3. El testamento

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Su cuerpo comenzó a temblar y el equilibrio combinado con sus zapatos la traicionaron provocando que se tambaleara levemente, cerró los ojos armándose de valor una vez más, se giró y se enfrentó al rostro del hombre que la hizo mujer y al cual llevaba más de 6 años sin ver, desde la última vez que se cruzaron en aquellos campos de agave.

Andrea: pues si-se giró-he vuelto.

Ambos se miraron observando los cambios que la vida y el tiempo había generado en sus aspectos, el silencio se puso entre ellos nuevamente, podía palparse la tensión que había en el ambiente, no había nada que decirse, no había nada que contarse, era mejor no hablar, no decir nada, no dar pie a que viejos sentimientos volviesen a sus vidas, ella caminó por su lado y esta vez a diferencia de años atrás, él no la detuvo.

Por separado entraron en la casa, la que entró primero fue Andrea y un minuto después hizo lo mismo Samuel, entró en la sala acaparando todas las miradas de los allí presentes, saludó a varios conocidos mientras que su semblante era demasiado serio, Andrea reparaba en la ausencia de dolor en su rostro y suspiró consternada sin reconocer al Samuel de su infancia en aquel hombre.

Minutos después empezaron a oficiar el levantamiento del ataúd y como si se tratase de una procesión salieron de la casa camino al panteón familiar de los Gallardo en donde enterrarían a José Antonio junto a su difunta esposa. El hoyo estaba hecho y el cura daba su discurso mientras que el cuerpo de José Antonio descendía tres metros bajo tierra, las lágrimas de Cayetana eran evidentes mientras que Andrea tenía un ligero brillo en ellos al recordar los momentos allí vividos.

Sin embargo, Samuel les daba la espalda a todos colocado justo en frente de aquel hoyo en el que su padre estaba siendo enterrado, solo el cura el único privilegiado en ver sus lágrimas y su cara de dolor, con decisión le arrebató la pala a uno de los enterradores y con amargura comenzó, él mismo, a echar tierra encima del cuerpo de su padre, Andrea lo observaba con el corazón encogido pero optó por apartar su mirada.

Cayetana: querido-aquella mujer se acercó a él, abrazándolo y trató de disimular sus lágrimas-todo saldrá bien, tu familia está contigo.

Samuel: lo sé, tía-la miró con media sonrisa.

Tras el entierro la gente se dispersó, todos volvieron a sus casas y a sus ocupaciones, mientras que en la casa grande todos se reunían en el salón, convencido de acabar con todo aquello cuanto antes, Samuel había citado al abogado de su padre para terminar por leer su testamento y así finiquitar de una vez el asunto de su padre.

Samuel: buenas tardes abogado, gracias por venir con tanta urgencia.

-No te preocupes Samuel, ¿procedemos?-Andrea soltó un suspiro observando el rostro de Samuel, algo se traía entre manos podía olerlo, mientras Cayetana se sentaba a su lado, impaciente por saber qué le dejaría José Antonio tras su muerte.

Samuel: adelante, por favor.

-"Seré breve, yo, José Antonio Gallardo, en pleno uso de mis facultades, dejo como mi único heredero universal a mi único hijo, Samuel Gallardo"

Aquel abogado cerró su carpeta concluyendo con la lectura del testamento más breve de toda la historia, Cayetana tenía la boca completamente abierta mientras que iba perdiendo el color de su rostro por momentos, Andrea respiró entrecortada, sabiendo que eso no eran buenas noticias para ella pero mucho menos para su madre, quien contaba con algo de dinero para volver a tener la vida de lujos que siempre ha querido.

-Además de esto ha dejado una carta-Samuel sonrió satisfecho.

Samuel: por favor, lea...-el abogado miraba sus rostros de manera alterna mientras desglosaba el sobre y sacaba el folio.

PECADO CAPITALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora