La madrugada vuelve a estar en compañía de una joven que espera que el sol salga de entre las aguas para sumergirse en ellas. Con su bañador favorito y su pelo ondeando al compás del viento, aguarda impaciente a que la bola de fuego le de la señal para poder nadar de nuevo en el océano de Cordelia. Respira hondo. Tres, dos, uno. El primer rayo solar cae directo en su rostro, aclarando cada poro de su pálida piel, que nunca cambia a un tono más oscuro, levantando una bandera blanca de la carrera metafórica que la hace disfrutar de un nuevo día en casa. Su casa. Da un paso al frente y moja los dedos de su pie derecho sintiendo unas ganas tremendas de llorar. El mar, con grandes olas, se calma de un instante a otro y se detiene a contemplar como Atenea corre directo hacía él, pegando un brinco, cayendo de cabeza, adentrándose en lo más profundo de su inmensidad. El agua acaricia su cuerpo besando cada lugar de su anatomía, la cual se ha coloreado tan rápido como se han tocado. Sale a la superficie y retira de su rostro todo su cabello. Examina sus piernas, cada vez se hace más complicado moverlas.
Thea sigue parada en las escaleras que acceden a su hogar. Observa la alegría que desprende el océano y su nieta al reencontrarse como si de una danza de amor eterno se tratase. Sonríe con melancolía y dirige su mirada al destello de luz que desprende el mar en la zona más cercana a ella. Lleva su mano al corazón, también le echa de menos. Agradece los pequeños detalles que la mantienen alejada de la pena que aún sigue sintiendo. Ariel sale de casa correteando de un lado a otro, ladrando, mojando sus patas y bebiendo incluso un poco de agua de la orilla. Thea la manda a callar varias veces con regaños sin voz alzada. Despertará a sus vecinos y nadie puede ver la condición de Atenea. La peli-negra, que se percata de la situación, se despide del océano con un último chapuzón y abandona su sitio para ir todo lo deprisa que sus piernas le permiten hacía los brazos abiertos, con una toalla entre ellos, de su abuela. La envuelve y besa su frente para adentrarse al interior de la vivienda.
— ¿Puedes sola, mi amor? ¿Te ayudo? —Thomas se levanta del sofá para ayudar a caminar a su nieta. Atenea niega y se queda quieta mientras frota su cuerpo para secarlo.
— Se sienten bastante rígidas pero aún puedo. Gracias, abuelo. —Asegura. Ariel lame con ímpetu los dedos de los pies de la chica y se aparta con algo de gracia, le hace cosquillas la lengua de su mascota.— Chica mala. Para.
— Recuerda que ninguno de esos muchachos deben verte en el mar. Por tu bien, por el de ellos. —Thea le refresca la memoria cuando le pasa una taza de chocolate caliente.
— Y que no hay motivos más allá de marcharnos que ver a nuestra familia. —Habla Thomas.
Atenea asiente tras poner sus ojos en blanco ante las palabras de sus abuelos. Es la tercera vez que lo repiten. Ha estado toda la noche pensando los distintos escenarios que va a encontrarse cuando los chicos se den cuenta de que no va a compartir tiempo jugando dentro del agua con ellos, inventará cualquier excusa. Lo más importante ahora es la necesidad que siente por abrazarlos, de tenerlos cerca, de llenarlos de besos. Si esto es lo que se siente al amar a un amigo, no puede imaginar cuánto le estallará el corazón al estar enamorada.
Con otro bañador colocado, su pelo peinado en una trenza y Ariel a su lado preparada para que, junto a su dueña, pase un día con sus vecinos, salen de casa a las diez en punto. Hora en la que Calum salta entre los cuerpos de Michael y Ashton para que despierten. El rubio teñido y el castaño chocan sus cabezas, creando un eco en la habitación, en uno de los brincos del morocho, que ríe a carcajadas cuando ve la escena que sus actos han causado. Ambos abren los ojos de golpe y se frotan la zona dañada quejándose estruendosamente.
— Tienes tres segundos para correr. —Michael advierte a Calum, el cual da su último salto para bajar de la cama y quedarse parado en la puerta.— Uno, dos...—Comienza la cuenta atrás. El morocho sonríe y se prepara para su carrera matutina.— Y tres.
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OCÉANO | lrh
FanficMientras que para Luke el océano es su mayor temor, Atenea adora perderse entre las olas de madrugada. NOVELA TOTALMENTE DE MI PROPIEDAD. PROHIBIDA TODA ADAPTACIÓN O COPIA DE LA MISMA.