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Y así, Momo conoció a la luz radiante que iluminaría sus días. La chica se acercaba cada día a quitarle unas flores al extenso jardín, Momo solo la observaba desde una ventana del segundo piso.

Y es que, Momo no quería que la chica radiante vea el monstruo que era, no quería que una de las pocas cosas que la mantenían consciente en su soledad eterna se vaya.

Momo solo miraba desde lejos, como si de un pájaro enjaulado se tratara.

Así pasaron los días y Momo tuvo que salir por comida, su sirviente leal no podía llegar debido a la tormenta de nieve asi que fue al mercado cercano.

Carne, pescado y verduras se encontraban ahí, cuando vio a la pequeña chica radiante siendo martirizada por unos comerciantes.

-¡¿Qué diablos crees que haces, niñata?!.- El hombre mayor le tiró el cesto en el rostro con enorme furia.

-Y-Yo lo siento...

-¡Un lo siento no lo solucionará todo!

-Pues yo creo que si... Ya se disculpó, viejo demente.- La voz de ultratumba utilizada por Momo hizo que el hombre huyera despavorido, la chica que estaba siendo maltratada la miró y sonrrió débilmente.

-G-Gracias... Me has salvado.- La chica se levantó y sonrió hacia la contraria.- Mi nombre es Dahyun, Kim Dahyun.- Momo se puso nerviosa y salió casi corriendo de ahí.

Al llegar a su casa sólo se deslizó por la puerta y vio que su rostro estaba rojos y algo que no había visto hace tiempo estaba ahí.

Una pequeña sonrisa.

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