Capítulo Treinta y Uno

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En cuanto llegaron a la cabaña lo primero que quisieron hacer fue explorar los alrededores definitivamente los niños se la estaban pasando maravillosamente, Andrea se sentía nerviosa, o mejor dicho ansiosa, había entendido a la perfección lo que Irina trató y eso la tenia preocupada, sabía que esa platica la iba a poner vulnerable, había tanto que explicar, muchas cosas que aclarar y tenía miedo de todo lo que vendría después.

Samuel estaba disfrutando cada instante con su pequeño, los niños eran los más emocionadas en todo eso, así que ellos decidieron que querían explorar los alrededores, él sonreía al ver a los pequeños, Yami y Said le recordaban cuando él y su hermana eran pequeños, Irina era dinamita pura, tenía muchas ocurrencias no media los peligros y el siempre estaba a su lado para ayudarla.

Andrea – es impresionante la valentía de Yamileth –sonrío mientras veía cómo se colgaba de una cuerda para tratar de pasar el pequeño arroyo sin mojarse–

Samuel – es igualita a su madre –sonrío– sabes cuantas veces me caí de esa cuerda –Andrea negó con una sonrisa– infinitas, y sabes ¿Cuántas veces se calló Irina? –la morena volvió a negar– ninguna, mi madre siempre sufría cuando veníamos a valle de bravo

Andrea – me imagino, Irina debió pasar mucho tiempo en el hospital –Samuel negó–

Samuel – así, como ahora nuestro hijo la cuida –Andrea observó a los niños– así yo la cuidaba, así qué adivina ¿quién terminaba en los hospitales?

Andrea – tú –Samuel asintió– ustedes tienes muy bonitos recuerdos

Samuel – sí, y sabes eso quiero que también tenga Said, recuerdos lindos, una infancia feliz –los ojos de ella se llenaron de lágrimas–

Andrea – perdóname –su voz se cortó y él se giró para observarla, sus ojos estaban llenos de lágrimas– yo sé que no habrá ningún motivo suficiente para ti, pero...

Samuel – yo te marque miles de veces, Sofía me necesitaba, pero estaba muy preocupado por ti

Andrea – y yo te necesitaba –los dos se miraron a los ojos con lágrimas en ellos– hay tanto que quisiera decirte, pero no sé si tú quieras escucharme –él suspiró con pesar–

Samuel – me lastimaste tanto, que no pretendía hacerlo, pero ahora Sofía e Irina insisten tanto, qué... –suspiró con pesar– creo que necesito escucharte

Andrea – créeme que lo que menos quiero es justificarme, o arreglar las cosas contigo para que volvamos a ser los de antes...

Samuel – nunca vamos a ser los de antes –su tono de voz no fue duro, fue sincero y Andrea lo percibió, ella sintió un pinchazo en el pecho–

Andrea – yo lo sé, tú tienes una vida con Sofía –él solo la observó– y yo...

Samuel. – es obvio que no estás con Flavio –ella negó con una ligera sonrisa– ¿estás con alguien? –Andrea negó– ¿por qué?

Andrea –porque te amo imbécil, era lo que quería decir, pero no lo haría– estos años me he dedicado a darle lo mejor a mi hijo, toda mi energía es y ha sido para él, no ha sido fácil, no te imaginas lo que nos ha costado levantar la empresa, lo difícil que ha sido para Arturo y Flavio, pero al final de cuentas nos tenemos los tres

Samuel – eso quiere decir que ves a Flavio ¿cómo un hermano?

Andrea – nunca lo podría ver de otra forma, antes de que tus padres se enteren de la existencia de Said me encantaría contarte todo lo que paso –Samuel asintió–

Samuel – vi miedo cuando Yami mencionó a su abuela

Andrea – lo tengo Samuel –el frunció el ceño–

Estafa de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora