Gael, Yorn Y Gough

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Quelana, despertó en el suelo, un poco cubierta de hielo, todo estaba oscuro, lo único que recordaba la elfa, es que iba con Solaire por uno de los túneles, y entonces una parte del suelo se rompió, y ella tuvo una larga caída, pero no sentía que tuviera lesiones graves, solo un par de rasguños nada graves.

La elfa se levantó, y visualizo su oscuro alrededor, al parecer estaba en un túnel muy bien escondido, empezó a caminar a ciegas, guiándose con las paredes, pero solo se sumió en la oscuridad, sin ver absolutamente nada, siguió caminando, y
siguió caminando, sin parar; en un punto la pobre ya estaba cayendo en
desesperación, pues no veía nada en la absoluta oscuridad.

Mientras tanto, Solaire, Mildred y Lautrec, eran cautivos, pues al no saber como encontrar a Quelana en el hueco que había en el suelo de aquel túnel, optaron por pedir ayuda, así que rompieron el talismán, el gigante y los dos hombres, dejaron
de ser piedra, pero al ver a sus visitantes, los atacaron y derrotaron con facilidad; ahora los tres aventureros se hallaban en una celda de hielo que improviso uno de
los hombres.

- Ya les dijimos - insistía Solaire - vinimos por su ayuda.

- No creemos a intrusos - dijo el gigante, que tenía una voz muy ronca, portaba una armadura antigua hecha de oro y usaba un casco que le cubría toda la cabeza. Se trataba de Gough.

El hombre que invocaba magias de hielo y que portaba una armadura de plata, era Yorn.

El tercer hombre, que portaba una armadura de oro algo desgastada, era Gael. El cual se acercó a la celda.

- Cuéntanos todo lo que sepas - le dijo Gael a Solaire - ¿Qué paso con Gwyn he Iraya?

Ya había transcurrido un día, después de una larga sesión de preguntas, los
visitantes fueron soltados por sus poderosos captores, ya se conocían los nombres y hasta parte de sus vidas.

- Ahora queremos respuestas - insistió Solaire - ¿Qué hacían acá exactamente?

- Bueno - contestó Gael - Gwyn, insistió en explorar el norte, salimos de Anor Londo, Yorn, Gough, Iraya, Gwyn y yo. Encontramos este lugar, lleno de sus imágenes
misteriosas…

- ¿Ya estaban aquí cuando llegaron? - pregunto intrigada Mildred.

- Si - contestó Gael- muchas jamás las entendimos, otras si, estudiamos por años estos túneles y sus muros, aprendimos magia única, y maneras distintas de tener mejores armas, Gough aprendió a usar su gran arco con una precisión increíble, a
distancias que muchos creen imposibles, Yorn aprendió a controlar el hielo, yo aprendí el arte del rayo e Iraya aprendió acerca de las maldiciones.

- ¿Y Gwyn? - preguntó Lautrec.

- Nada - contestó Yorn interrumpiendo.

- ¡¿Nada?! - preguntó sorprendido Solaire.

Yorn y Gael guardaron silencio.

- Gwyn creía que lugar tenia gran secreto - completo Gough - uso tiempo para buscar algo que creía divino.
-la envidia de no haber encontrado nada, mientras nosotros nos habíamos vuelto más poderosos lo cegó - dijo Yorn - en nuestra última cena, Gwyn nos dijo que no
permitiría que volviéramos a Anor Londo, pues éramos un peligro para su corona.

- Escucharlo mientras Iraya nos convertía piedra - añadió Gough.

- Es una pena - dijo algo nostálgica Mildred.

- Pero ahora - dijo Yorn - somos tres legendarios guerreros salvados por tres valientes.

- Si…- dijo Solaire, que se acordó de que habían olvidado algo importante. Observo con preocupación a Mildred y Lautrec con preocupación, los tres corearon al mismo tiempo un “¡mierda!” pues se habían olvidado de Quelana.

Ya habían pasado dos días, y ni siquiera los legendarios caballeros pudieron llegar al fondo del hueco, pues era muy estrecho, y las sogas viejas que había en aquel
lugar eran muy cortas.

- Explorare afuera - dijo Gael - talvez allá otra manera de llegar.

- Yo iré también - dijo Solaire.

Los demás se quedaron pensando soluciones.

Al salir al desierto blanco, Gael y Solaire rodeaban la montaña, pero no encontraban nada.

- Lo lamento joven guerrero - dijo Gael, poniéndole una mano en el hombro a Solaire como símbolo de consuelo.

- Debe haber una manera de llegar- dijo Solaire, pero después de varias horas de búsqueda, los dos guerreros optaron por volver.

- Es mi culpa - dijo Solaire.

- No lo es - lo consoló Gael - el tiempo desgato esa área del suelo, solo fue mala suerte.

Llegando a la entrada, Solaire y Gael veían que alguien estaba en el suelo cerca de la entrada.

- ¡Quelana! - gritó Solaire, que de inmediato corrió, Gael lo siguió.

Solaire se arrojó a asistirla.

- ¡Esta desmayada! - gritó Solaire emocionado de haberla encontrado.

- Se ve que no ha comido todo este tiempo, pero no se ve deshidratada - dijo Gael al revisarla, pues, aunque se veía demacrada, los labios no estaban resecos, mientras la entraban, Gael hecho varios vistazos hacia atrás, pues no entendía como había llegado la elfa hay, pues Solaire y el habían revisado bien toda el área, y no había ni una diminuta grieta de la cual se pudiera salir.

Al despertar, Quelana estaba en una vieja cama, a su lado Solaire, dormido la custodiaba.

- Al fin despiertas - dijo Mildred que estaba de pie frente a la elfa - despareciste dos días, ¿Qué paso?

Quelana iba a responder, pero prefirió reservarse y solo dijo que no recordaba nada, aunque fuera mentira.


Almas de Acero Vol. 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora