nacido de una nebulosa criado por un planeta

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Podemos decir que YoonGi simplemente empezó a existir en algún punto en el tiempo, en algún lugar del universo. Compuesto de una única forma, criado y cuidado hasta cierta edad por los seres que jamás podrían dejar de amarlo.

Y aunque abandonado en su hogar, solitario, sin las caricias, voces y cuidados que tanto amaba, no se echó a llorar como cualquier niño hubiese hecho ante un abandono tan cruel.

Firmemente creyente de que los seres que le adoraban estaban en el planeta entero donde vivía, como la boveda celeste sobre su cabeza, aquel manto oscuro que arropaba su planeta durante las noches, era uno de ellos y su mundo; los seres vivos en él, era él otro.

Por lo que aunque solía extrañar diariamente sus caricias en su piel, con esas manos suaves que lo hundian en un sueño reconfortante, sentía la brisa soplando contra él, acariciando su piel, la vegetación, la flora con quien convivía  todo el tiempo, al pisarla, recostarse o comerla, era la forma en que una de sus madres cuidaba de él.

El otro ser, aquella sobre su cabeza que aparecía sin falta cuando las nubes se tornaban menos blancas y el Sol decidía dormir. Le regalaba una vista impresionante de los astros, sus colores tan hermosos y las veces en las que le daba como obsequió una lluvia de estrellas, maravillado con los regalos y cuidados solo para él, su estrellita favorita y él único más valioso.

Para cuando la muerte de la noche se acercaba, YoonGi ya se hallaba profundamente dormido, bajo el cuidado de sus madres.

De nacimiento se le dió el don de la sabiduría. Sus madres orgullosas de haber creado un ser capaz de tener tal don, para que su pequeño hijo pudiese sobrevivir mejor que ningun otro.

Su piel poseía puntos rosas, como sus codos, rodillas, orejas y las plantas de sus pies aunque estas últimas núnca estaban limpias el suficiente tiempo.


El abandono que hacía mucho tiempo no le dejaba; YoonGi jamás pudo precenciarlo de manera tan cruda y aterradora como la noche en que varios, de lo  que le parecieron miles, de asteroides, cruzaron el manto oscuro, iluminando a su pasó, colisionando, haciendo la tierra rujir y crujir bajo los pies del niño abandonado.

Creyente de que parte de su madre era la naturaleza misma, y el planeta de igual manera, se echó a correr despavorido buscando protección.

Con el terror tallado en sus aniñadas facciones, cascadas de agua salada recorriendo sus mejillas y cuello.

Levantó la mirada con sus llorosos ojos a Gala, su preciosa madre, quien solo era observadora del desastre. Esta, no  interveniria aunque el llanto estremecedor de su hijo se lo estuviese implorando con desesperación.

YoonGi, apretó temblorosamente la arena bajo sus palmas, sorbiendo por la nariz, incapas de respirar correctamente por la obstrucción de aire, gracias a la mucosidad en sus fosas nasales.

Las perlas se deslizaron por sus mejillas calientes, miró a todas partes, al borde del colapso.

¿Dónde estaban sus mamás?

¡¿DÓNDE ESTABAN SUS MAMÁS!?

"¡MAMÁ!" el sonido de su grito se oyó ahogado, por el terror que no le permitía gritar bien.

Su garganta se cerraba dolorosamente, tanto que le ahogaba, pero ya estaba tan aterrado por los diversos asteroides colicionando por todas partes, el sonido ensordecedor, junto al rerumbar de la tierra que lo tiraba si intentaba levantarse.

Ni siquiera podía gatear debido a que sus extremidades ya no respondian correctamente.

Todo estaba siendo destruido y su llanto no era escuchado.

Thais, su madre estaba siendo destruida cruelmente y no podía hacer nada,   todo esto era mucho más que él, un pequeño niño.

Entonces, y sólo entonces Gala decidió darle algo más suyo a su pequeño niño, a su estrellita. Por que debía salvarlo, mantenerlo seguro. Era su hijo después de todo.

Para cuando ya no quedaba ningún lugar habitable en el planeta. YoonGi ya no yacía en él.

sweet dreams petite  étoile | js¬ymDonde viven las historias. Descúbrelo ahora