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— En realidad, creo que son porterías. —Atenea explica a los chicos mientras ponen rumbo a la zona Oeste del lugar.— De lo que estoy segura es de que el agua es más honda.

Luke palidece al oír aquello. Significaría que tendría que tener más cuidado en vigilar a sus amigos si decidían darse un baño.

— Pero también es una de los sitios más bonitos. A veces, en las rocas, hay cangrejos. —Atenea sigue hablando. Solo Ashton y Luke están atentos a la conversación. Calum y Michael no paran de jugar al pilla-pilla.— Me encanta verlos. Me imagino que son como Sebastián de La Sirenita y que pueden hablar conmigo. —La risa inocente de la muchacha es melodía para ambos adolescentes.

Adoran el lado infantil que muestra sin preocupación. Ashton va a su derecha, Luke va tras ellos. No ha compartido muchas palabras con Atenea, por no decir ninguna. Ni siquiera una mirada. Debe hablar con ella, explicarle qué sucedió la noche anterior y por qué se fue de aquella manera. Sabe que lo va a entender pero no está seguro de si lo va a perdonar. Si fuese él, no le gustaría estar en la posición de su amiga.

— ¿Sueles ir mucho por allí? —Ashton cuestiona cambiando la pelota de brazo. Le había tocado a él por sorteo llevarla durante el trayecto de ida.

— Cada semana intento. Sobretodo por las leyendas que aguarda. Me gusta mirar al mar e imaginar que son verdad.

La respuesta de Atenea hace que todos los chicos pongan el cien por cien de su atención en ella. La muchacha, cohibida por las miradas, sonríe sonrojada. Luke suspira enternecido al ver su timidez. El brillo de sus ojos se intensifica aún más. La peli-negra, sube la mirada para conectarla con la del rubio. El choque entre los colores índigo es tan fuerte que simulan la marea alta revolucionada. Imposible de parar.

— ¿Qué leyendas? —Michael se pone frente a la joven, andando de espaldas mientras la examina. Calum le advierte que se puede caer pero el rubio teñido lo ignora.

— Ya sabes. Piratas, sirenas, criaturas mitológicas. —Atenea sacude su mano restando importancia. Eso solo parece atraer más a los hombres.

— ¿Nos las vas a contar, verdad? —Calum, entusiasmado, se incorpora a la charla. Atenea, sin embargo, niega. Los mejores amigos fruncen el ceño mirándose unos a otros.

— No es el momento. Ni sois dignos de oírlas. Lo siento.

Atenea explica con la mayor dulzura posible, pero los adolescentes se quedan aún más extrañados. Todo parece quedarse en el aire cuando Ashton anuncia que ve las porterías, y tras oír a la peli-negra decir que son las que buscaban, todos salen corriendo chutando el balón.

Atenea, sonríe mirándolos, y deja su toalla estirada frente al océano. Lo observa y respira hondo. El olor que desprende es tal cual lo recuerda cada día. El color azul transparente con pequeñas ondas, que parecen dibujadas, blancas. El cielo rosado que se funde con el mar en el fondo. Es una imagen perfecta para un lugar tan místico.

— ¡Ashton! —Michael pasa el balón al castaño. Este último, controla la pelota con el pecho y tras chutar, pone el marcador en ventaja para su equipo.

— Calum, apestas. —Luke dice al mirar a su compañero. El morocho se había empeñado en ser portero, aún cuando se encogía al ver el balón aproximarse.

— No tienes otra elección. —El rubio levanta su dedo corazón y se lo dedica a su amigo. Calum saca la lengua, en una mueca, de respuesta.

El partido sigue y Atenea, tras sentarse en la toalla, alterna su mirada entre el inmenso mar y el amistoso, no tan amistoso en realidad, partido. Ríe cuando Luke se cae al pisar el balón. Y aún más cuando Michael lo hace al tropezarse con su amigo, el cual no lo había visto.

OCÉANO | lrhDonde viven las historias. Descúbrelo ahora