Varias estaciones pasaron, Kagura fue muy feliz al lado de la abuela, ayudandola en todo lo que podía, aprendiendo japonés junto a ella anotando todo en su libreta que ya tenía algunos escritos desde el comienzo y un dibujo al que no le había prestado mucha atención, se acercaba el invierno y estaba partiendo la leña para mantener la casa caliente antes de que la nieve haga acto de presencia, ya había cumplido 13 años.
Cuando terminó su trabajo se adentró a la casa a revisar como se encontraba la abuela, hace unos días su salud se había debilitado y no había podido salir de casa, había llamado al doctor pero este no le dijo nada, solo acarició su cabeza y le dedicó una sonrisa para luego salir de ahí.
No quería preguntarle a la abuela, no quería que sus sospechas fueran confirmadas, Kagura abrió la puerta de la habitación de la señora quien se encontraba acostada con el rostro muy pálido.
--Ya terminé de partir la leña Oba~chan-- Kagura avisó mientras se sentaba a los lados de la anciana quién abrió sus ojos para dedicarle una sonrisa a la pelinaranja quién intentaba devolver el gesto para que las lágrimas no salieran pero simplemente era imposible.
--No llores pequeña--
--No me dejarás ¿verdad?-- suplicó tirándose en el regazo de la anciana quién acarició su cabello.
--Parece que tengo que irme Kagura~chan, discúlpame por no quedarme más tiempo a tu lado--
--No es justo~aru, ¡aún te necesito!-- gritó llorando mientras veía aquellos ojos que tanto la habían mirado con amor los últimos 5 años, apagarse.
--También te quiero-- susurró con su último aliento antes de entregarse a los brazos de la muerte, dejando a la pelinaranja gritando e insistiendo que abriera sus ojos, que aún luchara, pero ya no había nadie para escuchar sus lamentos y al comprenderlo intentó calmarse un poco antes de inclinarse y besar la frente de su cuidadora susurrando un pequeño te quiero cargado de todo su amor.
El doctor que la atendía entró nuevamente unos minutos más tarde informando a la ojiazul que los familiares de la abuela llegarían al día siguiente para realizar el funeral, ofreció llevarla con él a su casa por esa noche pero ella declinó, quería quedarse con la única persona que la cuido y protegió.
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--Entonces me está diciendo que mi madre murió por la noche-- una voz rasposa despertó a Kagura quién se había dormido junto al cadáver de la abuela, con sus ojos aún cansados pudo visualizar dos siluetas frente a ella.
--Sí, lastimosamente nos dejó ayer--
--Ya veo, por cierto doctor ¿quién es esta mocosa?-- aquel hombre pregunto señalando a Kagura con desdén.
--La señora Kami la tenía bajo su cuidado, es una buena niña--
--Ya veo, ¿puedes dejarnos a solas? Quisiera hablar con ella-- el doctor asintió saliendo de la habitación.
--¿Cómo te llamas?-- el pelinegro preguntó mientras veía a Kagura con desagrado.
--Kagura~aru-- la pelinaranja contestó mientras lo veía con duda.
--Ya veo, bonito nombre, mira Kagura, yo soy el único hijo de la señora Kami y por lo tanto su único heredero, todo lo que era de ella ahora me pertenece, incluyendo esta casa, quiero que te vayas lejos de mi vista, no compartiré nada contigo ¡Fuera!-- gritó enojado mientras señalaba la puerta principal.
--Váyase usted, nunca lo vi por aquí, nunca se preocupó por oba-chan ~aru, no merece ser llamado su hijo-- Kagura explotó viendo al hombre frente a ella con odio.
El pelinegro cerró su puño y avanzó un pasó hacia la pelinaranja antes de ser interrumpido por el doctor quién había escuchado los gritos.
--¿Ocurrió algo?-- preguntó con preocupación viendolos.
--No se preocupe doctor solo fue pequeño desliz-- expresó el hombre con una sonrisa --Puedes quedarte en el funeral de mi madre Kagura-- sonrió acercandose a ella --y luego te vas por propia voluntad, no quiero utilizar la violencia-- susurró cerca de su oido para que el visitante no lo escuchará antes de salir de la habitación.
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