CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE

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Ella lo observó sorprendida no entendía de todo las palabras de Flavio, él observó la duda en su rostro y por un momento dudo si sería buena idea besarla, pero se moría por hacerlo, quería probar sus labios, quería sentirla, acariciarla, que fuera su mujer una vez más, así que con determinación acercó sus labios a los de ella por un momento, la rubia se resistió pensando que eso estaría mal, pero es que al sentir sus labios rozando los suyos, sus manos acariciando su espalda, no pudo resistirse, y cedió, coló sus manos por sus rizos e intensificó el beso, sus labios danzaban en sincronización, mientras sus cuerpos se rozaban con desesperó, se necesitaban, el sonido de un trueno junto con el rayo los hizo separarse, se miraron un par de segundos, él con ternura acarició su rostro y ella le dio una ligera sonrisa, él entendió a la perfección lo que esa sonrisa significaba y la jaló hacía él para fundirla en un abrazo.

Flavio – no te imagina cuanto te extrañaba –ella suspiró entre sus brazos escondiendo su rostro en su pecho– sé que fue mi culpa que estuviéramos separados, pero si te busque te lo juro rubia, yo intente localizarte y me tenías bloqueado de todos lados, desapareciste de redes y me resigne, pero nunca -la rubia sollozó, él la separó del abrazo y le tomó su rostro– te deje de amar -acercó una vez más sus labios a los de ella–

Irina – ¡esto no esta bien! –intentó separarse, pero él no lo dejo–

Flavio – claro que esta bien, te amor Irina, lo único que quiero es tenerlas a mi lado

Irina – no, Flavio, te estas confundiendo –él negó– crees odiar a Leonora, por lo que hizo

Flavio – esto no se trata de ella, esto se trata de mí y de lo que siento

Irina – es que no lo entiendo, hace unos días decías que tu vida estaba planeada a su lado y ahora ¿qué?

Flavio – me negaba a aceptar lo que sentía, no podía creer que me alejaste de mi hija 5 años y yo en lugar de odiarte, te seguía amando, no quería aceptarlo –ella lo observó con desconfianza– entiendo que dudes, pero te juro que te estoy diciendo la verdad

Irina – no, pensé que quisieras una hija conmigo cuando a mí no me querías

Flavio – sabes rubia, que me enamoraste lo sabes, porque te pasó lo mismo, mi más grande acto de amor era dejarte ir

Irina – yo no quería irme –sus ojos estaban cristalizados–

Flavio – entonces –con ternura limpió las lágrimas de su mejilla– no te vayas nunca –nuevamente acercó sus labios a los de ella, fundiéndose una vez más en un beso- te amo muñeca

Irina – yo te amo más Flavio –susurró en sus labios, acaricio su rostro el la veía encantada ella lo acariciaba queriendo darse cuenta de que no era un sueño– eres real –susurró una vez más–

Flavio – muy real –tomó sus labios, pero en esta ocasión con posesión, bajó sus manos por sus muslos, y la alzó haciendo que ella rodeara con sus piernas su cintura– te mostrare lo real que somos muñeca



Andrea observaba su padre dormir, no podía evitar sentir dolor, nostalgia, tenía una sensación que no podía explicar, pero le dolía el alma, su madre siempre sufrió tanto por ella, recordaba con dolor todas las veces que el dinero generaba incertidumbre en su madre, y pensaba en lo injusto que había sido la vida, estaba segura que Ignacio nunca se había quedado sin dormir ningún día, mientras su madre se racionaba la comida para alimentarla a ella, algunas lágrimas rondaban en sus mejillas.

Samuel – ¿Qué pasa? –le dio un beso en la mejilla–

Andrea – pienso en todas las carencias que sufrimos, en las veces que mi madre se fue con hambre a dormir, para que yo no tuviera y me acostara feliz –suspiró con pesar– y en todo lo que él tenía

Estafa de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora