Capítulo Díez

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Al día siguiente Andrea no sabía cómo reaccionar, se encontraba nerviosa, observaba a todos lados mientras hacía su trabajo, lo que estaba viviendo era algo nuevo, que la tenía en las nubes, afortunadamente ese día le había tocado limpiar un piso abajo, él solo pensar que vería a Samuel le revolvía el estómago de los nervios.

Estaba tan ensimismada en lo que estaba haciendo que no se había dado cuenta que su jefe le estaba hablando.

–¡por dios Andrea! –Le quitó el auricular que llevaba en el oído–

Andrea – lo siento –él hombre solo negó–

–Sino fuera porque realmente eres una mujer tan responsable, que hace muy bien su trabajo ahora mismo te ibas suspendida –ella lo miró con miedo– pero tranquila muchacha, que no lo haré, solo debes de quitarte esas cosas de las orejas

Andrea – sí, lo siento de verdad, pero me decía algo

–No puedo creer que tengo que volver a repetirte todo –suspiró con fastidio– Carmen se sintió mal –Andrea estaba sorprendida– y a la señorita Sofía necesita que alguien suba a su oficina –Andrea tragó saliva, había evitado tanto eso– pero bueno –tronó los dedos– vamos muchacha no puedes hacer esperar a la señorita –Andrea asintió para salir de ahí–




Samuel esa mañana llegó directo a buscar a su amiga, por Irina sabía lo que estaba pasando Sofía y se sintió mal por no estar con ella el domingo; él y Sofía tenía una amistad muy linda, siempre habían estado el uno para el otro, desde el jardín de niños habían estado juntos, en los bailables Cayetana y la madre de Sofía se las arreglaban para que ellos fueran pareja, llegó un momento en la adolescencia que lo que más deseaban los dos eran no volver a verse, hasta que de nuevo le rompían el corazón a Sofía y le hablaba llorando, no importaba la hora, el día o con quien estuviera, Samuel siempre corría al lado de Sofía, la quería tanto como quería a Irina, solo que con Sofía tenía más confianza y sabía que siempre tenía algo lindo que decir.

Samuel – hola –se asomó después de abrir un poco la puerta–

Sofía – hola –respondió intentando darle una sonrisa–

Samuel – no es que Irina sea chismosa pero... –ella sonrió con ternura–

Sofía – no digas más –se levantó de su asiento, abrió sus brazos– abrázame –sin pensarlo dos veces él se acercó a ella, se fundieron en un gran abrazo–

Samuel – tomaste la mejor decisión –Sofía sollozó entre sus brazos– ese idiota no se merece a alguien como tú

Sofía – ¿por qué solo no decirlo? –se separó del abrazó, con coraje limpió sus lágrimas– porque esperar a que lo descubriera

Samuel – es un idiota Sofi, no te martirices más pensando en que las cosas pudieron ser diferentes, esto es lo que hay, y tienes que salir de esto, como hemos salido de tanto

Sofía – no lo sé, Samuel en esta ocasión, no creo que llorarle un par de meses solucione algo

Samuel – en esta ocasión, no vas ni a llorar, por dios Sofi, el tipo esta con una mujer que está embarazada y créeme es de él –Sofía frunció el ceño– no me veas así, sabes que nunca te ocultaría algo así, es sólo que ningún hombre en su sano juicio, teniendo una vida planeada, le va a poner el cuerno a su prometida con una tipa embarazada

Sofía – lo sé, y eso es lo que más me duele –se sentó con pesadez en el sofá– sabes cuanta veces hable con él de ese tema y se mostraba renuente y... –suspiró con dolor– te puedo asegurar que con ella ni lo planeó

Estafa de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora