendo matarme, te juro que... que... Vale, no sé qué haré.

Comienzo a caminar y al minuto ya me he cansado. Con cada paso que doy, tengo la sensación de que me voy a caer abajo. El albino pesa más de lo que aparenta y se me está pasando por la cabeza el dejarle en el suelo para que el tiempo se encargue de lo suyo.

Podría intentar curarle las heridas aquí mismo, pero temo a que alguien indebido aparezca y termine con nosotros dos. En este bosque, está claro que si no hay un lugar en donde se pueda ocultar, no puedo bajar la guardia.

De vez en cuando, compruebo el estado del conde y los latidos están cada vez más lento, cosa que me preocupa y dificulta mi respiración. Aunque me haya intentado matar, no soy capaz de dejarle morir cuando aún hay una pizca de esperanza.

El cielo del atardecer es muy bonito, pero no ilumina mucho dónde tengo que pisar y, sin querer, me tropiezo con una raíz sobresaliente de un árbol. Me caigo hacia el suelo raspándome la rodilla y el vestido. Además, para colmo, el conde me aplasta por completo sin dejarme levantar. Con mucho esfuerzo, me doy la vuelta para que el herido ruede al suelo.

Me gustaría decir que es la única vez que me he caído, pero no. Me he hecho más raspones y algunas cortadas con ramas de árboles todo porque llevo un cuerpo casi muerto conmigo en un bosque que no ilumina lo suficiente.

Estoy ya casi llegando al colapso y rendirme. Si no fuera por la cueva que logro divisar tapada con unas ramas de árboles, le habría abandonado. Hago que el conde se suba a mí a caballito y, aunque me cuesta ya mantenerme de pie, aguanto el temblor de mis piernas.

Order and Chaos©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora