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—¿Por qué lo alejarías de mí? —preguntó Lisa, con los ojos llenos de furia Lo peor que eso era el dolor que Rosé veía bajo esa ira. Le había hecho daño sin querer. ¿Qué esperaba Lisa de ella? Se había alejado cuando Rosé estaba dispuesta a darle toda su vida.
—Al principio no lo mantuve lejos de ti a propósito. No tenía ni idea de dónde estabas y cuando ya sabía cómo encontrarte, era demasiado tarde. Ya estaba caminando y hablando y estábamos bien. Los años siguieron pasando —dijo, con una voz apenas por encima de un susurro.
—Es mi hijo, Rosé —estaba casi gritando—. ¿Me ibas a decir una vez que empezáramos a trabajar juntas? —preguntó. Rosé no dijo nada, pero la mirada que le dio fue la respuesta que necesitaba—. Ya veo —gruñó.
Empezó a pasearse por la pequeña habitación y se sintió como un ratón en el camino de una serpiente. Sabía que iba a atacar, pero no sabía cuándo, dónde ni cómo. Rosé estaba aterrorizada y no quería que la situación fuera peor de lo que era, así que la esperó.
—Estoy tan enojada contigo, que ni siquiera puedo pensar. No puedo creer que pudieras sentarte allí conmigo cada día, sabiendo que era un día más que no estaba con mi hijo. No puedo creer que tuvieras sexo conmigo y todavía no sintieras ningún deseo de hablarme de él. ¿Cómo puedes ser tan fría? —le espetó.
—Yo... tú... no lo sé —Rosé dijo mientras lanzaba las manos al aire. Lisa estaba volcándolo todo en ella. No estaba tomando ninguna responsabilidad por sus propias acciones. Sabía que Lisa estaba enojada y frustrada, pero tenía que admitir que era ella la que se había alejado.
—¿Sabías que estabas embarazada esa noche, cuando hicimos todos los planes? —le preguntó.
—No, no lo sabía hasta al menos un mes después —respondió Rosé. Realmente no veía que hubiera hecho ninguna diferencia de todos modos. ¿Por qué Lisa se quedaría atorada por un bebé, cuando no se quedaría con ella?
—No voy a pasar otro día sin él —le dijo amenazándola. Rosé sabía que se estaba reduciendo a eso.
—¿En serio vas a luchar conmigo por él? —Rosé preguntó, apenas capaz de aguantar los sollozos. Estaba tan cerca de romperse y llorar a sus pies. Sus rodillas ya no la sostenían, así que se dejó caer en el sofá. Ni siquiera podía mirarla, estaba muy dolida.
Lisa permaneció en silencio en la habitación. Rosé no podía mirarla, ya que temía la mirada en sus ojos. Su silencio parecía ser la respuesta a su pregunta. Sabía que iba a luchar con ella por Leo. Rosé tenía nueve años de ser su madre y había hecho el mejor trabajo posible, pero Lisa tenía el dinero para los mejores abogados y, si la llevaba a la corte, probablemente ganaría.
No ayudaba a su caso que Leo estaba tan necesitado de su otra madre, que había ligado con Lisa al instante. Los tribunales siempre entrevistaban a los niños. Le preguntaban si querían estar con su padre o con su madre y con la inocencia de su hijo, les diría que querría estar con sus dos madres.
Ellos mirarían lo que cada madre podría proporcionar y Lisa ganaría sin mover las manos. Rosé lucharía contra Lisa todo el camino, pero solo estaría luchando contra lo inevitable. Se sentía derrotada y devastada.
—No te llevaré a la corte, Rosé, pero no porque me importe lo que te pueda hacer. No mereces mi consideración. No lo haré, porque no haré daño a mi hijo separándolo de su madre, a quien él obviamente ama —dijo finalmente.
Rosé sintió un rayo de esperanza. Podía compartir a su hijo. Es posible que no le gustara estar con su otra madre los fines de semana, pero podrían resolverlo.