Capítulo 25

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Punto de vista de Serena Mclane

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Punto de vista de Serena Mclane.

—Estoy aburrida. —Gimo en voz alta mientras entro a la oficina de Damien. O más bien irrumpo, ya que realmente no llame a la puerta.

La cabeza de Damien se levanta de la pantalla iluminada de su computadora portátil y se dirige hacia mí. Al entrar en su oficina, me siento en el pequeño sillón reclinable y ajusto mi camiseta holgada que se desliza por mi hombro. Mis ojos evalúan la vista de él que tengo delante de mí, ya no trae puesto su traje sino que lleva una camiseta ajustada y supongo que tendrá puestos un par de pantalones de chándal sueltos o unos pantalones cortos.

Me encuentro casi tentada de mirar por debajo de la mesa.

—¿Y por qué es ese mi problema? —Pregunta con voz monótona. Pongo los ojos en blanco ante su falta de atención y me encojo de hombros.

—Eres el anfitrión, diviérteme.

Ante mis palabras, Damien levanta una ceja. —No eres una invitada aquí. También eres considerada como anfitriona ya que eres mi prometida.

Pongo una sonrisa falsa mientras trato de parecer alerta y no como si tuviera falta de sueño.

—Solo somos una gran familia feliz, ¿no?—Murmuro secamente. Mi declaración queda sin respuesta y me quedo observando mi esmalte de uñas rojo mientras miro a Damien de vez en cuando. 

—Eh, —hablo para llamar su atención; cuando levanta la cabeza, continúo. —¿Qué estabas haciendo hace una semana en ese pequeño gimnasio que tienes? Ya sabes, cuando me desperté en medio de la noche y te vi. —Aclaro mientras él inclina su cabeza hacia mí.

Sin embargo, tengo la sensación de que él sabe a qué me refiero pero realmente no quiere responder. Después de unos segundos, suspira.

—Estuve allí para soltar un poco de tensión acumulada, eso es todo. A veces, cuando no puedo dormir, también me ayuda. —Él murmura.

En esa última parte, mi oído se agudiza e inmediatamente me siento derecha.

—¿Te ayuda a dormir? —Pregunto. Damien arquea una ceja antes de sacudir la cabeza.

—No dije eso.

—Pero lo insinuaste. —Agrego sabiamente ya levantándome y caminando hacia Damien, estiro mi mano mientras él la mira como si fuera un objeto extraño. Pongo los ojos en blanco ante su comportamiento.

—No tengo una enfermedad de transmisión sexual que vayas a contagiar mágicamente, ¿sabes? —refunfuño.

Damien suspira y cierra la tapa de su computadora portátil antes de ponerse de pie, ignorando mi mano extendida. —Estoy más preocupado por cuál es tu intención que por lo que puedo o no contagiarme. —Ignoro sus tontas palabras y aún así lo agarro de la mano, ignorando cómo se tensa ante mi toque, lo saco de la habitación y lo llevo unos pasos hacia la derecha.

Damien || Traducida al españolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora