lección uno

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— ¡Maldición! ¡Mierda, mierda, mierda! 

Corrí lo más rápido que pude, con el corazón saliendo de mi boca. Mis cortas piernas no daban para más y quería tirarme al cemento de la calle y descansar allí. Pero no podía, seguro él me matará, ¿qué dirá si llego tarde?

Doblé mi cuerpo en la esquina y divisé mi vieja casa a unos metros, suspiré aliviado, al menos estaba cerca. Saqué mis llaves de mi mochila y abrí la puerta rápidamente. Mi madre se sorprendió de verme tan apurado, pero me sonrió al instante.

—¿Si sabes que el profesor está aquí verdad?—cuando lo recordé, mis ojos se abrieron como platos, y subí las escaleras a zancadas.

—Sí, ¡lo sé!— caminé apresuradamente por el pasillo hacia mi habitación y la abrí.

Él se encontraba sentado en mi escritorio, leyendo un libro. Se giró hacia mí y me mostró una sonrisa.

—Hola Louis, llegaste justo a tiempo.—lo miré con una gesto cansado y me derrumbé contra la pared. Él me seguía sonriendo como si no hubiera pasado nada. Maldito idiota.

—Ya estoy aquí, señor Styles.— bajé la mirada hacia mi cómoda cama y me tiré en ella. Sus suaves telas me envolvieron y me arropé entre ellas.

—Me puedes llamar sólo Harry.— él me observó desde la silla, y me sonrió mostrando sus hoyuelos.—Normalmente no llegas a estas horas, ¿pasó algo?

—Bueno, te reirás. Así que no importa.— volví mi cabeza hacia la almohada, tratando de hablar, antes de quedarme dormido allí mismo.

—¿Hm? No lo haré, puedes decírmelo.— mordí mi labio inferior y lo miré.

—Estaba volviendo a casa en bicicleta y una cáscara de banana estaba en la calle y entonces patiné y choque contra un farol, pinchando un neumático...dejé la bicicleta dónde un amigo para que la repare y volví caminando.—escuché la suave carcajada de Harry, sus mejillas se tornaron rojas a causa de la risa y yo lo miré enojado, pero él me ignoró y siguió riendo como un idiota.— ¡Dijiste que no ibas a reírte!

—Lo siento, lo siento. Es tan típico de tí, Louis.—su risa no se escuchaba tanto, pero seguía sonriendo con los ojos aguados. Me paré de la cama y me crucé de brazos, frente a él. La silla con ruedas giró hacia mi dirección y él seguía sentado riendo.—Esta es la primera vez que escucho de alguien que se resbala con una cáscara de banana en la vida real.

Sus ojos se tornaron serios y yo no pude evitar sonrojarme por su mirada puesta en mí. Su brazo lleno de tatuajes tiró del mío hacia él, acercándome, y continuó hablando.—Pero bueno, fue un accidente, ¿te lastimaste en alguna parte? 

Un sentimiento conocido empezó a revolotear por mi pecho. Su tacto quemaba en donde él tocaba. Sus ojos verdes me miraban con preocupación y no pude evitar bajar la vista hasta sus carnosos labios. Mi corazón latía sin parar, soy débil a su mirada, es como si pudiera ver a través de mí. 

Quise decirme a mi mismo que todos esos sentimientos eran por culpa de la corrida que me mandé. Asi que desvié mi mirada de su cara y me solté de su agarre.

—Yo... estoy bien. — corrí mi mirada de su vista para que no pudiera notar el color fuerte que tenían mis mejillas. 

—Me alegro de que lo estes, ¿comenzamos? Toma asiento.—asentí y agarré una silla que sobraba en mi habitación. Me senté a una distancia prudente de él y tomé mi mochila, sacando los materiales. Lo miré para que sepa que estaba listo. —Bien, hoy traje algunas actividades para que hagas aquí conmigo. Sé que mañana tienes el examen así que veamos las dudas que tienes.

Cuando sacó la libreta de su bolso, mi mirada se dirigió hacia su espalda. Sus músculos se notaban desde cualquier lugar con esa camisa verde musgo, casi transparente, que llevaba puesta. Sus rulos estaban unidos fuertemente en una colita. Su pelo siempre le estorbaba en mitad de la hora, así que se lo ataba con ello. Me fijé en el sombrero que estaba cómodamente apoyado en el escritorio, a un lado de él. También eché un vistazo a sus labios color sandía, y abultados.

—Comencemos con éste.— señaló una cuenta larga de ecuaciones y rodé los ojos, pero aún así, traté de hacerlo con ayuda de Harry.

Podía sentir la respiración de Harry torpemente en mi oído izquierdo, mirando mis actividades. Mi concentración era nula estando con él. De vez en cuando sentía su fuerte pecho apoyarse contra mi hombro, y susurrarme cosas en las que me corregía y daba consejos.

(...)

—Bien, pueden comenzar. —dijo la maestra, sentándose en su escritorio, mirando atentamente a los alumnos mientras se limaba las uñas. Gran profesora.

Giré mi vista hacia mis compañeros, algunos escribían sin parar las hojas, reconociendo el tema; otros sacaban pequeños papelitos de sus cartucheras mirando de vez en cuando a la maestra para que no los descubran, sonreí inquieto.

El examen semestral estaba al frente mío. Nervioso, lo giré y mi rostro se ablandó. Todo esto lo había practicado con Harry el otro día, no había problema.

Así que tomé mi lápiz y comencé a marcar los verdaderos y los falsos, sin preocupaciones. Mi mano se desplazaba tranquilamente por la hoja, revisando bien cuál respuesta era correcta. Las justificaciones de porque elegí esos resultados las pude escribir sin cuidado, iba por la mitad de la prueba.

 Pero algo me hizo detenerme.

Si me va bien en este examen, significa que Harry tendrá que renunciar, ¿verdad? Al fin y al cabo, él es solo un tutor, solo está ahí para hacerme entender. Una punzada provino de mi corazón. Yo no quería que él se fuera. No lo permitiría, no quería que él se olvide de mi.

Abrí la cartuchera y saqué la goma. Dudoso, borré las respuestas correctas para luego poner incorrectas con el lápiz. Me mordí mi labio inferior, tenía la oportunidad frente a mí, de aprobar, pero si hacia eso, significaba un adiós a Harry. No podía permitirlo. Así que me acerqué hacia el escritorio de la profesora y le dejé el examen sin mirarla. Caminé hasta la puerta y salí por allí.

Sólo espero que Harry no se ponga loco por esto.



Math teacher » l.s auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora