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Diez años después...

Otra noche, otra fiesta, aunque por una vez probablemente no habría otra mujer. Lalisa Manoban miró en torno a la sala repleta de gente y tuvo que obligarse a no bostezar. No podía soportar el asistir a eventos donde todos bebían demasiado, reían ruidosamente y se esforzaban demasiado en impresionarse entre sí.

Lisa sabía que era lo que las mujeres consideraban un buen partido. Diablos, una estúpida revista había hecho una reseña con las solteras más cotizadas de Seattle y puso su foto en el primer puesto. Había estado furiosa e intentó que lo quitaran del artículo, pero su abogado había soltado una perorata sobre tonterías como la libertad de expresión. De acuerdo, había algunos buenos puntos en la Primera Enmienda, pero no había visto muchos. Desde que el artículo, había sido abordada incluso por más mujeres con sus ojos en el premio.

La revista enumeró sus ingresos como equivalentes a los de Bill Gates. Aunque un poco exagerado, esa parte al menos había estado relacionada a los negocios. Pero, ¿qué posible interés o importancia tenía la frase trillada "alta, oscura y apuesta"? ¿Y qué si tenía un metro ochenta y dos, con hombros anchos? Tuvo náuseas cuando leyó "músculos ondulantes". El condenado autor incluso dio un consejo sobre cómo conocerla: No te molestes en acosarla en el gimnasio, odiaba esos lugares, pero comiencen a correr, porque ella corría cada mañana y a veces también en las tardes, ya que era una gran manera de aliviar su estrés.

Aunque lo daba a entender, al menos el artículo no decía la que resultaba ser su segunda manera de aliviar el estrés. Pero esta era: En el instante en que llevara a una mujer a su cama, se alejaba, y eso no era algo para inspirar la lectura femenina de la revista. Claro, muchas mujeres intentaron que se quedara, pero nadie mantuvo su interés más tiempo del que le tomaba abotonarse sus pantalones.

Había dejado que una sola mujer la derrotara en el juego del sexo. Y después que su corazón había sido roto por Rosé, y destruido por la aventura empresarial de su padre, no estuvo interesada en ninguna otra mujer, excepto claro, para el sexo. Su prioridad por mucho tiempo había sido su venganza. Pensó que una vez la consiguiera, pensaría en sentar cabeza.

Una mujer pasó junto a ella usando demasiado perfume y eso lo trajo abruptamente a la realidad. Suspiró, a la vez que agarraba un vaso de vino de uno de los camareros que pasaban.

Estas fiestas se trataban de aquellos que tenían más por ofrecer. Las mujeres estaban al acecho. Ella no estaba interesada.

Observó mientras un par de señoritas pasaba, cargadas con diamantes y vestidos cortos. Estaban intentando llamar su atención y normalmente haría el día más divertido coquetear un poco, dándoles la impresión de que tenían posibilidades. Pero hoy no era ese día. Tenía un rampante dolor de cabeza y estaba enfadada por haber sido convocada a esta aburrida fiesta.

-Ahí estás, muchacha. ¿Qué estás haciendo escondida en el rincón? -Kiet Manoban, su padre, se había acercado para cuestionarla.

-Me estoy preguntando por qué estoy aquí cuando preferiría estar en casa con un whisky escocés y descansando mis pies -respondió Lisa.

-Estás aquí debido a que recibiste un pedido de tu padre. Tengo algunos asuntos que discutir contigo después -dijo Kiet en una voz franca.

-¿Y no podía esperar hasta mañana? -preguntó Lisa.

-Oh, vive un poco. Siempre estás tan ocupada sumando más millones a tu cuenta bancaria que no te detienes a oler el cabernet Sauvignon -dijo su padre.

-Vivo plenamente. Demonios, estuve en Milán la semana pasada.

-Estuviste en Milán por negocios, eso no cuenta -le dijo su padre.

VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora