1 AÑO DESPUÉS.
Todo había transcurrido con normalidad durante este tiempo y tanto Gintoki como Kagura se habían convertido en la familia de aquella abuela y ella, así mismo, se habia convertido en la de ellos, siempre la ayudaban en lo que podían así como ella los ayudaba a ambos, pero aquel día sería la excepción, al ella haber amanecido un poco resfriada.
Sintiéndose débil para preparar el desayuno les pidió amablemente tanto a Gin como a Kagura que hicieran las compras para tres días cosa que ellos no dudaron en llevar a cabo, al regresar de haber comprado los víveres Gintoki notó que algunas calles en aquella zona se encontraban vacías debido a que muchos antiguos samuráis habían sido arrestados por supuesta traición al Shogun.
Cuando se encontraban a una calle por llegar a la casa la atención del peliplata fue captada por una discusion entre unos soldados y un hombre quien sudaba y temblaba de miedo, Gin con duda y curiosidad tomó a Kagura de la mano para acercarse un poco más a escuchar aquella conversación pidiéndole entre señas a Kagura que guardara silencio.
--Por órdenes de nuestros superiores estas bajo arresto por deslealtad al Bakufu, y aquel delito debe ser pagado con tu cabeza--
--No, por favor, los he ayudado delatando a todos aquellos que se oponían a ustedes, debe de haber una forma que me perdonen--
Ante aquellas palabras la mirada de Gintoki cambió rápidamente a una mirada fría y sombría, aquel hombre le daba asco, era un cobarde capaz de traicionar a su familia sólo por mantenerse a salvo, con decisión tomó la empuñadura de su espada no para matar a los guardias que tenían rodeado a aquel hombre sino para matarlo a él, pues muchos de aquellos "traidores" que habían sido enviados a ejecutar habían sido muy buenos amigos de la abuela, gruñó enojado pero se detuvo por un instante al sentir a Kagura apretar de sus ropas con la misma expresión amarga que él al escuchar lo de hace un momento.
--¡¡Ya se!!-- el hombre gritó al encontrar una solución para salvar su vida, una decisión que sería la más baja a la que uno pudiera optar --les entregare a mi hija como prueba de mi lealtad, de todas maneras ella es una chica buena para nada que alguna perra decidió tener antes de la guerra, solo esperen aquí les traeré su cabeza enseguida--
--Kagura lleva esto con la abuela, cuídala mientras no estoy ¿puedes hacerlo?--
--¿Volverás de inmediato, verdad?~aru-- Kagura preguntó mirándolo con un temor creciente en sus ojos, tenía miedo de que algo le ocurriese al peliplateado y que no pudiera verlo nunca más. Gintoki sólo cerró momentáneamente sus ojos buscando el valor para mentirle a Kagura, él sabía las consecuencias de su intervención en aquel conflicto.
--Si, no te preocupes, ahora ve, te veo para el almuerzo--
--Cuídate Gin~chan-- Kagura susurró abrazándolo fuertemente temiendo que desapareciera, lo miró directamente a los ojos suplicando que no le estuviera mintiendo y soltándo a Gintoki con toda su fuerza de voluntad se dirirgió con la abuela sin dejar de pensar en el peliplata que se quedaba atrás.
Gintoki observó con tristeza como Kagura desaparecía de su vista, tomó un profundo respiro antes de salir rápidamente de su escondite matando a aquella cucaracha con un solo objetivo, tomar el puesto de él y distraer a los soldados para que olvidaran de aquella niña inocente que estaba a punto de pagar por los errores cometidos por aquel malnacido, sonrió impotente al encontrarse sin salida, si los mataba a todos, el Bakufu podía pensar que aquel hombre había planeado una emboscada en la cual salió asesinado y habrían buscado venganza ejecutando de todas formas a aquella niña inocente y si huía ahora que los guardias habían visto su rostro, ellos podrían encontrarlo y averiguar que la abuela y Kagura estaban relacionados con él, lo que pondría la vida de ellas en peligro y era lo que menos quería.
--Soy la hija de ese estúpido, Shiroyasha-- Gintoki habló mientras soltaba su katana para dejarse arrestar por los soldados mientras la imagen de la pelinaranja esperando su regreso pasó por su cabeza, sintió un nudo en su garganta y una punzada en su pecho, para luego sonreír, no estaba mal si moría protegiendo a unas inocentes y en especial a Kagura, aquella niña que con su amabilidad y dulzura le devolvió el sentido a su existencia.
.........
Luego de aquel encuentro en aquella calle Gintoki fue arrestado y puesto a espera para su decapitación a manos del verdugo del bakufu, para el peliblanco le era imposible el haber previsto que con sólo alejarse de su nueva familia, la soledad y el vacío se apoderarían nuevamente de su corazón, no sabía cuantos días habían pasado, pues lo único que reinaba en esa celda era la oscuridad que apenas era iluminada por la luz del sol.
Además en una hora determinada del día los guardias venían a pedir información sobre el paradero de sus compañeros de guerra, información que se reusaba a entregar, acción que le hacía ganar brutales golpizas que abrían heridas en su piel, aquel día también recibió una paliza pero fue detenida a la mitad debido a la intervención del verdugo que por lo que el peliblanco había visto trataba a los prisioneros como humanos en sus últimos momentos de vida.
El verdugo Ikeda Yaemon sin decir una sólo palabra se retiró luego de que los guardias se fueran, sin prestar atención a la niña que salió de su escondite para acercarse a la celda del peliplata quien se encontraba perdido en sus pensamientos.
--Hey, hey, ¡señor! ¿por qué esta en un lugar como este?, ¿hizo algo malo?-- aquella niña con una gran curiosidad en sus ojos preguntó sacando al peliplata de sus pensamientos que con sólo una mirada dedujo que era dos o tres años mayor a Kagura, pero ¿qué hacia ella en un lugar como ese?, acaso no sabia que acercarse a los prisioneros podía ser peligroso o tal vez era que no se daba cuenta de aquello, tal vez darle una lección le ayudaría a ser mas precavida.
--...si, hice un montón de cosas malas que te harían orinarte en tus pantalones, por eso me quieren cortar la cabeza--
--¿De verdad me golpearías como mi padre lo hace?--
--...de seguro lo haria si estas barras no estuvieran aquí, me estás molestando niña...lárgate--
--Pero el decapitador dijo, el dijo que no eras alguien malo, señor. El sólo dijo que estabas intentando ayudar a una pequeña por la cual te sentías mal, eso suena muy triste-- la pequeña expresó guardando silencio pensando en el sufrimiento de aquel hombre quien se observaba vacío y acabado --¡¡ya se, señor!!, algun día me convertiré en una gran decapitadora y ¡cortaré tu cabeza de manera que no haya dolor!--
--¿De verdad lo harías?--
--Sí!!, te cortaré tan bien que podrás tener un viaje agradable al cielo, es una promesa ¿ok, señor? ¡Seré una gran verdugo, asegurate de no morir hasta entonces!--
--¿Es cierto?, agradable y cómodo, suena bien--
--¡Es una promesa!-- el peliplata sonrió ante el entusiamo de aquella niña y solo se limitó a cerrar sus ojos para poder conciliar el sueño que tanto anhelaba.
